El triunfo de Piñera en Chile posee el mérito de revalorizar, al menos por ahora, la opción por una derecha democrática y alejada de los anatemas con los que la izquierda fulmina siempre esa denominación.
El triunfo de Piñera en Chile posee el mérito de revalorizar, al menos por ahora, la opción por una derecha democrática y alejada de los anatemas con los que la izquierda fulmina siempre esa denominación.
La propaganda de la izquierda ha sido tan efectiva, fundamentalmente en la Argentina, que todos –políticos y público– temen identificarse con la “derecha”. Un mínimo análisis permitiría demostrar la incoherencia con que la izquierda elabora su catálogo de derechistas; pero ese análisis rara vez puede hacerse frente al público y la incoherencia adquiere así carácter de dogma.
Si el parámetro que se toma para medir la mayor derechización es el grado de rechazo a la intervención del Estado en la economía (léase capitalismo), no se comprende entonces por qué, a expresiones como el fascismo o el nacionalsocialismo se las considera “ultraderecha”, cuando es evidente que esas corrientes han impulsado una intervención del Estado avasallante, en las antípodas del capitalismo. Se dice que, en estos casos, la pauta de catalogación es la intensidad o violencia con que se rechaza a las posiciones de izquierda y se imponen políticas de gobierno; pero entonces se está comparando manzanas con naranjas.
Otros, incluidos muchos simpatizantes de derecha, sostienen que la clasificación en izquierdas y derechas es obsoleta. Pero, como quiera que sea, la clasificación subsiste y se resiste a desaparecer del lenguaje; habrá que admitir que algún motivo tiene la supervivencia.
El arco político de los Estados Unidos exhibe más coherencia en su dialéctica, que responde a tendencias frecuentes del espíritu humano.
La creencia en la libertad, el mérito individual y el derecho a gozar de sus frutos sin el despojo por la autoridad o la delincuencia; la tendencia a la solidaridad voluntaria con tiempo y bienes propios y no con los ajenos; la fe en Dios y en mandamientos superiores a la ley humana y la afirmación de pautas morales mínimas e innegociables que caracterizan a cada sociedad desde su fundación, son algunos elementos que presentan derechas como la americana o el PP en España. En cuanto a sus deformaciones e hybris, nada diferente a la izquierda cuando gobierna.
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