Artículo publicado por la revista peruana Etiqueta Negra
Pisco es un perro. Un perro peruano del Perú: perdonen la tristeza. Esta mañana de primavera, mientras el ex presidente Fujimori está detenido en Santiago y mientras los gobiernos de Perú y Chile han postergado la discusión de las fronteras del mar, Pisco se pasea frente a la embajada de Chile en Lima sin ladrar a nadie. Siete policías armados son la seguridad en los tiempos del cólera fronterizo: «¡Chile, escucha, devuelve al asesino!», es el último grito.
Pero este Pisco no es de temer ni ha venido a protestar contra nada. Ni ladra ni muerde y ni siquiera tiene pelo, sólo motas anaranjadas en la cabeza, la cola y las patas. Su raza, «perro sin pelo peruano», es producto de un síndrome capilar que lo convierte en otra de las metáforas de un país al que le encanta presumir de sus males. Su nombre, Pisco, es motivo de una guerra comercial con Chile. Antecedentes: pisco es un aguardiente de uva fermentada y destilada que en el Perú siempre estuvo relegado en los últimos lugares del anaquel de las preferencias. Sólo era un alcohol para batir con limón, amargo de angostura, clara de huevo y canela al gusto. Tómelo con moderación, pero el pisco sour era al pisco lo que el daiquiri es al ron, y nadie se iba a poner a discutir por un trago tan dulce. Hasta que un aviso publicitario recordó que en Chile se tomaba pisco. «El pisco es peruano» se convirtió de pronto en el eslogan nacional y el consumo de pisco aumentó en casi cien por ciento. Gracias a Chile. En contra de Chile. Al final es lo mismo: la peruanidad es sólo un acto reflejo, y la pataleta, una identidad nacional. El pisco parió en el Perú, de eso no hay duda, y tampoco de que Pisco es un perro peruano en el Perú, perdonen de nuevo la tristeza. Porque en México sería el Xoloitzcuintle, la versión mexicana del perro sin pelo. El ladrido de ocasión fue: también México nos quería quitar el perro «calato», como se le dice en el Perú a la desnudez. Por suerte, un apasionado de las causas perdidas había inscrito al perro sin pelo como raza peruana en la Federación Cinológica Internacional. Entonces era 1985, empezaba el gobierno de Alan García, y cada peruano estaba preocupado por su propia vida de perro. México sacó ventaja: el Xoloitzcuintle es reconocido por la Sociedad Canina Canadiense, por el American Kennel Club y el United Kennel Club de Estados Unidos. Al Instituto Nacional de Cultura de Lima (INC) se le pararon los pelos y dispuso, recién en enero del 2000, que por lo menos un perro peruano del Perú se exhiba en cada museo del país. Un año después, la ley convirtió esta calvicie canina en Patrimonio Nacional del Perú. Gracias a México: otra vez un país extranjero dictando nuestros arrebatos pasionales. El perro sin pelo era antes una mascota para pobres, un animal sin pedigrí, un mutante en extinción. Luego del Xoloitzcuintle descubrimos identidades olvidadas y nos volvimos fanáticos de lo que nunca quisimos. El perro sin pelo era sólo un perro feo, y años después, cuando este can mutante se pasea frente a la embajada de Chile, la gente le hace muecas de cariño como si fuera un poodle de algodón. En Europa ya cuestan cinco mil dólares y es como si el perro peruano del Perú hubiese aprendido las manías nacionales: mueve la cola cuando un extranjero le rasca la cabeza.
Extranjeros. ¿Qué bebe el vecino del sur? ¿Así que en Chile también toman pisco? Primera noticia. Octubre del 2002. El publicista Gustavo Rodríguez recibe una llamada telefónica de la revista Caretas de Lima. Querían un aviso publicitario para informar que el Perú intentaba patentar el pisco en Estados Unidos. El movimiento pro-pisco había empezado en realidad años antes, cuando un japonés gobernaba el Perú y el instinto de conservación ordenaba echar raíces en productos menos orientales. Pisco siempre había sido un aguardiente de uva. Un puerto al sur de Lima. Un río. Una población preincaica. Una casta de alfareros que construían unas tinajas de arcilla llamadas piskos. Pisco: del quechua pishku, ave galliforme, pavo. A nadie le importaba demasiado esas pavadas: en el Perú, cada año se bebía algo más de un millón de litros de pisco mientras que en Chile se emborrachaban con dieciséis veces esa cifra. En 1988 se declaró al pisco Patrimonio Cultural de la Nación y otra vez un producto del Perú se hizo peruano obligado por un papel. Nadie lo tomaba. Tres años después la ley lo identificó con un lugar, Pisco, argumentando así la «denominación de origen» del producto: un puerto, un río, una cultura de alfareros. Decir que el pisco es peruano parecía tan obvio como patentar algunos apellidos nacionales: Pisconte, Piscocolla, Piscolla, Piscoche, Piscontti, Piscochy, Piscco, todos descendientes de la voz quechua pishku. El enemigo se descubrió después. Para ilustrar el aviso de la revista Caretas, Gustavo Rodríguez dice que cogió un lápiz, un papel cuadriculado y dibujó un racimo de uvas con la forma de Sudamérica. A la franja chilena le arrancó las uvas, dejándola en escobajo. «No soy antichileno para nada», advierte. Luego firmó la guerra. «Chile, despídete del pisco», escribió al lado de la franja arrancada, casi sin darse cuenta de lo que estaba haciendo. Ni siquiera era época de uva.
