El tema de este artículo no es hablar del debate Frei-Piñera como tampoco del rol mundial de Transparencia Internacional. Me atreveré a opinar únicamente acerca de la filial chilena.
Lo primero que me ha llamado la atención es precisamente la falta de transparencia. Es decir, que ni su directorio, ni sus socios, ni su jefe de estudios ni los redactores del ya famoso informe hayan respondido por lo hecho, sobre todo, si creen estar en lo cierto de lo afirmado. Aún más, que estos últimos no hayan estado disponibles para consultas y cuestionamientos, y aún más insólito que la presidenta de la filial chilena, una ex ministra del actual gobierno, haya citado a una conferencia de prensa en que leyó un comunicado, sin aceptar ninguna, ni una sola pregunta.
En segundo lugar, me ha impresionado la falta de rigurosidad y responsabilidad (insisto en que no me refiero al contenido del Informe), ya que en qué tipo de organización pública o privada sería aceptable que el directorio no conozca lo que se envía en su nombre (el ex presidente de la filial chilena Luis Bates ya aclaró que no siempre fue así), y lo que se envió no fue algo menor, sino que era el capítulo chileno de un estudio mundial, donde las autoridades internacionales no pueden sino hacer fe de lo que le enviaba la filial chilena. Aún más, hasta el día de hoy no está claro si el Jefe de Estudios de la sección chilena estaba en sus funciones o con permiso médico en los días en que se envió y si tuvo o no conocimiento del contenido, y si lo aprobó o no. La pregunta es en cuantas organizaciones para algo de relevancia y de edición mundial, nadie asume la responsabilidad o funcionarios menores cuentan con total libertad para hacer lo que estimen conveniente a nombre de una organización de importancia , y según lo reconoce, el Directorio no se molesta en conocer o discutir el Informe.
En tercer lugar, una revisión de la página web muestra que en ninguna parte figura lo más elemental como debiera ser la lista de conflictos de intereses que podrían tener en aspectos puntuales sus directores, socios y funcionarios, lo que es elemental desde el punto de vista ético y de transparencia. Al mismo tiempo, en los currículos de sus funcionarios, sean el jefe de estudios o los redactores del informe, nada evidencia que tienen la preparación puntual (no basta con exhibir sus grados académicos) para hacer los estudios que se le encargan. En otras palabras, cuales son los otros estudios o investigaciones que han hecho, que nos permita tener la seguridad que tienen las habilidades específicas y la experiencia para suscribir o dirigir un informe de la naturaleza del que estamos comentando. Impresentable en cualquier centro de estudios de importancia mucho menor. Además las listas de directores y socios que figuran, dan una sobrereprentación de la Concertación y de la Alianza, lo que por cierto es empobrecedor, ya que el país es más que eso.
En cuarto lugar, es penoso lo que ha ocurrido, ya que más allá del manto de duda que se ha creado sobre la organización, es una acción que afecta el trabajo de quienes habían transformado a Transparencia Internacional en una entidad de gran relevancia internacional y nacional.
En quinto lugar, hemos observado la repetición de una enfermedad nacional, donde nadie al nivel mas alto, nacional e internacional, parece aceptar la responsabilidad ética que les corresponde y el hilo se corta por lo más delgado, responsabilizando a quienes escribieron el informe. ¿Cuántas veces hemos visto lo mismo a todo nivel en nuestro país y criticado en sus informes por Transparencia Internacional?
Más allá de la desilusión personal, las conclusiones son tres:
- Una lección para los medios de comunicación (y no solo en Chile) que no pueden aceptar en forma acrítica, sin hacer su propia investigación, lo que reciben de estas organizaciones.
- Que desde el punto de vista ético, las exigencias para las instituciones informantes deben ser al menos iguales, si no superiores, a las que ellos exigen de los informados.
- Que las ONGs no deben pretender, sin prueba, una superioridad moral sobre otras organizaciones privadas o las públicas.
Es una lástima lo que pasó con la filial chilena de Transparencia Internacional, ya que las sociedades necesitan de organizaciones y personas que eleven los niveles éticos, que es lo que ha perdido esa organización junto con prestigio.
Para recuperar parte de lo perdido, al menos debiera haber una muy fuerte autocrítica a nivel chileno, una opinión de la organización madre, y sobre todo, responder la pregunta de quien asume la responsabilidad, quienes renuncian, a quienes se les pide la renuncia, y sobre todo, como se aplican a si mismo los mínimos niveles de transparencia que por tanto tiempo les han exigido a otros.
Reitero que el tema no es Frei o Piñera, sino como descubre, o mas bien la filial chilena de Transparencia Internacional y sobre todo su directorio, redescubre una palabra de solo cinco letras: ETICA.
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