Como los dolores generan temple a quienes los sufren, frente a la desgracia el país se puso de pie, los chilenos en el exterior también y la ayuda solidaria más importante para el espíritu de la nación fue la de sus propios hijos; la más destacable, la de los jóvenes que están comprometidos con sus semejantes, por la formación que han recibido de sus padres y abuelos, y de colegios y liceos que mantienen las tradiciones con que fueron formadas sus familias.
En medio del dolor, la tragedia y bajo los escombros, hay una oportunidad. Los primeros 50 millones de dólares reunidos en la Teletón de los 30.000 millones estimados como perdidos, indican que en Chile es posible la unidad, y ésa es una oportunidad que no se puede dejar pasar. Debemos recordar la imagen de ese compatriota que en medio de la destrucción y de pie abre nuestra bandera rota y sucia. Ése es un mensaje claro, si alguien no lo entiende es que no se dio cuenta de porqué nuestros maestros nos formaban todos los lunes en el patio del colegio, y antes de iniciar la semana de clases y de juegos, cantábamos la Canción Nacional mientras se izaba nuestra bandera.
Está bien que la aldea global tenga confundidos a algunos que ya se sienten ciudadanos del mundo, y que cada vez tengan menos compromiso con sus compatriotas, ya que conocen más a sus “amigos del exterior” que a sus empleados o a sus vecinos, a quienes muchas veces no han saludado nunca.
Está bien que sentados, por muchas horas en cada semana, en un avión o frente al computador vivan la sorprendente maravilla de viajar por el mundo. Unos viajando mucho, pero conociendo poco, por llegar a urgentes reuniones de negocios y volver de inmediato al aeropuerto, en la carrera loca por juntar dinero y poder. Otros para viajar por internet, con tranquilidad y detenimiento, para conocer las más hermosas maravillas que ha creado el hombre, sin haber cruzado nunca nuestras fronteras. Sólo que nadie puede olvidar que somos hijos de esta tierra, ya sea porque se nació en ella o porque viniendo desde lejos se optó libremente por dejar los huesos en ella.
La globalización, que ha traído tantos beneficios y tanto daño a nuestra patria, facilitó que todo el mundo volviera a recordarnos por el terremoto y maremoto que asolaron la zona centrosur. Por alguna extraña razón, el mundo nos conoce más por el dolor que nos genera cada cierto tiempo la tierra que habitamos, y por el que nos generó alguien que ya no está, que por nuestros éxitos que siempre nos resultan difíciles.
Como los dolores generan temple a quienes los sufren, frente a la desgracia el país se puso de pie, los chilenos en el exterior también y la ayuda solidaria más importante para el espíritu de la nación fue la de sus propios hijos; la más destacable, la de los jóvenes que están comprometidos con sus semejantes, por la formación que han recibido de sus padres y abuelos, y de colegios y liceos que mantienen las tradiciones con que fueron formadas sus familias.
Los gobiernos de todos los países de América y la mayor parte del mundo enviaron sus aviones con ayuda de gran valor, que incluyó hospitales, médicos y rescatistas. Seguramente la única foto amable que recorrió el mundo, en medio de la catástrofe, fue la de la Presidenta Michelle Bachelet y el Presidente electo, Sebastián Piñera, cantando la Canción Nacional con la bandera desplegada y tomada firmemente. Todos recibimos esa noche una brisa y la esperanza de que el llamado a la unidad y a superar las diferencias, expresado por Don Francisco, había sido escuchado.
Ha pasado poco más de un mes desde la tragedia, los ministros se sacaron los cascos, los empresarios siguen en sus negocios y otros van de banco en banco buscando apoyo, los trabajadores vuelven a sus empleos y algunos, justificada o injustificadamente, son despedidos, haciendo uso los dueños de la cláusula que permite finiquitar sin indemnizar, los políticos vuelven a lo que saben hacer, discutir mucho y ponerse pocas veces de acuerdo, prefiriendo el camino del botón que marca su decisión en la pizarra electrónica, casi siempre con resultados absolutamente previsibles. El Presidente hace lo suyo, sigue trabajando, viajando a terreno y mantiene su discurso de unidad.
En términos concretos, empiezan a ocurrir hechos que son preocupantes, ya que la Concertación indica que no va a entregar un cheque en blanco para la reconstrucción, y la Alianza le contesta no aceptando constituir una comisión especial para ver los temas del terremoto, sin que se conozcan encuentros para analizar las diferencias. Por ese camino no vamos a ninguna parte.
Por cierto, hay diferencias que en muchos casos son profundas sobre cómo resolver el terremoto. En términos económicos y financieros, hay dos grandes temas que resolver: en qué se invertirá y por qué monto, así como de dónde saldrán los recursos. Los temas son absolutamente interdependientes, no se puede resolver uno sin resolver el otro.
La Ley de Reconstrucción es una sola. Hay que empezar a construirla ahora, mientras el gobierno resuelve los problemas de la emergencia con los fondos especialmente destinados para ello, e inicia el proceso previo a la reconstrucción con los 700 millones de dólares del recorte al Presupuesto de 2010.
La magnitud de los recursos que se comprometerán obliga a tomar todas las medidas para que la urgencia no opaque lo importante; en la práctica, el terremoto deberá ser un presupuesto aparte durante más de diez años.
Hay que asegurar que los flujos financieros se controlen con suficiente independencia, para que la cuenta de la reconstrucción sea clarita en al menos diez años más, y antes que se produzca el próximo gran sacudón, independientemente del signo de quienes gobiernan y los que vayan a gobernar.
El Estado cuenta desde hace años con un estricto sistema de gestión financiera que mensualmente genera a nivel de cada repartición, de cada ministerio y de todo el país, la ejecución del presupuesto controlado por el Ministerio de Hacienda. Además se cuenta con la Ley de Probidad y Transparencia pública, que permite a cualquier ciudadano solicitar información detallada sobre cualquier acto de gobierno y si no es atendido recurrir al Consejo de Transparencia; finalmente se cuenta con los auditores y la Contraloría General de la República, además de una ley que protege la honra de los funcionarios públicos. Esto permite asegurar que las cosas se están haciendo cada vez mejor, de manera más transparente y que los dineros están cada vez mejor protegidos.
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