La historia del país está marcada por muchos acontecimientos trágicos, que de alguna u otra forma, han marcado las conductas positivas y negativas de la población chilena, las que pasan desde la resignación hasta la capacidad de sobreponerse.
El terremoto del pasado 27 de febrero hizo aflorar conductas impensadas entre la población chilena. Desborde de solidaridad en las ciudades y pueblos afectados de la zona centro-sur, aplacó las imágenes de desesperación y saqueos que se multiplicaron los primeros días después de la catástrofe.
La historia de Chile ha estado marcada por desastres de diversa índole, pero los terremotos son episodios que suelen quedar en la memoria de las personas por la magnitud de la tragedia y las reacciones observadas.
El historiador de la Universidad de Santiago de Chile, Luis Ortega, señala que hay dos conductas marcadas en la población chilena ante eventos de esta magnitud. “La primera, es esta capacidad natural de sobreponerse frente a la adversidad; decir, bueno vamos reconstruyendo. La otra, es esta suerte de resignación del carácter chileno, pensando que esto fue lo que nos tocó vivir”.
Lo anterior, según explica Luis Ortega, tiene que ver mucho con el concepto del “acontecer infausto” trabajado por el historiador Rolando Mellafe. Este concepto explicaría cómo la conducta de pueblo chileno es moldeada por una serie de hechos catastróficos que ocurrieron en el país. La investigación de Mellafe se sitúa en los 282 desastres ocurridos en 386 años (1520 y 1906).
“Éste es un país que está marcado por una serie de acontecimientos que son difíciles de manejar, como son las inundaciones, las erupciones volcánicas y, por su puesto, los terremotos”, agrega el investigador de la Facultad de Humanidades de la Usach.
El más recordado
Para el historiador es complejo definir cuál ha sido la tragedia que más ha marcado la historia de Chile, “porque hay acontecimientos horribles como, por ejemplo, el incendio de la Iglesia de la Compañía el año 1863, donde murieron más de 2 mil personas. No obstante, el recuerdo ya está un poco difuso, pero los que estudiamos la historia sabemos que eso marcó al país durante mucho tiempo”.
En relación a los terremotos ocurridos en Chile, Ortega plantea que el de Chillán es, tal vez, el más recordado. “En el siglo XX, el terremoto de Chillán simbólicamente tiende a ser más importante que el peor de los terremotos en intensidad, esto es el de Valdivia (1960), porque aquél está revestido de una serie de problemas: país en crisis y controversia acerca de lo que estaba pasando”.
En cuanto al terremoto de febrero de 2010, a pesar de su alta intensidad y amplia zona afectada, el académico señala que es muy reciente para saber si la población lo va a recordar en el tiempo, pues en Chile han existido muchas catástrofes y la gente no las recuerda todas.
“Vamos a ver si las próximas dos generaciones van a decir el terremoto de febrero del año 2010, porque se habla del terremoto de Chillán, pero no se habla del terremoto de 1965 o del de 1971. Entonces, depende mucho de su manejo y de cómo se van traspasando las experiencias colectivas”, aclara el historiador.
En relación a los saqueos ocurridos las horas posteriores a la tragedia, el especialista explica que no son conductas propias de Chile, sino de cualquier país que vive una catástrofe de gran magnitud, como el huracán Katrina que afectó a la zona de Nueva Orleáns el año 2005. “Esto sucede en diferentes lugares del mundo, donde ocurren este tipo de acontecimientos derivados de la naturaleza. No es un fenómeno, exclusivamente, chileno”, plantea.
Lo anterior, según el académico, tiene que ver con la labor realizada por los medios de comunicación. “Si a usted las tragedias le llegan al living de su casa o al dormitorio, lo conmueven mucho más que cuando antes leía el diario o se paraba en el kiosco de la esquina a leer los titulares”, sentencia.
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