¿Esperarán que las personas comiencen a morir de frío para comprender que no son sus ridículas parcelas de poder lo que hay que proteger hoy en Chile?. Al parecer el sentido común no es el más común de los sentidos. Por Matías Carrozzi.
Desconcierta que mientras el oficialismo y la oposición cultivan con pasión la nefasta política de las cuñas, cientos y cientos de compatriotas, a más de 40 días del terremoto y maremoto, no tengan noticias confiables de cuándo y cómo el Estado los ayudará a pasar las estaciones de lluvias y bajas temperaturas mientras se diseñan las soluciones definitivas.
Con el corazón apretado escuchaba a una mamá de Chiguayante que, con una hija de 8 meses y otro de 5 años, sigue sobreviviendo en una carpa improvisada y reforzada con plástico para que el frío no termine de sepultar lo que el terremoto dejó respirando. Como ella, a diario vemos por los medios de comunicación cómo se acumulan las historias de otros chilenos que impotentes, con más o menos vehemencia, se comen la rabia de ver que sus representantes creen que es más importante aprovechar la coyuntura para mejorar sus influencias políticas o condiciones económicas sectoriales.
El oportunismo político, mezclado con los típicos miedos de gremios y dirigentes sindicales, tienen paralizado, en lo práctico, al Estado. En vez de sentarse, todos, a ver cómo le damos una mano a nuestros compatriotas, con medidas concretas, desprovistos de ideologías y sin cálculos electorales rascas, la indiferencia se toma la escena y sin el más mínimo pudor el chantaje parece ser la herramienta para negociar con el ejecutivo, obstaculizando aún más la discusión y ampliando la angustia de miles de chilenos.
Mientras en Santiago algunos justifican sus discursos con disparatadas frases como “hay que dar señales de normalidad” y la voraz política hace de las suyas en los pasillos del Congreso, en el sur comienza a incubarse una bronca de incierto, pero aterrador, futuro. Cientos de ciudadanos se organizan para ver las maneras de amplificar sus reproches. A ellos se suman (no les queda otra) los alcaldes que, siguiendo el ejemplo de sus camaradas, correligionarios y compañeros, buscan la forma de zafar del costo político que inevitablemente se producirá por la incomprensible burocracia que han impuesto en tiempos de emergencia.
¿Esperarán que las personas comiencen a morir de frío para comprender que no son sus ridículas parcelas de poder lo que hay que proteger hoy en Chile?.
¿Tendremos que sufrir un violento levantamiento social para darnos cuenta de que los cónclaves políticos pueden esperar?.
¿Cuánto les durará la benevolencia a los chilenos que duermen en carpas?.
Por el amor de Díos, lo urgente no deja espacio a lo importante señores. ¿Qué parte de la frase no entendieron?.
Esta bien, puede ser importante revisar la estructura tributaria de las empresas, pero ¿es urgente?. Esta bien, puede ser importante recurrir a la Contraloría por la asignación dudosa de dineros a fundaciones, pero ¿es urgente?. Esta bien, puede ser importante el debate sobre los eventuales conflictos de interés de la autoridad, pero ¿es urgente?. Esta bien, puede ser importante para algunos juntarse y discutir sobre el porqué perdieron la elección, pero ¿es urgente?.
Al parecer el sentido común no es el más común de los sentidos.
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¿Cuánto ha donado Douglas Thomkins?
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