El 4 de septiembre próximo –a 40 años del triunfo de Allende– Osvaldo Andrade asumirá la presidencia del PS. Renunció al Ministerio del Trabajo a fines de 2008 con esta idea en la cabeza, sabiendo que primero debía luchar por un cupo en el Parlamento. Eligió el distrito donde su padre había sido regidor –Puente Alto–, recibiendo 54 mil votos. Abogado de la Católica, fue expulsado por razones políticas de la facultad, reincorporándose gracias a gestiones de su profesor Jaime Guzmán. “Nunca dejó que le diera las gracias”–me comenta– y quizás por ello fue el único socialista que acompañó a la UDI cuando se inauguró el memorial que lo recuerda. Atrás quedó su nombre de chapa –Marcelo– y ya no tiene tiempo para jugar baloncesto con Larroulet, como lo hacían antaño.
Conversamos largamente en una fría sala del Congreso de Santiago. Tiene 57 años y es un hombre de firmes convicciones y claridad de objetivos. Esta vez, no nos quedamos en la coyuntura y nos explica el rol que quiere jugar el PS en este nuevo escenario político que, después de 20 años, los marginó del poder.
-¿Qué significa ser socialista hoy?
-Desde el punto de vista del contenido, poner la centralidad en los rezagos que aún tenemos en torno a la democracia y a la justicia social.
-¿Y eso no se ha logrado en estos últimos 20 años?
-Todavía tenemos falencias importantes en materia de democracia: una Constitución que contiene nudos autoritarios; un sistema de concentración del poder que sigue siendo muy centralista; sectores de chilenos que no tienen la posibilidad de ejercer su derecho a voto; un sistema que todavía no reconoce la idea básica de que todos valemos lo mismo; la binominalidad, que genera también distorsión…
-¿Qué dogmas del pasado siguen vigentes en el partido?
-Creo que el dogmatismo ha sido una de nuestras superaciones. Cuando los socialistas entendemos que el espacio natural de nuestra concursabilidad es el democrático, hemos hecho una clara elección que es contradictoria con lo que en algún momento pensamos. Cuando reconocemos la validez de la configuración de mayorías para introducir ciertos cambios, hemos roto también otros dogmas, la vieja tesis de las vanguardias, etc. Desde este punto de vista hemos logrado avanzar bastante…
-¿Dónde te sientes más cómodo, al lado de la DC o del PC?
-Es que ambos son necesarios. En política se trata de trazar objetivos sobre la base de ciertas premisas doctrinarias. Yo entiendo que hay una situación de injusticia social que hay que asumir y no sólo declararlo desde el testimonio. La solución de este tipo de cosas, que son complejas y a veces incluso estructurales, requieren la construcción de mayorías. Nosotros hemos aprendido que eso es algo básico. No es posible para la izquierda en Chile construir mayorías sin el centro, pero se requiere a toda la izquierda en esta lógica. En consecuencia, para lograr nuestros propósitos en política tenemos la misma necesidad de contar con el PC como con el centro DC… Aun cuando perdimos la última elección, hemos vivido un proceso de alianza bastante exitoso donde ha sido básico el entendimiento central con la DC. Es de la naturaleza fundacional de nuestra coalición y perseverar en ese esfuerzo sigue siendo muy válido.
-¿Crees que la centro-derecha tiene un proyecto de sociedad renovado?
-Si me quedara con el discurso del presidente el 21 de mayo, creo que hubo allí algo estimulante, alentador. Si me quedo con la fase de concreción de esas iniciativas, me produce desazón. Creo que la centroderecha todavía no aprende a gobernar. Lo hizo 20 años atrás, pero en otro esquema, en dictadura. La derecha que asumió el gobierno en forma democrática, todavía está en una fase de instalación, lo que debiera ser considerado, porque, bueno, es un cambio de régimen. Pero como al mismo tiempo anunció esta nueva forma de gobernar, esa consideración disminuye, ya que uno tiene que hacerse cargo de lo que dice.
-Pero te pregunto en cuanto a las ideas que está planteando…
-Escuchar a Longueira poner los acentos en los ingresos del trabajo y resolver ese tema con la reforma laboral, constituye -no digo una novedad para quien conoce a Longueira-, pero sí una novedad de una coalición que aparentemente debiera tener otra centralidad. Pero, hay todavía muchos pendientes.
-Bajo tu dirección, ¿está abierto el PS a acuerdos con el gobierno?
-No tengo ningún inconveniente en acoger las buenas ideas. Por el contrario, si la centralidad del gobierno está en mejorar las condiciones de quienes más lo necesitan, van a contar siempre con nuestra disposición. Ahora, evidentemente tenemos opiniones diversas de cómo se hacen esas cosas, pero yo siento que este gobierno le va a dar continuidad a muchas cosas que nosotros hicimos y no podemos ser críticos de aquello. Cuando el ministro Mañalich dice que lo que quiere hacer es darle continuidad a la propuesta de Lagos -aunque otra cosa es que la haga de verdad- uno tiene que tener una actitud positiva.
