Perú abiertamente denunció una carrera armamentista de Chile. "Hay que decir las cosas como son: hay una asimetría bélica", dijo el ministro de Defensa peruano, Antero Flores Aráoz. Impertérrito, el canciller chileno, Mariano Fernández, justificó las compras aludiendo a meras razones técnicas y eludiendo las implicancias políticas de las decisiones chilenas. "La sociedad civil chilena ha cambiado. Hemos dado saltos tecnológicos cualitativos, y por tanto queremos unas fuerzas armadas profesionales y en un estado tecnológico óptimo", dijo.
Otro argumento coloquialmente dado es que el futuro ingreso de Chile a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde), el club de los países más industrializados, lo obliga a equiparar sus fuerzas armadas a estándares del primer mundo.
Pero lo cierto es que los propios generales chilenos admiten que el nuevo poder de sus instituciones es inédito en la historia del país, hoy por hoy el de más alto ingreso per capita en la región. Antes de su retiro, el jefe de la armada, almirante Rodolfo Codina, dijo sin sutilezas que por la cantidad de medios que posee la marina chilena "es la segunda más grande de América del Sur", detrás de la brasileña. De hecho, la marina renovó toda su flota, adquiriendo fragatas, submarinos Scorpene y misiles antibuque, entre otros equipos. A ello se suma la compra en proceso de un petrolero.
Guiños a Rusia. La ofensiva diplomático-militar partió en abril con el viaje de Bachelet a Rusia, donde se reunió con su par Dimitri Medvedev y el premier Vladimir Putin. Las versiones oficiales jamás hablaron de cooperación militar, pero fuentes de Defensa ratificaron que Chile comprará cinco helicópteros de transporte Mil Mi 17, información que provocó críticas en el Congreso. La operación abre además una inédita cooperación militar ruso-chilena.
En mayo, Bachelet nuevamente partió de gira. En esa ocasión, las sutilezas escasearon y la diplomacia militar se hizo más evidente. En resumen, la mandataria revisó en Francia los avances en la construcción en la empresa EADS de un satélite cívico militar para Chile y avanzó en Holanda en la compra de 18 cazabombarderos F-16, la que ya fue firmada por ambos gobiernos. Además, su ministro de Defensa, Francisco Vidal, ratificó en París la adquisición de helicópteros y aviones antisubmarinos, aunque negó la compra de misiles Exocet. Obviamente Chile no necesita más armas de ese tipo, ya que hace un par de años adquirió una partida de misiles antiaéreo Sea Wolf 2 y misiles antibuque SM-39 Exocet.
Luego vino el periplo en junio a Washington, plagado de sonrisas entre Bachelet y el presidente Barack Obama. De la cita también surgieron acuerdos: Chile avanzó en la compra de cañones de largo alcance y vehículos de apoyo por 275 millones de dólares, informaron fuentes de Defensa. De todas formas, esta última adquisición sólo será posible si el Congreso estadounidense aprueba lo solicitado a la Agencia de Cooperación en Defensa y Seguridad (DSCA).
La paradoja. Como sea, ninguna consideración parece detener la estrategia de fortalecimiento bélico de Chile. Y paradójicamente, Bachelet, símbolo de la defensa de los derechos humanos por su pasado de prisionera política, concluirá su mandato, como la chilena que más compra de armas autorizó en la historia, como ministra de Defensa primero y como presidenta después. Ya en el gobierno de Ricardo Lagos, Bachelet visó compras por 2.500 millones de dólares en armas como ministra de Defensa.
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