El derecho proclamado por Bolivia, de retornar en forma soberana al Océano Pacífico, por medio de un territorio que conecte al nuestro con el mar, también soberano, ha sido un tema permanente de discusión, de negociaciones, de hipótesis y de propuestas de diversa índole, provenientes, especialmente, de nuestro país, a través de diferentes Gobiernos.
La negociación que más nos acercó al objetivo prioritario, hoy contemplado en la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia, fue en 1975, cuando, en ese entonces, los dictadores Augusto Pinochet y Hugo Banzer Suárez, reanudaron relaciones diplomáticas con ese objetivo, en un vagón de ferrocarril, en lo que se denominó "el abrazo de Charaña".
El ofrecimiento concreto del vecino fue la "cesión de una faja de territorio al Norte de Arica hasta la Líneas de la Concordia", el que estaría conectado a un territorio marítimo comprendido entre los paralelos de los puntos extremos de la costa que se cedería (mar territorial, zona económica y plataforma submarina).
Lógicamente esa propuesta debía ser consultada al Perú, de acuerdo al Protocolo firmado entre ese país y Chile en 1929, cuando Arica pasó definitivamente a manos chilenas. Ese país, aunque no rechazó tajantemente ese presunto acuerdo, estuvo de acuerdo con la faja territorial, pero que a ella se incluyera la administración trinacional del puerto de Arica, lo que fue rechazado por Chile, concluyendo un intento más de Bolivia, por lograr la recuperación de su derecho cercenado en 1879.
Pero en esta negociación estaba contemplado un requisito impuesto por La Moneda, que era una canje territorial, equivalente como mínimo al área de tierra y mar cedido a Bolivia, lo que también fue cuestionado por el Gobierno boliviano, aunque, sin embargo, se trató de preparar el terreno, para que el pueblo altiplánico pudiera ceder ante una pretensión semejante.
Es en esas circunstancias en las que se creó el Consejo Nacional Marítimo (CONAMAR), en el que se centralizó el laboratorio intelectual y estratégico para una campaña sobre un territorio anexo a Chile, que no era otro que los Lípez bolivianos, en el Departamento de Potosí, elaborándose un sin fin de documentos, los que, en su momento, debían inundar los medios de comunicación para la "campaña de concientización".
Si bien es esa la oportunidad que es identificada como la más cercana a nuestro retorno al mar, en forma soberana y útil, no es menos cierto que, en ese tiempo, otro Gobierno dictatorial, el del Perú, planteaba la tesis de la recuperación de las "provincias cautivas", es decir Arica y Atacama, armando a su Ejército convenientemente, con moderno material bélico proveniente de la entonces Unión Soviética, y que se encontraba listo para marchar a la frontera.
Al parecer, el ofrecimiento chileno a Bolivia, más que una buena voluntad de resarcir el daño hecho con el asalto y la enajenación de nuestro territorio y mar, más estaba destinado a evitar una posible conflagración bélica con el vecino, poniendo a Bolivia en medio, la que, por lógica podría convertirse en aliado de su otrora enemigo.
Los entendidos dirían que el Mapocho efectuó una "jugada estratégica" en su geopolítica, de preservar sus fronteras y los territorios detentados después de la guerra del Pacífico, la misma que ya no le sirvió cuando el posible conflicto se desinfló, al que se prestó el país, aunque creyendo en la honestidad de los vecinos.
Hoy, nuevamente, nos encontramos inmersos en negociaciones con Chile, con la esperanza de retornar al mar, en medio de polémicas, sugerencias, emplazamientos, una agenda de trece puntos, que viene desde Algarve, en Portugal, hasta Santiago, que centra la atención y la esperanza boliviana, de que, "por fin" llegaremos al mar añorado, en el que combatieron y murieron valientes bolivianos y peruanos, para evitar el desmembramiento territorial, la ofensa a la dignidad y la pérdida de soberanía sobre sus territorios.
Este tráfago o "idilio" del Palacio Quemado con el de La Moneda, se mantiene precisamente cuando el Perú planteó ante la Corte Internacional de La Haya su derecho limítrofe con Chile en el mar fronterizo, que no es precisamente el que concibe el vecino trasandino y que se encuentra necesitado de apoyo, aunque asegura que sus documentos son lo suficientemente válidos y legales como para ganar la controversia.
Y, en el "entuerto", ingresa Bolivia, a la que se hace ver que su pretensión de salida al mar quedaría frustrado si el Perú gana, ya que la franja pinochetista no llegaría a mar chileno, sino peruano, cortando el hilo conductor al Océano Pacífico. Chile también ha planteado el apoyo del Ecuador, su eterno aliado en los conflictos con el Perú.
Es decir, al parecer, Bolivia nuevamente se encuentra como "el colchón" y no la "línea Maginot", que puede evitar la expansión o la beligerancia peruana, sirviéndose Santiago de La Paz, para que logre la eternidad del enclaustramiento boliviano o su dependencia con enclaves o puertos en "comodato", y la continuidad de la apropiación y usurpación de territorios.
Ojala nos equivoquemos, pero si Chile logra su objetivo en La Haya, que esa Corte se pronuncie a su favor, terminará "el idilio" con Bolivia, pero si es al contrario puede utilizarnos no para respetar la resolución, sino para enfrentarla y desconocerla, con nuestra plena participación y la enemistad con nuestro otrora aliado.
Tiempos en los que la geopolítica juega un papel importante, con negociaciones diplomáticas y "piedras a colores", en un tema en el que debemos mantener una distancia prudente y serena, además de analizar el alcance del diferendo peruano-chileno, dentro de los términos de la objetividad, sin dejarnos llevar por "cantos de sirena", que podrían inducir a que la aspiración pinochetista del "Chile altiplánico" sea una realidad, como hoy lo plantean algunos ciudadanos bolivianos, que ven en el canje territorial una solución, olvidándose se nos usurpó tierra y mar, y que no debemos ceder más, sino recuperar, por lo menos, algo de lo que se apoderaron abusiva y arbitrariamente, con una salida libre y soberana al Océano Pacífico. Sería un suicidio tener a Chile rondando a La Paz.
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