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Desde hace mas de una década que los sucesivos gobiernos chilenos vienen haciendo un llamado a su par peruano a fin que estructuren y den forma a un sistema que permita transparentar las adquisiciones militares entre ambos países. Chile ya lo hizo con Argentina mediante la “Metodología Estandarizada Común para la Medición de los Gastos de Defensa”. El Perú, ha desestimado insistentemente este llamado a transparentar el gasto en Defensa, prefiriendo adoptar una estrategia mediática internacional marcada por una hostilización permanente en contra de la imagen de Chile. De manera silenciosa, sin embargo, adquiere y planifica la compra de más armamento.
Hace poco tiempo se señaló la adquisición de un número indeterminado de tanques de fabricación china MBT2000 (¿80?). Se plantea según fuentes extraoficiales peruanas la compra de 12 sistemas BM-Smersh para el Ejercito peruano. Han adquirido cerca de 500 misiles Spike y Kornet. Encargaron la repotenciación de 18 aviones de guerra Sukhoi-25, reparación de 12 MIrages-2000 y la repotenciación de otros 19 MiG-29.Se ha señalado la pronta compra de 16 misiles Exocet Block 3 franceses, así como la incorporación al arsenal peruano de 18 sistemas de misiles Atlas Electronik para su marina. Hoy se anuncia la adquisición de 8 helicópteros rusos de ataque y transporte de tropas. Suma y sigue.
En forma paralela y casi simultánea, Torre Tagle ha denunciado, por medio de su canciller García Belaunde, que Chile constituiría un riesgo para la región al estar alimentando una carrera armamentista. El mundo al revés.
Podemos observar en la conducta exterior peruana el manejo estratégico de dos ministerios, el de Defensa y el de Relaciones Exteriores. Ambos trabajando en forma coordinada. Por un lado, la Cancillería limeña genera un manto de buenas intenciones, pacifismo y apego peruano al sistema regional de seguridad y estabilidad, mientras que por el otro lado se arma. Entre albos ministerios y ambas estrategias está Chile. Nuevamente la clase política peruana y su gobierno instrumentalizan a Chile, esta vez ya no en el marco de una política electoral interna, sino que como un medio más al servicio de su política exterior regional.
El Perú está embarcado en una carrera armamentista. Una que decidió correr solo en contra de Chile. Ya se ha señalado en innumerables ocasiones, por quien escribe y autoridades publicas nacionales: Chile no posee reivindicaciones territoriales, ni ha desarrollado una política de potencia regional. Chile no busca acrecentar su territorio ni ejercer influencias malignas sobre ningún país de Sudamérica. Chile no se prepara para una guerra de agresión, solo disuadir defensivamente a quien posea políticas revanchistas o revisionistas que afecten su seguridad política e integridad territorial. La transparencia en el plano de adquisiciones chilenas ha sido reconocida por todos, incluso por SIPRI.
Por el contrario. Perú sigue repotenciando sigilosa y silenciosamente su arsenal. Simultáneamente hace llamados para “frenar la carrera armamentista” que a juicio de Palacio Pizarro Chile estaría incitando, dejando de lado a Brasil (primer comprador de armas a nivel regional) o Colombia (segundo en la lista, aliado directo de los EE.UU.). El Perú está alimentando hoy mismo percepciones de amenaza que legitiman mantener procesos de adquisiciones y de modernizaciones bélicos por parte de Chile y Ecuador. No existe transparencia en los procesos de compra de armas peruanas, pero peor aún, levantan imágenes de un apego a los pilares que sostienen la estabilidad regional cuando están empecinados en correr solos una carrera que saben terminará por afectar la estabilidad interna de su propio país y de allí, su propia imagen internacional.
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Nota: A los peruanos no hay que creerles sus "buenas intenciones". Bachelet -con el incidente Donayre y del "espia"... entro otros- ya sufrió las consecuencias de haber creido en la supuesta "amistad" que compartía con Alan García por afinidades ideológicas (el peruano la terminó llamando "vecinita envidiosa"). En tanto Perú no se allegue a una medición homolagada del gasto militar y supervisada por la ONU, no hay que creer nada de lo que ofrezca ese país respecto a desarme, menos se puede confiar en que van a respetar algo firmado bilateralmente. Si algo heredaron los peruanos del virreinato (y que mantienen plenamente vigente), es la cultura de intrigas que se fraguaron en el Palacio de Pizarro durante siglos. A modo de ejemplo, vean los descarados cambios de postura que ha tenido el peruano Javier Perez de Cuellar, ex Secretario General de la ONU, respecto a los documentos que firmó reconociendo los límites con Chile que hoy desconoce.