-Entiendo entonces que tienes buena disposición para restablecer confianzas…
-Hay rezagos que no son fáciles de resolver. Yo todavía me encuentro con gente que me detuvo. No tengo odio ni nada, pero sí un natural recelo por las situaciones dramáticas que sucedieron. Creo que estamos en un proceso, pues todavía hay una crisis de confianza en el país, particularmente en los actores más vinculados al mundo del trabajo, de lo social.
-Las desconfianzas están también dentro de la Concertación…
-Después de una derrota tan fuerte como la de la primera vuelta, es un tremendo logro que no se haya producido una dispersión en nuestra coalición. Todavía existen los afectos societales para que ésta siga teniendo sentido. No obstante, hay también un debate abierto que probablemente no va a concluir en el corto plazo: el famoso debate de las causas. Los socialistas tenemos experiencia al respecto: las causas de la derrota de la UP generaron no sólo un debate tremendo, sino que, incluso, divisiones enormes, tremendas… El exilio se hizo asfixiante. Los cubanos nos decían que si juntábamos a todos los socialistas que han escrito sobre la derrota de la UP, con esos textos habríamos ahogado al tirano… Ahora, creo que el gobierno nos puede ayudar mucho en esto.
-¿Cómo así?
-Si el gobierno no hace bien las cosas, incuestionablemente va a generar condiciones para que podamos volver a La Moneda y eso ayuda a soslayar las desconfianzas internas.
-¿Les ha sido difícil ser oposición?
-Nosotros tenemos una sola centralidad: ser oposición muy poco tiempo. Si me preguntas cuál es el adjetivo que acompaña nuestra condición de oposición, yo no diría que es dura, blanda, sino que corta. No podemos ser una oposición obcecada, atrincherada, porque la gente no valora esas cosas, pero tampoco seremos entreguistas porque perdemos identidad.
-Volver al poder implica tener claridad del porqué de la derrota…
-La derrota ha provocado tres fenómenos importantes. Primero, la valorización de la unidad. Buena parte de lo sucedido tuvo que ver con factores de desunión, desde que empezamos a ir en dos listas. Segundo, una valorización de lo hecho, pero bajo el supuesto de que no es suficiente sólo la defensa de la obra y, lo tercero, la absoluta convicción que para hacer cambios en Chile se necesitan mayorías. La Concertación tal cual está hoy, no tiene la densidad suficiente para construir esa mayoría por lo que requiere un reposicionamiento, la formulación de un proyecto, continuador en algunas cosas, innovador en otras. Y también, una política no de alianza, porque puede ser muy exagerado, pero sí de diálogo con otras fuerzas que tengan como propósito desplazar democráticamente a la derecha del gobierno.
-¿Bajo qué premisas el PS quiere convertirse en el eje articulador de la Concertación?
-Esta no es una expresión voluntarista nuestra, un deseo de ser el centro gravitacional. Más bien tiene que ver con nuestra historia. Nosotros hemos sido un partido históricamente vinculado con coaliciones, sin ser mayoritario. Nuestra participación en elecciones ha sido más bien exigua: nuestro mejor momento fue con Allende cuando obtuvimos el 21% en una municipal. Pero la densidad del PS no tiene que ver con eso, sino con su instalación en la sociedad: en la CUT, universidades, actores sociales de gran nivel que le permitían generar vínculos. Hoy nadie puede negar que el PS tiene una buena relación con la DC y con el PC, y ambos son actores necesarios en este nuevo esfuerzo con todas las complejidades que ello significa. Pero, por favor, ¿quién mejor que nosotros podría articular esa mayoría? De 77 años, 54 hemos estado en coaliciones: El Frente Popular, la UP, la Concertación, que no olvidemos, surgió del dialogo entre Almeyda y Aylwin. Articular mayorías es nuestra característica.
-Aparte del PC, ¿cuáles son las otras fuerzas políticas a integrar en este nuevo eje de oposición?
-Cuando uno quiere ser eje de articulación de la oposición tiene que tener la virtud de conversar con todos los que tengan ese propósito común pero cautelando lo que ya tiene. Porque no se trata de que entren por aquí y salgan por allá. No tengo inconveniente de conversar con el MAS y creo que el PRI puede estar también en este esfuerzo, no lo descarto, lo mismo el partido de MEO, cuando se forme.
-Pero, ¿qué pasa con la identidad del PS?
-Un error que hemos cometido durante el último tiempo es que nuestras identidades se hicieron difusas. El centro nos pidió que nos moderáramos y nosotros les pedimos que se izquierdizaran y devenimos en una coalición de centro izquierda, cuando en su fundación era un entendimiento entre el centro y la izquierda, lo cual no es un matiz. Pienso que debemos reconstruir ese contrato, del centro y la izquierda desde nuestra posición porque para el PS su identidad de izquierda es un dato clave. Uno se entiende mejor cuando hay claridades.