-Aproveché la emoción latente y la publicidad se transformó en una movilización social -recuerda Rodríguez, a quien nunca le regalaron una botella de pisco.
Es un publicista creativo que, además, es escritor de cuentos y novelas, así que mejor es buscar la cronología de los hechos en otra parte. El aviso con uvas verdes empezó a circular por Internet. «Chile, despídete del pisco». Su cancillería pidió explicaciones al gobierno del Perú. Un grupo de chilenos apareció en TV rompiendo el aviso en la Plaza de Armas de Santiago. Nazca/Saatchi & Saatchi Chile, filial publicitaria de la empresa en la que trabajaba Rodríguez, se quejó ante la agencia matriz en Londres. La Corporación de Defensa de la Soberanía de Chile -cuyo presidente una vez declaró al periódico The Clinic, «Chile es un país muy diplomático, no es nuestra culpa tener malos vecinos»- acusó al publicista de haberse «embarcado en una fuerte ofensiva comunicacional que pretendía negar la existencia de argumentos chilenos». Y el argumento de Chile es: el aguardiente de uva de Coquimbo ingresaba al Perú por el puerto de Pisco. Se le llamaba «Aguardiente para Pisco» hasta que el tiempo, que no tiene nacionalidad, resumió su nombre: Pisco. Así de simple. Tan chileno como los porotos. La imagen de Sudamérica en un racimo fue reciclada por un creativo de Chile que en la embriaguez de la revancha sólo le cambió la frase: «Seleccionamos las mejores uvas de Sudamérica para producir el mejor pisco». Un publicista de Santiago improvisó otro racimo, esta vez con las uvas que correspondían al Perú podridas. «No saben perder», se escribió en un foro de Internet, mientras en Lima ya se vendían camisetas con el racimo de la discordia en ferias navideñas, y la marca más conocida de supermercados, Wong, declaraba que, después del vino, el pisco ya era el segundo licor que más se compraba en sus tiendas. El director de noticias de la radio más sintonizada del Perú inventó El Día del Pisco Sour. Chile respondió con El Día de la Piscola, que es pisco y Coca-Cola, y la réplica no le gustó allá a nadie: Perú Libre. El consumo del pisco peruano en el Perú subió a más de dos millones de litros y era evidente que el impulso en las ventas se debía al sur. Es decir, contra Chile. Las vecindades bien explotadas pueden ser buenos negocios. Si el pisco hubiese sido mexicano, tal vez el ladrido hubiese sido menor. Pero si el Xoloitzcuintle fuese chileno, en un ataque de rabia, algunos peruanos le raparían el pelo a todo lo que tuviese cuatro patas: hay un tema pendiente con Chile desde 1879, la Guerra del Pacífico, una guerra con más de veinte mil bajas chilenas y quizá el doble de peruanas, que nunca nadie contó. Hoy, sin embargo, parece un día en paz y Pisco se pasea frente a la embajada de Chile sin ladrar a nadie. Su dueño, Ricardo Ramón, es un español en el Perú que no sabe de este paseo de su perro. «Lo que haga la gente con mi Pisco, si me lo devuelve sano y sin traumas, no me importa». Su única advertencia fue que Pisco tiene un año y está descubriendo el sexo: «Agarra todas las piernas y se las folla». Cuidado. Como va la historieta con Chile, cualquier actitud extraña podría generar un nuevo impasse diplomático. Sucede que los odios son rentables, y cuando Chile es el odiado, la rentabilidad significa nuevos consumidores. A más Chile, más negocio.
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ACLARACION: Este blog no es antiperuano ni nacionalista chileno. Este blog simplemente recopila y (a veces) comenta sobre artículos recopilados en la prensa nacional y mundial y que involucran a Chile. Si parece "cargado" hacia Perú, simplemente, es resultado de la publicación constante -y obsesiva- en ese país de artículos en que se relaciona a Chile. Así también, como ejemplo opuesto, no aparecen articulos argentinos, simplemente, porque en ese país no se publican notas frecuentes respecto Chile. Este blog también publica -de vez en cuando- artículos (peruanos o de medios internacionales) para desmitificar ciertas creencias peruanas -promovidas por medios de comunicación y políticos populistas de ese país- sobre que Perú ha superado el desarrollo chileno, lo que es usado en ese país para asegurar que Chile envidia a Perú y que por eso buscaría perjudicarlo. Es decir, se usa el mito de la superación peruana y la envidia, para incitar el odio antichileno en Perú.