En circunstancias excepcionales, marcadas por los imperativos de la reconstrucción luego del terrible terremoto, asumió Sebastián Piñera la presidencia de Chile, concretando la primera alternancia en el poder desde la recuperación democrática. La agenda que tiene ahora Piñera es completamente distinta a la que llevó como plataforma electoral y no podría ser de otro modo. Todo su mandato se verá comprometido con la reconstrucción de la infraestructura dañada y el colocar al país nuevamente en marcha.
Ello requerirá no sólo una importante proporción del presupuesto y la ayuda externa sino también poner el aparato del Estado en condiciones de realizar o acompañar la tarea de arreglar caminos, puentes, aeropuertos, embalses y canales, entre otras obras, que fueron afectadas.
Lo más urgente es restablecer los servicios básicos y el abastecimiento, atender a los millones de damnificados y a los sobrevivientes y familiares de las víctimas. Mientras tanto, recuperar la normalidad del aparato productivo, restablecer el suministro eléctrico y el funcionamiento de los sistemas de comunicación y transporte. Se calcula que en total, sumando las reparaciones de los edificios públicos y los grandes puertos comerciales, para reconstruir todo lo perdido harán falta unos 12.000 millones de dólares.
Una nueva gesta, en definitiva, es la que emprende Chile, para superar la adversidad y recuperar la normalidad. Cuenta para ello con un gran capital social y un reconocido capital político, la fortaleza de su democracia.
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