-¿Siguen definiéndose como un partido de los trabajadores?
-Conceptualmente eso sigue teniendo mucha validez, aunque las cosas han ido cambiando y ya no calza con la vieja definición de los trabajadores manuales e intelectuales que se expresan en nuestros estatutos. Hemos ido incorporando el concepto de capas medias y entendiendo los cambios… Pero seguimos creyendo que está totalmente vigente la contradicción capital-trabajo, más aún con la globalización y las transnacionales. Nosotros no estamos al medio, estamos al lado de los trabajadores, lo que no significa que nuestra mirada sea anti empresarial.
-¿Un nuevo trato con el empresariado?
- La clave es generar mecanismos de vinculación y diálogo entre el mundo del trabajo y el empresarial. Pero ese diálogo lo miramos desde donde estamos parados. Intentamos no exacerbar las contradicciones, sino buscar mecanismos para resolverlas.
-¿Qué y quiénes están trabando el acuerdo del royalty al interior de la Concertación?
-El gobierno cometió un error tremendo de incorporar el tema dentro del financiamiento de la reconstrucción, lo reconoció y nos dio un espacio para generar una propuesta. Es una experiencia interesante, nos somete a una buena y deseable presión y pese a las diferencias -el tema es complejo-, llegaremos a acuerdo y veremos cómo se recibe…
-¿Esperas el apoyo de Escalona?
-Es que tenemos una relación de toda la vida. Suena un poco dramaticón, pero cuando uno ha puesto el pellejo en manos del otro y viceversa, se establecen relaciones de confianza, de amistad y hermandad muy grandes. Somos bien parecidos, además. El es hijo de panificador, yo de obrero municipal, hemos sido socialistas toda la vida, compartimos buena parte de la clandestinidad, somos parte de la misma generación…
-¿Compartiste su juicio de que el empresariado era”chupasangre”?
-No. Pero cada uno tiene su estilo… aunque créeme que alguna vez lo he pensado al conocer a algunos, del mismo modo que he cambiado mi parecer al conocer a otros. No sé cuál sería el mejor calificativo para los de la minera San José.
-¿Qué opinas del “blindaje” que se le está dando a Michelle Bachelet?
-No creo en ese concepto de blindaje. Me parece una creación artificiosa y además lo siento un imposible. Su gobierno tiene muchos logros que mostrar y también tiene que hacerse cargo de muchos déficit y de esos somos todos responsables, incluida la presidenta. Decir lo contrario es atentar al sentido común. Pero también tengo la impresión que la ciudadanía entiende que ella siempre hizo el esfuerzo para que las cosas estuvieran bien hechas. Los errores y ausencias, que por supuesto las hay, se perciben y evalúan desde esta consideración y por eso es tan inconfundible su liderazgo. El gobierno cometió un error enorme al intentar aplacarlo, porque no sólo salió para atrás sino que la afirmó más aún.
Artículo original
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
ACLARACION: Este blog no es antiperuano ni nacionalista chileno. Este blog simplemente recopila y (a veces) comenta sobre artículos recopilados en la prensa nacional y mundial y que involucran a Chile. Si parece "cargado" hacia Perú, simplemente, es resultado de la publicación constante -y obsesiva- en ese país de artículos en que se relaciona a Chile. Así también, como ejemplo opuesto, no aparecen articulos argentinos, simplemente, porque en ese país no se publican notas frecuentes respecto Chile. Este blog también publica -de vez en cuando- artículos (peruanos o de medios internacionales) para desmitificar ciertas creencias peruanas -promovidas por medios de comunicación y políticos populistas de ese país- sobre que Perú ha superado el desarrollo chileno, lo que es usado en ese país para asegurar que Chile envidia a Perú y que por eso buscaría perjudicarlo. Es decir, se usa el mito de la superación peruana y la envidia, para incitar el odio antichileno en Perú.
Uff!! que fea y avergonzante frase:"si el gobierno no hace bien las cosas....., va a generar condiciones para que volvamos a la moneda". Es terrible ese pensamiento, que hemos hecho los chilenos para merecer un politico con ese pensamiento?!!! Que pena me da porque yo quiero que a mi pais le vaya bien sea quien sea el presidente. Seguramente las cosas siempre se podran hacer mejor pero Dios quiera que al señor Piñera le vaya excelente, por el bien de todos. Y si el próximo presidente se llama Osvaldo Andrade, seguiré deseando que sea el mejor presidente que podamos tener.
ResponderBorrarYo no admiro a un politico por su bandera politica, sino mas bien por sus acciones y sus obras, por el bien que le hayan hecho a mi pais sin importarme si es de derecha o de izquierda. Al final no todos son tan buenos ni tan malos como parecen. Lo que hay que pensar es como podemos hacer para que los que menos tienen esten mejor, y eso lo tenemos que hacer entre todos. Puede costar ponernos de acuerdo pero hay que hacerlo, sin trampas, sin el muñequito con las agujas clavadas, sin veneno; con madurez.
ResponderBorrar