La voz del Príncipe

Por supuesto que falta la segunda vuelta y el final de esta historia es todavía incierto. Sin embargo, la voz de los chilenos en la recién pasada elección ya ha sido extraordinariamente clara: se clausura una etapa y es “a piedra y lodo”; esto es, en forma definitiva y por bando del soberano. No hay apelación posible. Cualquiera fuere el resultado de la segunda vuelta, para estos efectos es indiferente. Ya muchos suspiran, preocupados (”sospiró mio Cid”…). Se acabó el mundo que conocíamos, al que nos habíamos acomodado, algunos en el gobierno, otros, muy lejos de él. Pero, al final del día, unos y otros conformados a roles, a rutinas conocidas, en fin, a un espacio al que por décadas nos hemos familiarizado. Habló el príncipe, y todos debemos abandonar nuestros campos, nuestras casas y marchar al exilio, que es lo desconocido.

Aquí hubo un brutal golpe de autoridad de quienes, en democracia, ostentan el poder total: los electores. Y ya, desde hace tiempo, este Señor venía dando señales de un profundo malestar, que terminó por dar un portazo a lo que será recordado como uno de los más exitosos ciclos de nuestra historia republicana. Exitoso, sí, pero terminado.

Transcribo aquí algunos mensajes que este escribano encontrara en el edicto real del 13 de diciembre. Así habló el Príncipe:

Primero, entérese vuestra merced de que nuestro entusiasta y genuino apoyo a la Señora Presidenta es para uso y usufructo propio, pero no será transferible a terceros, ni a la coalición que la sustenta, ni al candidato que ella apoyare. Sólo nuestra voluntad soberana decidirá quién, cuándo y cómo recibirá nuestro apoyo, sin endoso posible del beneficiado.

Segundo, para castigo y escarmiento de los grupos que han capturado parcelas del poder político para propio beneficio, hemos decidido dar nuestro favor, si bien en forma parcial, al joven doncel aspirante oriundo de la villa de La Calera. Más, para evitar que tal apoyo sea interpretado en forma errónea, hemos decidido castigar a sus seguidores, incluyendo sus antepasados. Ninguno de ellos ingresará a las Cortes del reino, es mi voluntad.

Tercero, hemos decidido propinar ejemplar castigo a los agitadores, propulsores de la así denominada “movilización social”. Cuatro de ellos han postulado a las Cortes, los cuatro han sido rechazados por nuestra real voluntad. Los súbditos Cuevas, Martínez, Pavez y Maturana serán mantenidos fuera de la Corte, hasta que enmienden sus actos, dañinos a los intereses del reino.

Cuarto, he decidido notificar a los señores feudales, ya por décadas ejerciendo autoridad en mi reino, que parecen haber olvidado de dónde viene su poder. A ellos comunico que su tiempo ha pasado. Vendrán jóvenes hidalgos y frágiles doncellas a reemplazar tanta ruina y tanto deterioro. Excepción será hecha, por regio capricho, del muy noble y muy poderoso señor de Zaldívar, venerable sobreviviente de muchas y antiguas batallas por esta corona. Es mi voluntad.

Doy fe que el edicto real ha sido celebrado por el pueblo. Un aire de optimismo se ha dejado caer sobre el reino. Un nuevo ciclo se inicia, un nuevo espíritu inunda las almas. Atrás parecen los oscuros días en que un grupo se había autoerigido en el único representante del soberano. Éste habló, y habló con sabiduría: reasignó el poder, pero nadie se fue con el poder total. Ahora está distribuido, y los caballeros estarán forzados a conversar y a negociar. Y esto es bueno para la comarca, independiente de quién finalmente se ciña la corona.

Larga vida a nuestro soberano.

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