Volatilidad Limeña

por Fernando Thauby

Hace unos días el Presidente de Perú, Alan García, lanzó a Chile y a la región, una propuesta política interesante.

Este vez su embajador, acompañado del Ministro de Comercio Exterior, representantes empresariales, la posible candidata del APRA a las próximas elecciones presidenciales de ese país y el ex – Ministro de Comercio concurrieron a la Cancillería chilena con una impactante proposición a ser materializada entre Chile, Perú, Colombia, Ecuador y Panamá.

La propuesta considera cuatro ejes: un acuerdo de libre circulación de bienes; mejoramiento de la infraestructura aduanera y optimización de la gestión del transporte marítimo, terrestre y aéreo; un acuerdo de libre circulación de capitales y servicios financieros y por último un acuerdo de libre circulación de personas entre los cinco países.

Una idea espectacular, no muy novedosa, ya que viene hablándose de ella hace años, pero no por ello menos relevante.

Sin embargo, es necesario ponerla en su contexto:

Primero, Ecuador está con las políticas de Chávez y en contra de la globalización y el libre comercio. A raíz de la muerte de Kirchner, Correa destacó que el mayor logro del ex -presidente había sido “rescatar a Argentina del neoliberalismo”, que traducido, significa ponerse al margen de los organismos de crédito internacional y funcionar en base a un comercio administrado por el estado. Malo o bueno, no es el tema, el asunto es que Ecuador no tendría nada que hacer en un grupo con Chile, Colombia, el mismo Perú y Panamá, que sostienen políticas opuestas.

Segundo, lleva implícita la aspiración de imponer a Chile su “política de las cuerdas separadas”. Con todo lo hábil que García pueda creerse, la realidad lo pone ante constantes conflictos. El pleito que nos impuso no termina. Hoy el tema es si Ecuador aceptará abstenerse de dar su opinión ante la Haya sin recibir una confirmación clara por parte de Perú respecto a su aceptación de los límites marítimos decretados por ese país. Mañana será otro. La realidad es que Chile y Perú están lidiando con un conflicto político serio entre ambos países.

Tercero, García se embarcó en un proyecto destinado a levantar la autoestima peruana. Bien por él. El problema es que lo materializa en base a una constante y ofensiva comparación con Chile. Todo gira en torno a ser más inteligente que Chile; crecer más rápido que Chile; vencer a Chile en cuanto a desarrollo; que su comida es más rica que la chilena y que el pisco es peruano y no chileno. Nos trató de “republiqueta” y así. Un día de estos destacará que él es más alto y más gordo que el Presidente Piñera. Se trata sin duda de una actitud pueril, pero termina cansando.

Cuarto, el tema de la aspiración marítima de Bolivia es algo que eventualmente podría involucrar a Perú, pero no es un asunto que él pueda festinar con “movidas” y comentarios hostiles hacia Chile. Todo el festival que, una vez más, la cancillería peruana armó en el puerto de Ilo y sobre todo sus comentarios sobre un “nerviosismo” que él creyó detectar en nuestro país, es molesto. Sin duda que lo hace para eso, para molestar, lo que constituye una curiosa manera de promover su propuesta de asociación.

Quinto, en el mismo show de Ilo vimos a García transitar desde su previa actitud descalificatoria hacia el Presidente Morales, a abrazos apretados y sobajeos de espalda. ¿Cuál es la actitud de García hacia Morales?, ¿los insultos o el amor?, porque está ofreciendo incluir a Bolivia en el acuerdo que propone. ¿Cuánto durará el amor, cuando resurgirán las bofetadas?. Estamos hablando de compromisos de largo plazo, capaces de resistir las tensiones propias de toda asociación. El acuerdo del gas con Argentina parecía más prometedor que éste y aun así resultó un fiasco.

La propuesta de cooperación y apoyo mutuo entre Perú y Chile que comentamos y varias otras que se han ventilado son, sin duda, la dirección correcta hacia donde avanzar, son la mejor posibilidad de adquirir una cierta relevancia en la realidad política, económica y de seguridad del Pacifico, pero ello no podrá materializarse mientras Perú – su Gobierno, su Cancillería y sus medios de comunicación social – no adecúen su actitud a sus aspiraciones.

Lo más curioso es que este mismo tipo de comportamiento es objeto de reclamos y quejas por parte de Perú, cuando considera los dichos y actitudes del Presidente Morales hacia el Gobierno y la Nación peruana.

Es muy difícil que proyectos tan convenientes y visionarios como éste puedan materializarse en un ambiente de hostilidad, sospecha, ironías de dudoso gusto, descalificaciones y suposiciones permanentes de mala fe, y empleando un vocabulario pendenciero, envidioso y acomplejado que no permite discernir sus verdaderas intenciones.

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