Chile buscará este miércoles retener la secretaría general de la OEA, sin que ello implique que el nuevo gobierno de derecha del país esté dispuesto a liderar junto a Estados Unidos un bloque que contrarreste la influencia de Venezuela y Cuba en la región.
De hecho, Chile no encabezó las últimas semanas ninguna ofensiva contra la situación de los presos políticos en Cuba, por ejemplo.
Sólo hoy el presidente Sebastián Piñera dijo que su gobierno "va a hacer lo que esté a su alcance para contribuir a que en Cuba se produzca un proceso de recuperación pacífica de la democracia". Pero lo hizo a pedido de la oposición de centro izquierda.
También hace mucho que las críticas al presidente Hugo Chávez cesaron, una vez terminada en enero la campaña electoral que ungió presidente a Piñera.
Aún más, la mayor preocupación del canciller chileno, Alfredo Moreno, es hoy viajar a Estados Unidos para ampliar el plazo de ingreso de las exportaciones de uva, retrasadas después del terremoto que afectó el país el 27 de febrero.
"Ese es un tema de gran preocupación", dijo este lunes, en una señal inequívoca que la prioridad del nuevo gobierno no es liderar un bloque conservador en Latinoamérica, sino ahondar la integración económica de Chile en la región y el mundo.
"Hay decenas de miles de millones de recursos chilenos invertidos fuera de Chile y naturalmente que el gobierno chileno va a hacer todo lo que esté a su alcance para facilitar esas inversiones y también para protegerlas", anticipó apenas elegido Piñera.
La integración comercial y financiera "es una política de Estado que va a ser fortalecida en nuestro gobierno", agregó el mandatario.
En esa línea, el propio canciller chileno es un ex ejecutivo de uno de los conglomerados chilenos que más ha invertido en el exterior, el grupo Falabella.
Aún más, con la crisis económica y social interna provocada por el terremoto, el nuevo gobierno no tiene espacio político interno para liderar batallas en el exterior.
Las prioridades, como han dicho e insinuado los hombres de la administración Piñera, son favorecer el comercio, forjar acuerdos tributarios y acelerar la firma de tratados comerciales pendientes como los que están en desarrollo con Vietnam e Indonesia.
Aunque otra preocupación central es abrir los mercados del Asia Pacífico.
De hecho, ya hubo una reunión en Australia con representantes de ese país, Perú, Vietnam y Estados Unidos, para que estos países ingresen al P4, pacto libremercadista que integra Chile con Nueva Zelanda, Singapur y Brunei.
Las preocupaciones comerciales y financieras están por tanto sobre las inquietudes políticas y la suposición de que Chile encabezaría un pacto conservador con Perú, México y Colombia.
Piñera, y la mayoría de sus ministros, son hombres de negocios y saben que los conflictos políticos no son el mejor aliciente para el comercio.
Además, salvo hitos puntuales, esa ha sido la política exterior chilena desde 1990, tras la recuperación de la democracia.
Prueba irrefutable de lo anterior es que en las últimas semana, ni desde la OEA, que encabeza, ni desde el Grupo de Río que preside, Chile inició ninguna ofensiva conservadora, por ejemplo, ante la situación en Cuba.
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