Esto es lo que se debate en Chile y será lo que marque las elecciones que se avecinan. El electorado tendrá la oportunidad de escoger entre el continuismo con vuelta atrás que plantea el oficialismo y el cambio que nos proyecte al futuro como lo propone Sebastián Piñera.Por un lado, tenemos al senador, que desea regresar a cualquier precio a La Moneda, aun hipotecando su eventual administración a los requerimientos del Partido Comunista y sus compañeros de ruta. Si bien son los votos que necesitaría en la segunda vuelta para amagar las posibilidades de triunfo de Piñera, Frei y la Concertación no trepidarán en armar cualquier componenda con tal de no dejar las prebendas fiscales.
Aquí está el origen de su programa de gobierno, que implica continuismo pues seguirían los mismos en el poder, pero también un regreso al pasado, cuando sugiere que sea el Estado el motor de la economía y el rector de la vida nacional. En otras palabras, desandar el camino recorrido para volver al estatismo socializante y populista, fracasado en todas las latitudes y que también nos hundió en la mediocridad y el atraso.
La Coalición por el Cambio ha presentado al país una propuesta que está en consonancia con las aspiraciones nacionales para el Bicentenario. Es decir, un Chile pujante y de oportunidades para el desarrollo individual, pero al mismo tiempo solidario con aquellos compatriotas que necesitan protección y ayuda. Esto no se consigue “devolviéndole al Estado el rol que nunca debió perder”… al contrario, incentivando la iniciativa privada para que cree e invierta y genere más y mejores empleos. Tampoco se logra agrandando el tamaño del Estado, sino con más eficiencia y mejor uso de los recursos: nunca se ha gastado más en educación y salud públicas que en estos últimos veinte años y los resultados no pueden ser peores y más desalentadores.
Por tanto, la alternativa para el domingo 13 es clara: cambio y rechazo al continuismo retrógrado que ofrece la Concertación.
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