Nuestros países, tan proclives a la refundación, la bronca y el seguimiento a caudillos, deben ver la experiencia chilena.
Aburrido y gris son calificativos al proceso electoral presidencial que este domingo tendrá su primera ronda en Chile. Y así es. A diferencia de países vecinos que cada cuatro o seis años parecen refundarse en medio de debates intensos, aquí el cambio de mando es un hecho predecible debido a la fuerte institucionalidad y al pragmatismo creciente.
El empresario Sebastián Piñera encabeza las preferencias. Seguramente no le alcanzará el apoyo en la primera ronda e irá a una segunda en enero, pero tiene alto chance de poner fin a 20 años de gobiernos de partidos del centro a la izquierda. A pesar de lo que eso representaría, pocos se asustan.
Este postulante, forjado en los negocios, representa la alianza entre la derecha moderada y el conservadurismo que respaldó a Pinochet.
Pero Piñera es una rara avis. En el pasado llegó a oponerse al dictador y ahora es partidario de legalizar las uniones homosexuales. Como legislador ha concertado con sus contrarios y asegura que dará continuidad a las políticas de la socialista Michelle Bachelet.
Aquel Chile de 1988 que desbordaba pasión política en el plebiscito convocado para decidir si permanecía Pinochet, ha mudado. Los anhelos de quiebres institucionales de antaño perdieron impulso y no existen caudillos, esos que tanto enferman a las democracias. Prima el afán de dar continuidad a un modelo liberal exitoso. Tener a izquierda y derecha en relativa sintonía resultó efectivo.
Piñera parece encarnar el Chile actual, competitivo y pragmático. Si en 1988 miles de personas tomaban las calles para gritar contra la represión y reivindicar su derecho a construir un nuevo país, ahora las concentraciones están ausentes y el ciudadano de a pie se muestra poco ideologizado.
Al empresario le sigue en las encuestas el oficialista Eduardo Frei, cuya popularidad cae de la mano de su propia grisura y del desgaste de la Concertación.
El joven Marco Enríquez-Ominani, ex miembro de ese arco político e hijo de un guerrillero asesinado, le pisa los talones. Ninguno propone cambios radicales.
La gestión de cuatro gobiernos consecutivos de la Concertación, donde destacan estrategias de apertura comercial, privatizaciones y lucha contra la pobreza, dibujó a Chile como el país de más alto ingreso per cápita en América Latina y uno de los menos corruptos.
El otro candidato es Jorge Arrate, quien sugiere retomar las políticas de Salvador Allende y declara su simpatía por Hugo Chávez. No tiene posibilidades.
Cualquiera que sea el próximo presidente, Chile seguirá en su ruta pragmática. Es deseable que nuestros países tan proclives a las refundaciones constantes, a la bronca y el seguimiento a caudillos, analicen esta experiencia sureña.
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ACLARACION: Este blog no es antiperuano ni nacionalista chileno. Este blog simplemente recopila y (a veces) comenta sobre artículos recopilados en la prensa nacional y mundial y que involucran a Chile. Si parece "cargado" hacia Perú, simplemente, es resultado de la publicación constante -y obsesiva- en ese país de artículos en que se relaciona a Chile. Así también, como ejemplo opuesto, no aparecen articulos argentinos, simplemente, porque en ese país no se publican notas frecuentes respecto Chile. Este blog también publica -de vez en cuando- artículos (peruanos o de medios internacionales) para desmitificar ciertas creencias peruanas -promovidas por medios de comunicación y políticos populistas de ese país- sobre que Perú ha superado el desarrollo chileno, lo que es usado en ese país para asegurar que Chile envidia a Perú y que por eso buscaría perjudicarlo. Es decir, se usa el mito de la superación peruana y la envidia, para incitar el odio antichileno en Perú.
Aburrido y gris talvez, pero ORDENADO.
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