¿Puede Chile alcanzar el desarrollo el 2018? La pregunta es de la mayor relevancia, sobre todo cuando la reactivación ya se instaló con vigor y las perspectivas, amén de un nuevo estilo en la administración, se sustentan en cánones reformulados de gestión.
El punto fue el centro de discusión en la Mesa Redonda organizada por ESTRATEGIA la semana última, encuentro que congregó en Viña del Mar a personeros de Gobierno, un panel de parlamentarios y economistas, quienes expusieron ante una masiva concurrencia.
Hay convicción de que la posibilidad de dar este salto existe. Las señales son favorables: se han ajustado al alza las estimaciones para el PIB de este año y el próximo, situándose en niveles de 5% y 6%, respectivamente; pero el desafío es enmendar los errores del pasado, reto que debe ser asumido por todos.
Esencial en este camino es resucitar la productividad. Para ello, es indispensable generar los incentivos para la inversión más allá de los alcances de la reconstrucción; hay que impulsar la capacitación con instrumentos efectivos y programas fiscalizados con celo; se debe flexibilizar el ámbito laboral con miras a incorporar a jóvenes y mujeres al mercado; persistir en la agilización de los trámites para emprender, y profundizar la competencia en el sistema financiero, para así dar respuestas concretas a los requerimientos crediticios de miles de micro, pequeños y medianos empresarios postergados por más de una década. Esto, enmarcado en un proceso fundamental de modernización del Estado. Sólo así se cumplirá el gran objetivo trazado por el Presidente Sebastián Piñera: crear una sociedad de oportunidades.
Y si bien las cifras de actividad y desempleo exhiben un panorama alentador, no es posible olvidar el duro revés sufrido en materia de pobreza y distribución del ingreso. La mejor herramienta de política social, como lo señaló el subsecretario de Economía, Tomás Flores, es el alto crecimiento. Junto con ello, será clave reenfocar los subsidios para que realmente sean percibidos por quienes más lo necesitan. Los recursos no pueden perderse en desvíos burocráticos.
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