Lo que el caso chileno nos puede decir sobre el actual proceso electoral en Costa Rica
Los resultados de las elecciones generales en Chile muestran una serie de paradojas que tienen suma importancia a nivel regional.
Comenzando por el hecho de que la coalición perdedora termine sus veinte años de conducción del país con una presidenta que tiene el apoyo del 80% de la población y con un país completamente transformado, que solo 30 días antes de los comicios ingresaba al selecto club de países desarrollados que conforman la OCDE.
¿Cómo es posible, entonces, que Concertación Democrática perdiera las elecciones?
Enseñanzas. Parece indudable que las enseñanzas del paradójico caso chileno son importantes para aquellos países que, como Costa Rica, eligen autoridades de gobierno este 2010.
La primera refiere al hecho de que la ciudadanía distingue las candidaturas específicas de la campaña, respecto de los resultados de gobiernos salientes del mismo color político.
Dicho de otra forma, aunque haya influencia favorable de gobiernos exitosos, esta no es suficiente para asegurar la victoria electoral. Es decir, el perfil de la candidatura específica tiene bastante mayor peso de lo que frecuentemente se cree.
La segunda lección refiere a algo que ya se ha experimentado en otras transiciones democráticas: una derecha surgida de una situación de dictadura puede transformarse efectivamente en una derecha moderna y orientada hacia el centro, que adquiera competencia como alternativa de gobierno, especialmente cuando la fuerza progresista que fue oposición a la dictadura lleve mucho tiempo en el gobierno. En breve, la derecha también puede modernizarse. Así pasó en España y ahora ha sucedido en Chile.
Sin embargo, las referencias anteriores explican por qué las dos últimas elecciones en Chile han sido reñidas. Pero el factor decisivo que permitió la ajustada victoria de Sebastian Piñera, ese 5% decantador, refiere a una enseñanza fundamental para el campo de las fuerzas progresistas.
Como se manifestó en la primera vuelta, además de los votos propios del candidato concertacionista, Eduardo Frei, había más de un cuarto del electorado que se situaba en candidaturas a la izquierda de Frei, sobre todo a favor del candidato, surgido del partido socialista, Marco Enríquez.
Es decir, la suma aritmética del conjunto de la intención del voto progresista, se situaba en torno al 60% del electorado. Sin embargo, la mayor parte de ese 25% de voto progresista, originalmente aliado en la Concertación Democrática, no apoyó e Frei en la segunda vuelta electoral.
La responsabilidad de ello ocupa tanto a líderes como a votantes progresistas. Un medio de comunicación reproducía fielmente la expresión de uno de ellos: “Yo he anulado mi voto, pero creo que es preocupante la victoria de la derecha”.
Desde luego, la división fratricida del campo progresista no es algo precisamente nuevo. En la región, ha producido una saga de casos, desde Fujimori a Chávez, que son de lamentar; pero se remonta a hitos históricos más dramáticos, como el sucedido en la izquierda alemana que permitió el ascenso de Hitler al poder.
Todo indica que una mezcla de cálculos políticos erróneos y mucha inflamación hepática llevan a la división fratricida que luego lamentan los propios progresistas.
Mecanismos perversos. Dos mecanismos perversos potencian esa actitud. De un lado, la lógica según la cual los verdaderamente progresistas luchan mejor contra un gobierno de clara tendencia opuesta. Ya fue difícil superar en las transiciones la tentación izquierdista de pensar: “Contra la dictadura (Franco o Pinochet) luchábamos mejor”.
El otro mecanismo es tan viejo como el Imperio Romano: si no me gusta mi aliado (orgánico o natural) apoyo indirectamente al enemigo. Lo que suele suceder al final es que tanto el error político como la inflamación hepática acaban pagándose, como señala acertadamente el artículo de Luis Fernando Aragón ( La Nación , 16/01/10).
¿Tendrá algo que ver esta última lección del caso chileno con el actual proceso electoral en Costa Rica? ¿Estará reflejando esa división fratricida la encuesta de Unimer cuando muestra que los dos tercios del voto a la izquierda del PLN (PAC y otras formaciones menores), antes de votar por Liberación, estarían tentados a hacerlo por el Movimiento Libertario, que declara abiertamente su rechazo del Estado de Bienestar?
Estas son algunas reflexiones que pueden hacerse en Costa Rica a la luz del paradójico caso chileno.
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