Dos días y medio después de haber tomado un avión que despegó de Bogotá hacia la punta sur del continente, ver a una foca de 200 kilos que dormita sobre un trozo de hielo, frente al glaciar San Rafael, compensa el cansancio de las últimas horas, que han pasado entre tres aeropuertos, dos hoteles, otros tantos buses y un catamarán atestado de turistas canadienses que ahora corta las aguas heladas en la Patagonia chilena.
Una escena como esta no es fácil de imaginar, ni siquiera después de quedarse pegado a un programa de National Geographic, de esos en los que las cámaras se cuelan por rincones inaccesibles para captar hasta una pelea de hormigas.
Los canadienses de pelo blanco se dirigen con prisa a la popa luego de que los guías les han avisado del hallazgo de 'Rafaela', una foca pesada conocida de la tripulación que se despereza en su témpano al advertir nuestra presencia, al tiempo que el viento produce la sensación térmica de un cuarto frío de supermercado.
Hasta hace unos minutos, mientras uno de los cuatro botes de fibra de vidrio volvía con el último grupo de viajeros que buscaban ver más de cerca el glaciar, una lluvia delgada bañaba a los turistas. Este es apenas otro cambio repentino en el clima de esta parte del mundo.
Chile es angosto y alargado como un palo de golf. Nos encontramos en Aysén, la XI región del país de Condorito, y si quisiéramos volver a Santiago desde Puerto Chacabuco, el pueblito de donde la embarcación partió esta mañana, tendríamos que manejar 22 horas. Es evidente la impresión de lejanía y un mapa nos confirma que es cierto: estamos en la Patagonia.
En este punto remoto de Chile el espectáculo de la foca negra que agita sus aletas, como saludando a los pasajeros del catamarán, es algo inesperado. Sin embargo, lo que nos ha atraído hasta esta esquina de Suramérica es el glaciar San Rafael, que con la densa bruma que esta tarde reposa sobre él tiene el aspecto de un río de tonos de azules sin fin que se congeló en el tiempo al desembocar en una suerte de mar interior de 170 kilómetros cuadrados.
El paisaje es resultado de la última glaciación, que hace 18.000 años modeló la geografía abrupta de la Patagonia y roció las aguas de la laguna San Rafael con trozos de hielo de diversos tamaños, entre verdes, azules y negros.
Una cosa es ver el glaciar desde el catamarán 'Chaiten', donde 100 pasajeros pueden leer, conversar y comer mientras aprecian la colección de montañas y picos nevados a través de las ventanillas. Algo distinto es hacerlo desde el agua. Fernando Hermosilla, uno de los guías, explica que estamos a tres kilómetros del ventisquero y que en un bote pequeño trataremos de llegar lo más cerca posible del gigante, zigzagueando entre icebergs que impiden el avance del 'Chaiten'.
"La laguna San Rafael es 60 por ciento agua de mar y 40 por ciento dulce", cuenta Hermosilla. Al sacar un pedacito de hielo y recoger en las manos un poco de agua comprobamos su sabor ligeramente salado. Entre tanto, los témpanos que nos rodean adquieren tonos entre el turquesa y el blanco, según como los ilumine el sol. Algunos tienen el aspecto de paredes de icopor; y las hendiduras de otros parecen haber sido labradas por un cincel gigante.
A medida que avanzamos hacia el glaciar notamos cómo sus dimensiones parecen aumentar. Hemos recorrido un kilómetro y ya se adivina la inmensidad de la pared, de entre 50 y 70 metros de altura, lo mismo que su anchura, que va de 3 a 4 kilómetros.
Sin embargo, llegamos a un punto en que no podemos seguir adelante. Cientos de fragmentos congelados se interponen como una sábana de escarcha entre el bote y el San Rafael. Es hora de tomar algunas fotos y de quedarnos en silencio para absorber mejor la calma de este sitio. Una nube negra amenaza por el sur y nos hace pensar en regresar a la comodidad del catamarán, pero no nos da tiempo y tenemos que ponernos los ponchos amarillos que los guías han llevado.
Regresamos al 'Chaiten'. Ya a bordo, como si se cerrara un grifo, ha dejado de llover cuando los canadienses abandonan sus asientos y salen a cubierta para saludar a la foca exhibicionista.
Desde aquí el glaciar se percibe como un exceso monumental de batido blanco. De pronto un pedazo enorme de hielo se desgarra de otro más grande, se precipita y las olas que provoca hacen que el 'Chaiten', aún detenido, se bambolee como un flotador en una piscina agitada. Hora de partir. De decirle adiós a 'Rafaela', que se lanza a la laguna para darse un chapuzón, y de volver con pausa a los hoteles, los buses y los aeropuertos.
Si usted va
Los colombianos no necesitan visa para viajar a Chile. LAN vuela todos los días entre Bogotá y Santiago (vía Lima) y directo a Santiago martes, jueves y domingos. Bogotá - Santiago -Balmaceda - Santiago - Bogotá, tarifa desde 2,4 millones de pesos (con impuestos incluidos). www.lan.com.
La temporada de viajes al glaciar termina en abril y comienza de nuevo en septiembre. Planes de dos noches, en acomodación doble: desde 864 dólares por persona, con desayuno. Incluye alojamiento en el Hotel Loberías del Sur; transporte de ida y regreso entre el aeropuerto de Balmaceda y Puerto Chacabuco; cena de bienvenida, excursión a la laguna -con alimentación- y caminata en el parque Aikén del Sur (con almuerzo de cordero patagón).
www.catamaranesdelsur.cl; info@catamaranesdelsur.cl; 56 2 231 1902.
Dónde alojarse: en Santiago. Sheraton. Habitación doble, desde 209 dólares. www.starwoodhotels.com; (56 2) 233 5000; Radisson de ciudad empresarial. Habitación doble, 101 dólares más impuestos. www.radisson.cl; (56 2) 437 0000; Puerto Chacabuco. Loberías del Sur. Del primero de abril al 31 de agosto, 170 dólares; del primero de septiembre al 31 de marzo, 300 dólares. www.catamaranesdelsur.cl; (56 67) 351 112.
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