Para tener un buen país necesitamos no solo un buen Gobierno, sino una buena oposición.
Como todos los seres humanos, siempre supe que poseo en exclusiva muchos defectos y algunas cualidades. Durante mis más de 50 años de vida, nunca me creí envidioso, pero confieso que desde hace unos días, la envidia se apodera de mí. Para Santo Tomás son siete los pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, gula, ira, pereza y envidia. La Academia de la Lengua define la palabra envidia como “pesar del bien ajeno. Emulación de algo que no se posee”. Y es precisamente lo que me sucede.
El domingo pasado me puse a navegar por Internet y de pronto ante mis ojos apareció una noticia que me llenó de envidia. Leí que luego de la elección de presidente en Chile, el triunfador, Sebastián Piñera, ante la visita que le hiciera el candidato perdedor, Eduardo Frei, para felicitarle y desearle éxitos, el futuro mandatario dijo: “Para tener un buen país necesitamos no solo un buen gobierno, sino una buena oposición. Estoy seguro de que vamos a tener una oposición leal, constructiva, que va a fiscalizar con rigor, como corresponde, pero que va a tener un espíritu constructivo”. Estas frases son impensables en Ecuador, e impracticables desde hace tres años. Con el léxico puesto de moda, seguro se oirá algún sábado, que esas ideas pertenecen a un pelucón multimillonario.
Me pregunto si se escuchará en alguno de los enlaces nacionales, “disparates” como lo expresado por el mandatario electo chileno el día de su triunfo: “Nuestro país necesita unidad. Los problemas que enfrentamos hoy son muy grandes y desafiantes y necesitamos unidad”. También me cuestiono si de la boca del Mandatario ecuatoriano saldrá una “zoquetada” como la dicha por el señor Piñera: “Espero que prevalezca el diálogo, la búsqueda de acuerdos y se mantengan las conquistas sociales que tanto nos ha costado recuperar”.
El Mandatario electo de Chile pertenece a un partido político de tendencia distinta a la de la presidenta Bachelet, pero él no se atrevió a decir que reinventará el país. Ni que se revisarán los contratos firmados por los anteriores gobernantes; y menos se le ocurrirá afirmar que la deuda externa chilena es ilegítima, inmoral, odiosa y que no se la pagará. ¡Eso sólo ocurre en paisitos como Ecuador!
Los pecados capitales se vencen con virtudes. La envidia generada por las frases del futuro presidente chileno se la supera con la virtud de la caridad. Ante la soberbia de ciertos mandatarios que gozan del poder, la virtud es la humildad. Ojalá los buenos ejemplos cundan y el gobernante entienda que un país se dirige con políticas y acuerdos, no con dádivas ni ira. Ojalá que en la Plaza de la Independencia se enteren de la necesidad de la oposición y la fiscalización para que el pueblo sea libre.
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