Parte de este exitosa salida se debe a una serie de medidas económicas adoptadas durante los años de boom económico que precedieron a la crisis. Los gobiernos de la región aumentaron las reservas, adoptaron esquemas de metas de inflación y de tipos de cambio flexibles, mientras las condiciones externas de demanda y de inversión propiciaban superávits comerciales. El sector público ahorró y mantuvo el nivel de la deuda en un situación sostenible, lo que permitió que al llegar la crisis se pudieran implementar políticas anticíclicas, con bajadas en las tasas de interés y paquetes de estímulo fiscal.
La proyección económica para la región es positiva y se espera una tasa de crecimiento económica del 3,1% en el 2010. Evidentemente, la heterogeneidad geográfica quedará reflejada en el ritmo de recuperación de los distintos países. Por un lado, Sudamérica verá como mejora su posición comercial gracias al aumento de la demanda externa asiática y al incremento en los precios de las materias primas. Brasil, Perú, Uruguay y Argentina crecerán entorno al 4%, mientras Venezuela tendrá una recuperación más lenta. Chile, pese al efecto del terremoto, seguirá creciendo a un ritmo considerable y se prevé que el plan de inversión para la reconstrucción de los daños generé un repunte en el segundo semestre, algo que desafortunadamente no se podrá observar en Haití. Por otro lado, América Central y el Caribe quedarán expuestos al ritmo de crecimiento de Estados Unidos, mientras México será el país que experimente el mayor repunte.
Junto al vínculo comercial, las remesas serán un factor externo importante en la recuperación, por su impacto en la demanda interna. El aumento en las tasas de desempleo en las economías avanzadas ha reducido en 15% los flujos de remesas en 2009, lo que ha afectado a 4 millones de personas en América Latina. Pero además puede afectar a la decisión de emigrar e incluso generar flujos de retorno de emigrantes a su país de origen, lo que podría suponer un exceso de oferta laboral en la región y la desaparición de una importante fuente de entrada de capital.
En cuanto a la inversión directa extranjera, se espera que continúen las inversiones extranjeras en recursos naturales en países como Brasil, Chile o Perú. Aunque a medio plazo no se confía en alcanzar los niveles de inversión precrisis, si es cierto que la entrada masiva de capitales puede ejercer presión en el tipo de cambio y pérdidas de competitividad de las exportaciones tradicionales. En este sentido, el desafío será canalizar esta entrada de flujos de capital en inversiones productivas.
Pero aparte de los factores externos, la recuperación económica dependerá de la capacidad de cada país para estimular su economía nacional. A corto plazo, los países deberán volver a una política monetaria restrictiva para no poner en peligro el objetivo de inflación e ir aumentando los tipos de interés antes de fin de año. Poco apoco tendrán que revisar las políticas fiscales para poder mantener unas cuentas saneadas sin afectar a los programas de ayuda y de subvenciones dirigidas a mitigar los efectos de la crisis en la parte más vulnerable de la sociedad
A largo plazo, la región necesita un nuevo modelo de crecimiento económico en el que se mejore la productividad, se potencie la innovación y se reduzca la dependencia en la volatilidad de los precios de las commodities. Primero, se necesita una revisión del sistema educativo que aumente la calidad y la universalidad de la formación de segundo y tercer ciclo. Segundo, la región ha de enfrentarse a varios desafíos estructurales como los altos niveles de informalidad, los elevados costes de transportes y la inseguridad en el abastecimiento energético. Por último, es indispensable una reforma de las instituciones fiscales y unas políticas públicas eficientes y sostenibles orientadas a eliminar las barreras económicas que generan altos niveles de pobreza, no olvidemos que tras la crisis las tasas de pobreza de la región han vuelto a los números del 2007.
Gran parte del escenario internacional que surja tras la crisis estará condicionado por la actuación de países como Brasil, Chile y México. Sin duda, tras la recuperación económica los países emergentes e industrializados tendrán que competir por un menor volumen de capital e inversión extranjera. En este sentido, América Latina jugará un papel importante, no sólo como receptor de inversiones sino también como agente inversor en otros países a través de las grandes corporaciones latinas. Así, siendo España la segunda economía tras Estados Unidos que más invierte en América Latina, las perspectivas de negocios para los empresarios españoles en la región dependerán de su capacidad para acceder al crédito ya que las condiciones macroeconómicas e institucionales no han empeorado con la crisis.
2010 se presenta como un año lleno de desafíos y retos, en el que la región volverá a crecer, se restablecerán los flujos comerciales y de inversión y habrá cambios importantes en algunos Gobiernos. Esperamos que se aproveche la buena perspectiva y que el 2011 sea el año de admirar a América Latina.
Teresa Molina Millán. Analista Económico en la Unidad de Política Económica para América Latina y el Caribe del Banco Mundial*
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