"Aún tenemos pesadillas con la niña que dejamos morir en Haití". Los bomberos de Valladolid, tres meses después del seísmo, comparan su experiencia con el terremoto de Chile
Su foto sacando a un bebé de los escombros del pasado terremoto de Haití dio la vuelta al mundo. Los siete bomberos del grupo de Rescate y Salvamento de Castilla y León que participaron en las labores de rescate de ese seísmo tienen ese momento guardado en su memoria como el de mayor "subidón" dentro del horror de la tragedia.
El peor, cuando tuvieron que dejar morir a una niña a la que no pudieron terminar de desenterrar porque ese día la ONU evacuó por seguridad a todos los equipos de rescate de Puerto Príncipe. Todavía tienen pesadillas, justo cuando se cumplen tres meses de que se abriese la tierra en el país caribeño.
Tres de los siete bomberos, Eugenio Blanco, Raúl Rodríguez y Paco Rivas repitieron después con el terremoto de Chile, siendo de los poquísimos grupos de bomberos de todo el mundo que han estado en los dos seísmos. Las diferencias de víctimas entre las dos tragedias han sido enormes. En Chile murieron unas 300 personas, en Haití más de 200.000. "No ha tenido que ver nada una experiencia con la otra.
"Chile es un país rico, con infraestructuras, no había pobreza, estaba todo más o menos organizado. En Haití salías a hacer rescates cuando podías, con escolta. No había infraestructuras, no había nada, todo era complicado", relatan estos tres hombres en Valladolid, donde han regresado a sus respectivos parques de bomberos. En Haití los bomberos llegaron prácticamente con lo puesto, no tenían comida y durante días estuvieron comiendo de la fruta deshidratada que había traído un equipo de rescate mexicano.
En Chile trabajaron en la zona de Dichato y las primeras diferencias con Haití las encontraron a la hora de quitar los escombros. "En Chile había madera, en Haití ladrillo, tierra, hormigón-arenoso... En Chile era mucho más difícil desescombrar". Además, en Chile, del que recuerdan las imágenes impresionantes que dejó el tsunami en la costa, fueron directamente a sacar cadáveres mientras que en Haití la búsqueda se centró en los supervivientes.
Pero la mayor diferencia la han encontrado en el trato con la población. "En Chile apenas hablamos con nadie, en Haití todo era improvisación, estabas en un rescate y había familiares al lado esperando. Fue impresionante", recuerdan. De ahí, no se les quita de la cabeza el día del rescate frustrado de la niña, de cómo la pequeña abrió los ojos de manera desmesurada cuando les vio que se iban y la dejaban semienterrada.
Repiten una y otra vez la imagen y no se cansan de buscar teorías de lo que podría haber ocurrido si no se hubiesen ido. "Cada día no duermo, no sé si lo voy a superar", dice Paco Rivas. Y Eugenio y Raúl apostillan que se arrepienten de no haberse quedado, a pesar de la orden obligatoria de la ONU de evacuar el lugar. "Tenemos una máxima: o sales tú o no sale ni Dios. Te ilusionas porque estás sacando a alguien vivo. Se podía haber sacado, estuvimos dos horas y media con ella, si nos hubiésemos quedado un poco más, ya casi la teníamos", repiten.
Paco ya tenía experiencia en grandes catástrofes. Para los otros dos, Haití fue la primera. Para Eugenio, "pasaré por muchas más experiencias, pero ninguna será como la de Puerto Príncipe", Raúl dice que no podrá olvidar "la destrucción tan grande" y Paco recuerda del país caribeño "la cercanía con las víctimas, ver a la gente con la mirada perdida, el silencio de las calles y la espera".
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