Los países deberían invertir en una amplia variedad de acciones para que nuestros niños lleguen a la escuela listos para aprender.
¿Pueden los estudiantes de América Latina y el Caribe alcanzar a sus pares de países desarrollados?
La evidencia más reciente no es alentadora. A pesar de que el acceso a la educación se ha expandido considerablemente en nuestra región, las pruebas de evaluación de rendimiento estudiantil muestran que la calidad de nuestra educación pública está en los últimos peldaños de la escala internacional. Un tercio de nuestros estudiantes de tercer grado no entienden oraciones que comienzan con “había una vez” y casi la mitad de los de sexto grado no pueden resolver problemas con fracciones.
Hasta hace poco los esfuerzos para mejorar los logros educativos se enfocaban casi exclusivamente en mejorar la educación para niños mayores de seis años. Pero para entonces puede ser demasiado tarde. Para cerrar la brecha educativa, nuestros gobiernos y nuestras sociedades deberían asegurar que todos los niños reciban una estimulación adecuada, así como educación, salud y nutrición, antes de ingresar al primer grado.
Numerosas investigaciones señalan que el período entre el nacimiento y el ingreso a la escuela es crítico, ya que 80% de desarrollo cerebral tiene lugar antes de los tres años de edad. Sin una adecuada estimulación y nutrientes apropiados durante esta etapa clave, los niños pueden padecer retrasos de aprendizaje.
Las conclusiones de dichos estudios tienen enormes consecuencias para América Latina y el Caribe, donde unos 46 millones de niños menores de seis años (muchos de ellos provenientes de hogares humildes) no están matriculados en programas de desarrollo infantil temprano o de preparación para el aprendizaje.
Los niños de familias pobres que participan en buenos programas de desarrollo infantil temprano tienen 40% menos probabilidades de requerir educación especial o de tener bajas calificaciones, en comparación con aquellos que no participan en tales programas. Además, tienen 30% más probabilidades de terminar la secundaria y el doble de probabilidades de llegar a la universidad.
Éstas podrían ser razones suficientes para darle prioridad a la educación infantil temprana, pero estos programas resultan atractivos hasta desde un punto de vista estrictamente económico. En Estados Unidos las evaluaciones de un vasto programa de educación infantil temprana indican que cada dólar invertido generó un retorno de 17 dólares. Los beneficios se acumulan tanto en los niños, ya que como adultos pueden ganar mejores salarios, como en toda la sociedad, porque se reduce la dependencia de programas de asistencia social y disminuye la tasa de delincuencia. Tan sólo los ahorros asociados con el hecho de evitar delitos sumaron 11 veces el costo del programa.
Algunos gobiernos de América Latina y el Caribe están haciendo hincapié en la importancia de la educación infantil temprana y la preparación para el aprendizaje. Uno de ellos es Chile, donde existen varios proyectos, entre los cuales se cuenta una iniciativa conjunta innovadora entre el gobierno y el BID para la educación parvularia. La idea es monitorear y medir posteriormente los progresos que se realicen en esta área, la que está viviendo una expansión sin precedentes en este país.
En base a lo que sabemos sobre los beneficios y recompensas de estos programas, nuestra recomendación es muy simple: nuestros países deberían invertir en una amplia variedad de acciones para que nuestros niños lleguen a la escuela listos para aprender. Tanto las sociedades como los gobiernos deben asumir responsabilidad por estas inversiones, por lo cual estos programas deben ser rigurosamente evaluados. Por esto los especialistas de educación del BID están apoyando un sistema regional de medición.
Según nuestros cálculos, los países de la región tendrían que invertir unos US$ 14.000 millones al año para reducir la brecha en preparación para el aprendizaje entre los niños de hogares más y menos pudientes. Esa suma puede parecer exorbitante en estas épocas de estrechez. Pero en el último año la región gastó tres veces más en sus fuerzas armadas y en subsidios para reducir el precio de combustibles.
Si bien la defensa y el transporte tienen su lugar en los presupuestos nacionales, darles a 46 millones de niños las oportunidades que se merecen ayudaría a emprender en mejores condiciones la larga batalla contra la desigualdad. ¿Cuál es el precio de esa victoria posible y necesaria?
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ACLARACION: Este blog no es antiperuano ni nacionalista chileno. Este blog simplemente recopila y (a veces) comenta sobre artículos recopilados en la prensa nacional y mundial y que involucran a Chile. Si parece "cargado" hacia Perú, simplemente, es resultado de la publicación constante -y obsesiva- en ese país de artículos en que se relaciona a Chile. Así también, como ejemplo opuesto, no aparecen articulos argentinos, simplemente, porque en ese país no se publican notas frecuentes respecto Chile. Este blog también publica -de vez en cuando- artículos (peruanos o de medios internacionales) para desmitificar ciertas creencias peruanas -promovidas por medios de comunicación y políticos populistas de ese país- sobre que Perú ha superado el desarrollo chileno, lo que es usado en ese país para asegurar que Chile envidia a Perú y que por eso buscaría perjudicarlo. Es decir, se usa el mito de la superación peruana y la envidia, para incitar el odio antichileno en Perú.
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