Clases en colegios y universidades, eventos corporativos y el primer teatro del rubro. La oferta en el mercado se ha diversificado tanto, que empresas y particulares requieren los servicios de los magos, quienes cobran desde $100 mil hasta más de $2 millones. El Círculo Mágico es la única asociación que existe en un gremio que es muy competitivo entre sí, y ya cuenta con casi 40 integrantes. De la publicidad a los trucos corporativos
Con un pasado en el mundo de las agencias y la empresa privada -llegó incluso a ser director de una influyente oficina publicitaria y gerente de marketing en un banco importante-, fue en 2003 cuando se decidió a reformular su carrera. Ya no sería Aldo Duce, el jefe, sino que Aldo Duce, el mago.
Su mix de productos varía entre actores en vivo, piezas audiovisuales, participación del público, la espontaneidad de su personalísimo humor y, claro, los trucos del mago. Sus shows pueden costar entre un millón $300 mil y un millón $600 mil, pero también ha realizado performances de más de dos millones. "Todo depende de la cantidad de elementos que sean necesarios para comunicar lo que pide el cliente. Sé qué rutina es la más efectiva. Y soy bueno detectando eso y llevándolo a la escena", cuenta el artista. "Es un negocio que en el fondo es muy parecido a lo que hacía como publicista: perfilo un producto, que requiere una investigación, un proceso, un tono, un carácter y hasta un envoltorio", resume en lenguaje marquetero. "No soy un mago barato", reconoce.
Aprendió los trucos a la antigua: leyendo libros de manera autodidacta, cuando niño. Luego se convirtió en un hobby y finalmente lo profesionalizó, sacrificando vacaciones y ahorros para ir a perfeccionarse al campeonato europeo de magia en Austria 1999, y luego consiguió en 2003 ser finalista en el campeonato mundial de magia en Holanda.
En los primeros seis meses no tuvo números azules, pero aguantó. "Esto se ha convertido en mi empresa: tengo una planilla de gastos, un ítem de merma y toda la información contable bien ordenada. Eso, aparte de objetivos estratégicos que quiero llevar a cabo, con su respectiva inversión", relata sobre los trucos en el ámbito económico que ha tenido que realizar.
"Vivo gracias a la magia. Además, tengo un equipo de trabajo de guionistas, actores y técnicos que también lo hacen", cuenta orgulloso.
De carrera tradicional a mago profesional
Para Carlos Arce (26) la magia no se reduce al costo de oportunidad. Recién titulado como arquitecto, hizo el cálculo y sabe que en su trabajo como mago gana más plata y no tiene jornadas completas de nueve de la mañana hasta las siete de la tarde.
Sin embargo, por ahí no pasa la cosa: el hobbie de la magia pasó a convertirse en su vocación. Y esa vocación en profesión: "Cuando me presento digo que soy un mago profesional, no un arquitecto", relata. De hecho, sólo ejerció tres meses lo que estudió por más de cinco años en la Universidad Católica. "Trabajé en una oficina de arquitectura con un contrato que me daba flexibilidad para hacer magia, pero luego pensé en darle la oportunidad y prioridad a lo que verdaderamente me apasiona. En resumen: renuncié a la oficina y renuncié a la arquitectura".
Empezó a hacer sus primeros trucos a los siete años. De papá mago, revisaba intrigado sus cajones en busca de los juegos que le mostraba en comidas familiares y cumpleaños. A los 14 años hizo su primera presentación pagada, siempre bien asesorado por su padre y mentor. Luego vino la universidad y se las ingenió para compatibilizar los estudios con los tiempos para ensayar los trucos. Nunca fue irresponsable y se tituló con buenas notas. Paralelamente, su carrera como mago iba en alza. Todo eso, además de asistir a las reuniones del gremio en torno al "Círculo Mágico", una asociación de la que es presidente y heredó de su padre, que hoy cuenta con cerca de 40 socios.
Actualmente está abocado completamente a la magia, realizando shows para particulares a los que cobra entre $70 mil y $180 mil, y a empresas entre $200 mil y medio millón de pesos. De dedicarse de nuevo a la arquitectura, nada. "No pienso ejercer", relata. "Puedo vivir de la magia: en la mañana puedo estar haciendo magia para niños en un jardín, en la tarde en un restaurante y en la noche en un matrimonio".
Trucos para economistas
Víctor Sandoval (36) aprendió tarde a hacer magia y tomó clases particulares para que le enseñaran el oficio. Ahí comprendió que la gracia no estaba en aprenderse el truco, sino que en convencer al interlocutor de que una ilusión se ejecutaba frente a sus ojos. Hoy es profesor de historia y a la vez profesional de la magia.
Hace ocho años hace clases en el Colegio Manquehue, en donde trabaja como inspector e imparte talleres de magia, y desde marzo en la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile. Tan bien le fue en el primer semestre, que durante el segundo se abrió una nueva sección: ahora serán 120 futuros ingenieros comerciales y economistas que aprenden los juegos de magia. La idea es que el día de mañana estos alumnos tengan mayor facilidad para tratar con colegas, socios y clientes. Cuenta Sandoval que este tipo de trabajo es ideal para aquellos alumnos que son extremadamente tímidos.
Ha sido invitado con Magiaedu para exponer en varios seminarios académicos del tema educacional, incluso en el extranjero. Y también lo ha hecho en empresas en nuestro país.
Si quisiera, podría vivir de los réditos que le trae su iniciativa y de los shows de magia close-up que hace los fines de semana en eventos sociales, pero su vocación lo llama a seguir haciendo clases en el colegio y en la universidad. Además, tiene otro aliciente. Cuando fue al Registro de Propiedad Intelectual a patentar sus ideas el funcionario de turno mencionó algo que nunca olvidará: "'Esto no lo ha hecho nadie', me dijo, y ahí supe que me iba a ir bien", cuenta.
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