"Aquí los políticos se critican desde las tribunas durante las campañas electorales y luego lo olvidan todo, aunque dejan en la ciudadanía el feo sabor de los enfrentamientos."
Cuando se supo que Sebastián Piñera se impuso al candidato oficialista Eduardo Frei, por un 51,9% de los votos frente a un 48,1%, la presidenta de Chile Michelle Bachelet llamó al candidato triunfante para felicitarlo.
"Hoy día la gente eligió democráticamente y lo eligió a usted como nuevo presidente de la República", señaló Bachelet, en una conversación que fue trasmitida por la televisión para toda América. El primer representante de la derecha en ganar una elección presidencial en Chile desde 1958, agradeció sonriente las palabras de la mandataria, sentado junto a su esposa y nueva primera dama, Cecilia Morel. "Le agradezco mucho sus palabras y quiero pedirle consejos y ayuda", le dijo Piñera a Bachelet, reconociendo su relevante experiencia de cuatro años.
A los argentinos les quedó un sentimiento de admiración y de frustración puesto que ese diálogo nunca se hubiera dado entre políticos de nuestro país. Por el contrario, aquí los políticos se critican desde las tribunas durante las campañas electorales y luego lo olvidan todo aunque dejan en la ciudadanía el feo sabor de los enfrentamientos. Lo usual es que si asume un opositor de alguna manera tratarán de deslucir su trabajo. Algo que se ha visto con claridad en las últimas décadas. Una conclusión primaria sería que el argentino no sabe actuar desde la oposición.
Es cierto -y tal vez aquí esté la clave- que Chile nos ha superado largamente en la educación, simplemente porque cada equipo de gobierno que llegaba trató de mejorar lo que estaba hecho. En la Argentina -por el contrario- cada nuevo ministro quiere concretar sus ideas y ello ha hecho que, al ir de cambio en cambio, se debilite el sistema.
Pero lo más interesante es que ese diálogo entre Bachelet y Piñera comenzó a borrar los perfiles de izquierda-derecha y se destacó que en Chile se vota abiertamente, no se demoran los escrutinios y se reconoce inmediatamente al ganador. Eso es democracia.
Otro hecho para tener en cuenta. Cuando se vió la gravedad de la situación en Haití, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, citó a Bill Clinton y a George W. Bush, ex mandatarios que acudieron a la cita sin tener en cuenta sus posiciones personales, sino la gravedad de la situación. Cuando se producen estas demandas, estos encuentros, es porque se pone los intereses del país por sobre cualquier interés político-partidario algo que tendremos que aprender para fortalecer la democracia. Hay que admitir que cuando hay una cultura previa, los encuentros extrapartidarias son frecuentes.
Lo que nos toca de cerca. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner pronuncia discursos cada vez más domésticos pero llegar a decir que no iba a China porque si Julio Cesar Cobos se queda a cargo de la presidencia desestabilizaría el gobierno, estuvo más allá del cálculo de cualquier ciudadano. A muchos, les dejó la impresión de que le falta dominio de las situaciones o que se encuentra en un momento político crucial, de otra manera no pueden entenderse ciertas actitudes.
En tanto, la consultora Mitofsky, reveló en su último informe que Cristina Kirchner es el jefe de Estado más impopular de América, la que aparece con la más baja calificación.
Con cierto aire de soberbia, en sus discursos ataca cada vez más frecuentemente a quienes considera sus enemigos u opositores. Es una forma rara de gobernar, ya que quien esté a cargo del Poder Ejecutivo debe gobernar para todos los ciudadanos del país.
Estos ejemplos no hacen más que revelar la fragilidad o la ausencia de la formación política en la Argentina. Algo que, antes o después, se deberá tener en cuenta si se piensa con sinceridad en el desarrollo y el progreso del país. Hoy los hechos políticos -que sobrepasan fácilmente los márgenes del entendimiento- confunden a buena parte de la ciudadanía porque carecen de una orientación clara en tanto encubren muy diversos intereses. Esa característica hace que la gente desconfíe de la política y de los políticos, o que se vuelva totalmente indiferente. Ninguna de las dos opciones favorece a la madurez del país.
Pese a las múltiples experiencias vividas -algunas muy dolorosas- a veces cuesta comprender las situaciones. Sobre todo, cuando falta claridad en los enunciados o cuando desde el gobierno se ponen trabas porque se está jugando un papel más ideológico que idealista.
Los ejemplos cercanos de Chile y Uruguay deberían servirnos a los argentinos. A esos países nadie le regaló nada, sino que tuvieron la capacidad para aprender sobre la marcha, saber utilizar las experiencias anteriores y así poder apostar a algo nuevo.
Artículo original
No hay comentarios.:
Publicar un comentario