Un computador (digital) por niño

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Para algo que sirvan los notebooks de palo, aunque sea como pretexto para hablar de los digitales.

Hace poco tuve la oportunidad de escuchar de cerca al Presidente uruguayo José Mujica. Dos cosas se me quedaron: su preocupación por la educación y la noción de ‘gurises’ digitales. Gurises es la voz guaraní para denominar a los niños, nuestros ‘cabros chicos’. En otro discurso le decía a sus conciudadanos: ­–Permítanme un pequeño subrayado: educación, educación, educación. Y otra vez, educación. Los gobernantes deberíamos ser obligados todas las mañanas a llenar planas, como en la escuela, escribiendo 100 veces: “debo ocuparme de la educación”-. Viniendo de un uruguayo esto no es propaganda fácil. Quien haya visitado Montevideo sabe que cualquier plomero, garzona o taxista conversa sin problemas de filosofía o arte contemporáneo (y por supuesto de fútbol). Es que Uruguay es un país pequeño –tres millones y medio de habitantes– donde el tema de la educación siempre ha estado en el centro de sus preocupaciones, para todos los sectores políticos: blancos, colorados, frente amplio. Probablemente sea un tema de supervivencia. Un país pequeño, con dos gigantes bordeándolo, Brasil y Argentina, no puede competir en recursos naturales, producción masiva, y no le queda más que apostar a la calidad, a los cerebros, el “balero” grande y lleno, como le escuché decir a Mujica. Los avala una larga tradición y no es casualidad que fueran los primeros en el continente en erradicar el analfabetismo. “La educación, como la luz del sol, puede y debe llegar a todos” decía José Pedro Varela, el gran educador oriental, mirando el sol de la bandera uruguaya. Todo un símbolo.

En esa tradición no es ninguna sorpresa que el primer país del mundo (sí, del mundo) en tomarse en serio el plan de un computador por cada niño, haya sido Uruguay, en lo que llaman el plan Ceibal (“Conectividad Educativa de Informática Básica para el Aprendizaje en Línea”). Lo que es oferta usual en las campañas políticas, allí fue una política de Estado. El plan uruguayo es el más ambicioso del mundo, quizás sólo seguido de cerca por el plan Magallanes, de Portugal. Las diferencias de enfoque –alianza pública- privada en Portugal, responsabilidad del Estado en Uruguay– no menoscaban lo que está en el fondo: el compromiso real de asumir el desafío de instalar a cada niño como internauta.

¿Porqué un país más modesto que Chile, como Uruguay, que aparece varios puestos más atrás en los indicadores relevantes de economía y crecimiento (PNUD, PIB), puede llevar adelante esta iniciativa, y nosotros no? se pregunta Patricio Acevedo en un artículo publicado en el sitio Un Computador Por Niño. Relevante pregunta. Las razones se pueden intuir. Las hay sociales y técnicas. Muchas están en el documento de UCPN. Los invito a repasarlas, queridos lectores, para que tengamos fresca la lista de problemas. Yo me limitaré a presentar un par de las más obvias (sociales 1,2,…) y técnicas (a,b,…) a modo de motivación para que entre todos construyamos una lista más exhaustiva:

1. Capacidad de innovar en la práctica, no sólo en el discurso. Es bueno hacer notar que, en inversión porcentual en educación, Uruguay está más bajo que Chile. Es decir, esta fue una apuesta. Sencillamente se la jugaron. Innovar no significa esperar ver en otros qué cosas resultan y cuáles no. Innovar significa dar saltos audaces, hacer cosas que hagan que otros nos miren, no salir a mirar y buscar ideas afuera. Hoy a los uruguayos los están mirando de muchas partes.

2. Entregar computadores no puede convertirse en un premio, ni en una beneficencia; poner el computador como algo inalcanzable que sólo los elegidos, los “primeros”, los “ganadores”, los que se porten mejor, pueden tener. No. Hay que transformar el computador en un aparato para todos, al alcance de todos, hacer que pierda valor de mercado. El computador no debe parecerse a un yate, un descapotable ni a un Rolex rojo. Sino más bien a un buen zapato, un buen lápiz, un buen cuaderno: algo ubicuo, barato, de trabajo.

a. Tener una infraestructura mínima. Particularmente en Chile, por su geografía, está aún el desafío de la conectividad real (todavía mis primos al interior de Putú deben recorrer varios kilómetros hasta la colina más alta para poder hacer funcionar su celular).

b. Desarrollar y hacer accesible el software al menos en castellano, ojalá en “shileno”. Es decir, entendible de forma sencilla y entretenida para nuestros niños. Este es probablemente el mayor desafío técnico que tenemos por delante y sobre el que también se ha avanzado y explorado más.

Y como las motivaciones intelectuales no siempre convencen, quiero terminar invitándolos a mirar este lindo video del proyecto Ceibal, con música de Jorge Drexler.

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