Colaboración de El Mago
Los inteligentes aprenden de las experiencias de los otros; la gente común aprende de sus propias experiencias; los estúpidos tienen experiencias y no aprenden.
Los chilenos,- este terremoto lo ha mostrado -, no aprendimos de las experiencias ajenas. Respecto las propias, olvidamos lo que aprendimos de pasadas catástrofes, pero aun es tiempo de aprovechar las que estamos viviendo. Ojalá no ingresemos a la tercera categoría.
La amplia experiencia sísmica y de maremotos acumulada a lo largo de muchos años tras daños materiales inmensos, miles de muertos y heridos y sufrimiento inconmensurable, fue desechada en beneficio de la ideología y los prejuicios. En efecto, la organización, el marco jurídico, los procedimientos y las doctrinas que permitían la respuesta y participación instantánea de las FFAA, fue marginada desde la primera emergencia ocurrida en Punta Arenas, al comienzo del gobierno de Aylwin, y continuó hasta culminar en el inconsulto intento de entregar a la ONEMI el protagonismo, casi en exclusividad, del manejo de todas las catástrofes.
Ocurrido el desastre, la primera reacción fue de minimizarlo, luego, la búsqueda frenética de alguien,- persona u organización -, a quien transferirle la responsabilidad. Las acusaciones pasaron por la Armada, incluyeron a la Fuerza Aérea, transitó rápidamente por el Ejército y el Estado Mayor Conjunto, para situarse en definitiva y casi en exclusividad en la Armada, en particular en su Servicio Hidrográfico y Oceanográfico.
El Ministro de Defensa, a través de los medios de comunicación social, instaló una primera versión que señalaba que “no hubo aviso” por parte de la Armada” y ella quedó en el imaginario de los afectados.
Pasaron muchas horas antes que nadie hiciera nada, con las FFAA inmovilizadas por el dictamen 42.822 de la Contraloría que prohibe la acción ante emergencias por parte de las FFAA sin un mandato explícito del gobierno central y el gobierno central congelado.
¿Qué hizo el Ministro del Interior?, ¿qué medidas y acciones dispuso?, ¿qué informaciones recibió de sus intendentes y gobernadores? ¿de la Onemi y sus delegaciones regionales?, ¿qué evaluación hizo de la magnitud de la catástrofe?, ¿qué hizo con esa evaluación?, ¿a quién pidió ayuda?, ¿informó a la Presidenta de la República?, ¿pidió ayuda al Ministerio de Defensa?, ¿qué acciones tomó la ONEMI?
El Ministro de Defensa, ¿qué acciones dispuso a las FFAA?, ¿cuándo?, ¿qué resultados tuvieron sus instrucciones?, ¿les pidió informaciones respecto a la magnitud del desastre?, ¿qué hizo con esa información?, ¿puso a disposición del Ministerio del Interior la red de comunicaciones del Ejército que aparentemente estaba operativa?.
Hasta este momento esas y muchas otras preguntas no han recibido respuesta, peor aún, no se ha sabido que siquiera hayan sido hechas. Las intervenciones de los ex Ministros de Interior y Defensa, públicas o en el Congreso, se limitaron a apuntar al SHOA.
El conocimiento respecto a los terremotos y maremotos dista de ser completo. En realidad son fenómenos respecto a los cuales la incertidumbre y la especulación es la norma más que la excepción. Ante una situación de esa naturaleza, la información que pueda entregar no puede ser, en Chile ni en ninguna parte, exacta. En realidad, esta ciencia es aun menos exacta y confiable que la meteorología. En estas condiciones ¿alguien tomaría una decisión que afecte a la vida o muerte de muchas personas, solamente sobre la base de un pronóstico meteorológico?. Es evidente que la persona a cargo de esa decisión consideraría otros factores más allá de la opinión de los expertos y consideraría los posibles efectos de que lloviera en vez de estar nublado, y actuaría en consecuencia.
La Armada entregó el informe de su investigación interna, pero si éste no es integrado a la demás información de lo hecho y dejado de hacer por parte de los los demás actores involucrados en la crisis, servirá de poco o nada y la experiencia habrá sido inútil, no habremos aprendido nada y volveremos a cometer los mismos errores.
La historia no será benévola con las autoridades que estuvieron al frente del país en estas aciagas circunstancias.
El proceso de dar sepultura a la verdad ya ha comenzado, aun antes de concluir el funeral de las víctimas. Esto hace urgente la necesidad de documentar lo ocurrido: documentos escritos, oficiales y periodísticos, visuales y de radio, entrevistas a los afectados y a los ayudistas, a los saqueadores y a los saqueados, a los planificadores y a los ejecutores.
En Chile la historia suelen escribirla los mentirosos y la mentira institucionalizada se transforma en su sustituto.
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Alguno de los que estén bien informados que andan por aquí, me podrían decir algo sobre el oscuro asunto Bachelet en la RDA y los chilenos soplones de ls Stasi.
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