En efecto, ese camino nos conduce a un callejón sin salida. Por cierto que no es menor sacar las lecciones del caso para que no se repita lo que ocurrió esa noche, ya sea con civiles o uniformados, con políticos o sus asesores.
Sin embargo, estoy convencido que el tema es otro: si algo muestra el video es el colapso del Estado chileno y confirma lo que se sabía desde la terrible noche del terremoto, es decir, la necesidad de una profunda y muy completa reforma.
Así es. El Estado centralizado chileno que fracasa esa noche y que el video muestra para que sea visto por todos es un anacronismo histórico, el cual esencialmente es una herencia borbónica de la colonia. Muchos cambios han tenido lugar en Chile, antes y después de su independencia, modificaciones de todo tipo, pero la estructura de nuestro Estado se ha mantenido.
Ese es realmente el debate que Chile necesita: por un lado, movernos desde la emergencia a la reconstrucción, tránsito que necesita de un proyecto, y a mi juicio éste debiera ser la reforma del Estado borbónico, es decir, una estructura hiper- centralizada, que tal como lo muestra el video lleva a algunas de las principales autoridades del país a tomar decisiones sin tener la información mínima, lo cual no adquiriría la importancia que tuvo, si es que existiera un núcleo alternativo del cual el país carece, y no se estuvieran tomando decisiones que afectaban vidas y bienes de chilenos.
En otras palabras el debate que se propone debiera centrarse en :
1. Una reforma profunda de ese Estado que colapsó junto con su proceso de toma de decisiones.
2. Avanzar desde la extrema centralización a una descentralización que le de poderes reales a las regiones, lo cual pasa en primer lugar por la transferencia real de recursos.
3. En el caso de las municipalidades, ello pasa no solo por la transferencia de recursos sino por su transformación desde meras administraciones hacia verdaderos gobiernos locales.
4. En el caso de las Fuerzas Armadas, se necesita una nueva legislación donde sea automática y no dependiente de las decisiones de autoridades nacionales, su movilización y despliegue en catástrofes como la que conocimos. Lo anterior no es solo por razones de orden público, sino por necesidades prácticas, ya que el lugar en que un país tiene todo lo que necesita para enfrentar las primeras horas de un terremoto es precisamente en estas instituciones: agua, vehículos, hospitales de campaña, alimento, miles de hombres y mujeres disponibles, etc, etc.
Creo que éste debiera ser el horizonte del país en el día de hoy: más que premiar o castigar a personas o instituciones, debe plantearse la búsqueda de un proyecto que le entregue un propósito a la reconstrucción, en el sentido de tener un país mejor y no peor al que existía el día de la catástrofe. A mi juicio, este proyecto radica en la reforma del Estado, no una declarativa, sino una real, ya que si uno busca un denominador común entre los países más prósperos y desarrollados es que cualquiera sea el nombre que tengan sus gobiernos locales, éstos manejan tantos o más recursos y tienen tantas o más atribuciones que el gobierno central, es decir, exactamente lo que no pasa con el legado del estado borbónico que todavía tenemos los chilenos.
Por lo demás podría ser un proyecto de verdadera unidad nacional para nuestro bicentenario.
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