La fumarola del volcán Chaitén. A la izquierda, el asistente Aaron Mascarenhas toma muestras del pH, la salinidad y la temperatura del agua de los fiordos.
Llegar hasta aquí no es fácil: desde Santiago de Chile hay que coger un avión, dos barcos y recorrer muchos kilómetros en coche. Pero el que llega obtiene su premio: ubicada en el fiordo Comau, al norte de la Patagonia, la Fundación Huinay –promovida por Endesa– es una meca para los científicos. Centenares de especies nuevas aguardan a ser descubiertas.
Pasaba ya la medianoche cuando los vecinos de la localidad chilena de Chaitén se despertaron, sobresaltados por un gran estruendo. Llevaban ya 24 horas sintiendo cómo temblaba la tierra bajo sus pies; pero hasta entonces nunca habían escuchado un rugido como aquél. Era el vecino volcán de Chaitén, que, tras siglos de inactividad, acababa de entrar en erupción. Miles de personas tuvieron que ser evacuadas a localidades cercanas, como Puerto Montt, Castro o la cercana isla de Chiloé. Mientras ellos se alejaban del peligro, un grupo de científicos preparaba el petate para desplazarse a la base científica de la Fundación San Ignacio del Huinay, constituida por Endesa en 1998 (aunque la inauguración de las instalaciones tuvo lugar tres años más tarde, en 2001) con el afán de ampliar el conocimiento sobre los ecosistemas de los fiordos de esta región de Chile y de promover la conservación biogeográfica de la región.
Es un buen ejemplo de cómo funcionan las cosas en este centro científico: cuenta con personal residente, pero cada año recibe la visita de un promedio de 30 científicos, provenientes de países como Alemania, Suiza, Estados Unidos, el propio Chile... Aquí hay laboratorios, material para inmersiones submarinas, estación meteorológica, etc. Todo lo necesario para sus investigaciones, que tocan áreas muy diversas. «Viene gente de botánica, oceanografía, entomología... ¡Ojalá vinieran de todas las ramas de la ciencia!», explica Verana Häusserman, directora del centro científico. Esta bióloga alemana, conocida aquí con el diminutivo Vreni, lleva trabajando en la fundación desde 2003. Llegó con su pareja, el también biólogo Günter Försterra, científico ejecutivo de la fundación. «Nuestro trabajo cuando vienen –comenta Vreni– es que no les falte nada de lo que necesitan. Si vienen a trabajar sobre nuestro tema de investigación, la biología marina, trabajamos en equipo. Si vienen de áreas distintas, nos encargamos de tramitar los permisos de recolección, los papeles para la entrada del material científico por la aduana...»
Fossi, como se conoce a Günter en la fundación, recalca que la primera fase en estos años de trabajo científico del centro ha consistido en conocer un ecosistema del que apenas se sabía nada. «Hemos elaborado un libro titulado Fauna bentónica marina de la Patagonia chilena, donde clasificamos las distintas especies que hemos encontrado. ¡Y hay 50 nuevas especies!» Una muestra de la riqueza natural del fiordo Comau, donde se encuentra esta plataforma científica. Entre los nuevos descubrimientos se encuentra el coral de agua fría bautizado como Tethocyathus endesa, en un claro homenaje a la compañía eléctrica. Endesa se convierte, de este modo, en la primera empresa que tiene una especie bautizada con su nombre; un reconocimiento de los científicos a su apoyo para las investigaciones.
Entre los principales logros de la base se encuentra el haber conseguido que el fiordo de Comau se convierta en Área Marina Costera Protegida, lo que significa limitar la actividad humana en una franja que se extiende a lo largo de 15 kilómetros de longitud y abarca 75 kilómetros desde la costa hacia el interior. Pero no todo el trabajo tiene lugar bajo el agua. El terreno de la fundación abarca cerca de 34.000 hectáreas. Reinhard Fitzek, administrador en terreno, habla con pasión de la selva fría que rodea al centro, y, en concreto, de una especie fundamental en la cultura y biodiversidad de la región: el alerce, un árbol del género Fitzroya que crece desde el nivel del mar hasta los 1.500 metros de altura. «Según los testimonios de la época –cuenta mientras mima a los pequeños alerces que crecen en el vivero del centro–, a comienzos del siglo pasado los alerzales llegaban hasta la orilla.» Esta especie de lento crecimiento (puede alcanzar los 3.600 años de edad, lo que lo convierte en el segundo árbol más endémico del mundo) sufrió una tala intensiva que la dejó al borde de la extinción. «Desde hace tres décadas es Monumento Natural, pero hay todavía mucho trabajo que hacer para garantizar su supervivencia», explica con pasión y marcado acento (pese a sus más de dos décadas en Chile) Reinhard. Hoy, la fundación lucha por conseguirlo y se ha integrado en el Consejo Consultivo del Alerce. No en vano su nombre, Huinay, deriva del término `huinoi´, que en lengua chilota (de la cercana isla de Chiloé) significa ‘alerce retorcido’. Mientras sus peculiares ramas se retuercen en las laderas de esta montañosa zona, en el vivero crecen pequeños vástagos que hoy apenas superan unos centímetros de altitud. Su futuro, con todo, depende de ellos.
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ACLARACION: Este blog no es antiperuano ni nacionalista chileno. Este blog simplemente recopila y (a veces) comenta sobre artículos recopilados en la prensa nacional y mundial y que involucran a Chile. Si parece "cargado" hacia Perú, simplemente, es resultado de la publicación constante -y obsesiva- en ese país de artículos en que se relaciona a Chile. Así también, como ejemplo opuesto, no aparecen articulos argentinos, simplemente, porque en ese país no se publican notas frecuentes respecto Chile. Este blog también publica -de vez en cuando- artículos (peruanos o de medios internacionales) para desmitificar ciertas creencias peruanas -promovidas por medios de comunicación y políticos populistas de ese país- sobre que Perú ha superado el desarrollo chileno, lo que es usado en ese país para asegurar que Chile envidia a Perú y que por eso buscaría perjudicarlo. Es decir, se usa el mito de la superación peruana y la envidia, para incitar el odio antichileno en Perú.
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