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Se trata de un consorcio integrado por la empresa de biotecnología BAL (Bio Arquitecture Lab), ENAP Refinerías y Universidad de Los Lagos, junto a varias instituciones público y privadas chilenas y extranjeras, que actúan como coejecutoras.
BAL, que cuenta con oficinas en Seattle y Berkeley en EE.UU. y en Santiago, levantó capitales nacionales e internacionales, a través de fondos de inversión privados, para echar a andar el proyecto, el que ya ha invertido US$ 1,5 millones.
Entre los inversionistas nacionales figuran el Fondo de Inversión Austral Capital, entre cuyos aportantes se encuentran Juan Claro, José Luis del Río, Rafael Guilisasti, Víctor Hugo Puchi, Andrés Concha, Juan Antonio Guzmán y Bruno Philippi.
Desde el centro I-Mar, que la Universidad de Los Lagos tiene en Puerto Montt, Yuki Kashiyama; Juan Ignacio Tocornal, gerente de operaciones y la encargada de genética del proyecto, Carolina Camus, explican que el proyecta busca satisfacer el 5% de la demanda nacional de combustible, de paso emitiendo bonos de carbono y disminuyendo la importación de hidrocarburos.
Tocornal señala que en esta primera etapa "traeremos la biotecnología desde las oficinas de BAL en EE.UU., para posteriormente desarrollarla en Chile". Actualmente tienen un hatchery en Metri, y dos centros de cultivo en Chiloé. El objetivo del proyecto es instalar una planta procesadora en la Región de Los Lagos, que generará 350 empleos directos, y un centro de cultivo en Tongoy.
En una fase piloto, el consorcio desarrolla biocombustibles a base del huiro, una de las macroalgas más grandes del mundo.
La apuesta es reproducir esta macroalga a gran escala y generar, a través, de ella biocombustibles, específicamente etanol. Un proyecto que, en el largo plazo, tiene una meta ambiciosa: producir 165 millones de litros de bioetanol.
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