Por Alvaro Vargas Llosa
La transición política española no se completó hasta que los que los herederos de quienes habían gobernado bajo Francisco Franco vencieron en elecciones libres y demostraron que habían matado a sus fantasmas. La transición que lleva 20 años en Chile concluirá si el empresario Sebastián Piñera derrota a la coalición oficialista de centro-izquierda en la segunda vuelta el 17 de enero. En cualquier país que viene de una dictadura militar librecambista provocada por el socialismo revolucionario, el éxito de la transición depende de que los socialistas abracen el Estado de Derecho burgués y la propiedad privada, y de que los herederos de la derecha hagan una larga visita al purgatorio que los obligue a escarmentar.
La primera parte de la transición chilena fue exitosa. Los socialistas aprendieron la lección de Salvador Allende, cuyo trágico gobierno precipitó el sangriento golpe de Estado de Pinochet, y preservaron un entorno económico que había hecho avanzar a Chile en comparación con América Latina. Liberalizaron aún más el comercio y la pobreza se redujo al 13 por ciento de la población. Pero tras cuatro gobiernos consecutivos de la centro-izquierda, la coalición perdió lozanía y afloraron costumbres insalubres, típicas de cualquier grupo convencido de que está destinado a gobernar para siempre. Las reformas se estancaron.
Las expectativas generadas por el progreso económico de Chile desbordaron a la coalición gobernante. La gente comenzó a exigir una mejor calidad de servicios y los disturbios estudiantiles pusieron un foco revelador sobre la mediocridad del sistema educativo. El anhelo de cambio estaba a flor de piel. El discriminatorio proceso de selección para nominar al candidato oficialista gatilló la irrupción de Marco Enríquez-Ominami, diputado de 36 años que abandonó el Partido Socialista para convertirse en una sensación política como independiente. Se declaró «libertario», pero entreveró el sentimiento anti-establishment con actitudes convencionales, en particular una debilidad por la izquierda populista.
Más importante fue la repotenciación de la figura de Sebastián Piñera, que ya había sido candidato. Empresario multimillonario envidiado por su éxito, Piñera proviene del más moderado de los dos partidos de centroderecha y es conocido por haber hecho campaña en favor del «no» en el referéndum de 1988 con el que Pinochet trató de perpetuarse en el poder. Se ha acercado a la juventud moderna de Chile, que hasta hace poco votada abrumadoramente por la izquierda, en parte porque la derecha adhería a posiciones valóricas ultraconservadoras con apoyo de la Iglesia Católica. A pesar de que la UDI, principal partido de derecha, controla un cuarto de la Cámara de Diputados y constituye una poderosa base social, Piñera ha atraído a otras corrientes, incluidos algunos demócrata cristianos.
Con el 44 por ciento de los votos en la primera vuelta, Piñera obtuvo 14 puntos de ventaja sobre el ex presidente Eduardo Frei, candidato oficialista. Los votos de Enríquez-Ominami -un respetable 20 por ciento, más bien tirado a la izquierda- serán decisivos en la segunda vuelta. Las encuestas dicen que Piñera tiene fuertes posibilidades de atraer al 30 por ciento de ellos. Chile parece a las puertas de cerrar su prolongada transición política. Sus ciudadanos anhelan la renovación de un sistema que se ha plagado de intereses creados y duerme sobre sus laureles desde hace algunos años.
Si gana, Piñera tendrá que estar extremadamente alerta ante el peligro de que sus intereses personales se entremezclen con los asuntos de Estado. La última vez que hablé con él, hace unas semanas en Buenos Aires, parecía muy consciente de los riesgos del síndrome de Berlusconi (la incapacidad del primer ministro de Italia de separar drásticamente política y negocios).
Los chilenos están dispuestos a darle a su economía un nuevo impulso para duplicar un ingreso per cápita que, en los 14.000 dólares, está aún por debajo de su potencial. Y América Latina está ansiosa de que Chile se una a las filas de quienes ansían rescatar al continente de los autócratas populistas que hasta hace poco daban la impresión de haberse apoderado del espacio hemisférico.
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ACLARACION: Este blog no es antiperuano ni nacionalista chileno. Este blog simplemente recopila y (a veces) comenta sobre artículos recopilados en la prensa nacional y mundial y que involucran a Chile. Si parece "cargado" hacia Perú, simplemente, es resultado de la publicación constante -y obsesiva- en ese país de artículos en que se relaciona a Chile. Así también, como ejemplo opuesto, no aparecen articulos argentinos, simplemente, porque en ese país no se publican notas frecuentes respecto Chile. Este blog también publica -de vez en cuando- artículos (peruanos o de medios internacionales) para desmitificar ciertas creencias peruanas -promovidas por medios de comunicación y políticos populistas de ese país- sobre que Perú ha superado el desarrollo chileno, lo que es usado en ese país para asegurar que Chile envidia a Perú y que por eso buscaría perjudicarlo. Es decir, se usa el mito de la superación peruana y la envidia, para incitar el odio antichileno en Perú.
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