Alrededor de 60% de las ratas de laboratorio dependientes del alcohol que recibieron la "vacuna genética" lograron disminuir el consumo. Los expertos esperan que en cinco años esta vacuna pueda estar a disposición de los pacientes. Alrededor del 20% de la población que habita el este asiático (Corea, Japón y China) tiene una reducida tolerancia al alcohol producto de una mutación genética. Estas personas no poseen una enzima hepática que se encarga de destruir una sustancia, llamada acetaldehído, que genera el organismo cuando consume alcohol. Si ésta se acumula, el cuerpo reacciona provocando tal malestar (dolor de cabeza, náuseas, palpitaciones y enrojecimiento de la piel, urticaria) que tomar una gota de alcohol se transformaría en una verdadera tortura.
La existencia de ese gen (ALDH 2-2) inspiró a un grupo de científicos chilenos a trabajar justamente en una terapia génica capaz de alterar las células del organismo y provocar esa misma reacción observada en la población oriental en aquellas personas que no logran controlar la ingesta de alcohol. De hecho, el 50% de la condición de alcohólico está determinada por la genética, mientras que el resto es por factores ambientales.
Juan Asenjo, director del Centro de Ingeniería Bioquímica y Biotecnológica de la U. de Chile, junto con destacados científicos como el profesor Yedi Israel, de la U. de Chile y Eduardo Karahanian, de la U. Diego Portales, han trabajado en cada una de las etapas que están tras la terapia génica contra el alcoholismo. Es decir, secuenciar la enzima responsable de la metabolización del alcohol, crear células humanas capaces de producir adenovirus llamadas HEK293, introducir en ese virus el gen "oriental" y luego inyectarlo en ratas dependientes del alcohol para ver sus resultados (ver infografía).
MUTACIÓN GENÉTICA
"Normalmente, el alcohol se degrada en acetaldehído gracias a esta encima y nosotros logramos introducir en un adenovirus esta mutación genética simulando lo que pasa en el 20% de estos orientales. En este momento tenemos pruebas en ratas alcohólicas que recibieron el tratamiento: el 60% disminuyó el consumo", asegura Asenjo.
Actualmente, el científico y su equipo se encuentran trabajando en dos procesos esenciales para hacer factible este tratamiento en humanos: la optimización de células diseñadas para producir el adenovirus que se inyectarían en los pacientes con el gen y la purificación del virus para que sea inocuo para el organismo.
"Para hacer pruebas en humanos es esencial producir muchas células y muchos virus. Esto lo hemos logrado pero con una metodología de laboratorio y ahora necesitamos hacerlo a nivel industrial. Acabamos de ganar un proyecto Fondef que nos permitirá en tres años hacer pruebas en humanos y en cinco tener una terapia que eventualmente podría ser una vacuna que cure el alcoholismo", dice Asenjo.
Hoy en día, agrega el experto, los alcohólicos toman una píldora que produce efectos similares a este gen, pero tienen que tomar una dosis diaria. "Nosotros esperamos que los efectos de esta terapia, una vez inyectada, duren un par de años". concluye.
Los tratamientos actuales
En la actualidad existe un abordaje terapéutico cada vez más completo para tratar a personas que abusan del alcohol y, en general, de sustancias adictivas.
En cuanto a los fármacos usados en la actualidad está el disulfiram, que se vende también bajo el nombre de Antabuse. Este causa una reacción nociva si las personas toman alcohol mientras lo están usando. La reacción incluye calores súbitos, náusea, vómitos y ansiedad. Como las personas saben que el medicamento las hará sentirse muy mal si beben, tratan de no tomarlo. Este producto debe tomarse a diario.
Otro medicamento es la naltrexona, también comercializado con el nombre de ReVia, que reduce el deseo intenso de tomar alcohol. Este fármaco ayuda a aquellas personas que toman poco a evitar tomar más.
Si el problema se escapa de control, existe la posibilidad de hospitalizar a la persona para desintoxicarla, tras lo cual puede pasar a programas intermedios como son los hogares abiertos, que son lugares de sobriedad, donde se realizan actividades terapéuticas.
Mientras los adultos pueden recuperarse en un año, los jóvenes necesitan más tiempo.
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