Por fin el sol empieza a entibiar las entumidas extremidades de la economía mundial y nacional. Ha concluido la Gran Recesión del 2009 y los inversionistas ahora ven que el futuro está en el mundo emergente. Chile está bien situado para aprovechar esta nueva oportunidad de desarrollo. No puede desperdiciarla.
A fin de cuentas, no se equivocaba Robert Lucas —Premio Nobel de Economía y profesor de la Universidad de Chicago— cuando sentenció años atrás que el problema fundamental de prevenir una depresión estaba definitivamente resuelto por la ciencia económica. En los tenebrosos días que siguieron a la caída de Lehman Brothers, esa frase fue repetidamente enarbolada por los envalentonados críticos del capitalismo como prueba de la peligrosa “soberbia neoliberal”. Pero la receta aplicada urbi et orbi para evitar otra Gran Depresión es la que se enseña en todas las buenas escuelas de economía y surtió los efectos esperados. Tras vivir durante dos trimestres su más severa recesión de los últimos cincuenta años, la economía mundial tocó fondo antes de lo previsto y, desde mediados de año, está en franca reactivación.
Desde luego, lo que viene no es una reedición de la bonanza previa a la crisis. El sistema financiero internacional ha quedado con serias averías, cuya reparación tomará tiempo. El rescate protagonizado por los gobiernos ha significado un altísimo costo fiscal. En Estados Unidos, por ejemplo, se estima que el déficit fiscal superará el 12% del PIB este año y se mantendrá sobre el 4% por varios años más. A consecuencia de ello, la deuda pública pasaría desde el 40% al 80% del PIB. Los estragos financieros y fiscales que deja el huracán significarán que el crédito será más caro y más escaso en todo el mundo. Los costos de la reconstrucción harán que Estados Unidos —uno de los dos motores de la bonanza previa—, y también Europa, inevitablemente deban conducir a velocidad lenta por varios años más.
La buena noticia es que el futuro parece sonreírle al mundo emergente. China ha logrado sobrellevar la caída de sus mercados de exportación y redirige su actividad hacia la demanda interna. Es improbable que recobre la vertiginosa velocidad que llevaba hasta mediados del año pasado, pero su actual ritmo de expansión ya le está infundiendo considerable dinamismo a las restantes economías emergentes del Asia. Mientras tanto, Brasil y los países andinos —incluido Chile— están saliendo de la crisis con una valiosa ganancia en credibilidad: por primera vez en su historia, y gracias a las reservas acopiadas en los tiempos de abundancia, han enfrentado la adversidad con civilizadas medidas contracíclicas, sin desvaríos populistas ni atolondrado giro estatista. Sólo hay que lamentar que los ecos del éxito que comienzan a cosechar esas naciones no resuenen aún en Buenos Aires o en Caracas.
Por cierto, aún no se despejan todos los nubarrones. Como no cesan de recordarnos los Krugman, los Roubini y otros profetas del apocalipsis financiera, los balances de muchas bancos y deudores aún no han sido reparados y bien podría ocurrir que algún nuevo siniestro precipitara otra caída, haciendo a la economía dibujar una trayectoria en forma de W. Otros apuntan a que China habrá de comenzar pronto a contener su insostenible expansión crediticia o a lo su poco balanceada reactivación, demasiado concentrada en la acumulación de inventarios y la inversión en infraestructura. Pero es reconfortante constatar que los mercados no parecen dar mayor crédito a esas amenazas. En esta semana ha caído en bancarrota una de las más importantes empresas de factoring de Estados Unidos —la misma que meses atrás había recibido apoyo del Estado por su eventual riesgo sistémico— sin causar sobresalto alguno en la marcha de los mercados financieros. Las plazas bursátiles del Asia y América Latina —aunque sin recuperar aún sus máximos históricos— se han sacudido el pesimismo y subido durante el año como la espuma.
Chile está inmejorablemente bien situado para sacar provecho del nuevo escenario mundial. Destina hoy 40% de sus exportaciones precisamente al Asia, el mercado más pujante. El mundo emergente es particularmente ávido de las materias primas, algo en lo que nos especializamos. Los precios de nuestras exportaciones de cobre, molibdeno, celulosa y otros productos han vuelto a empinarse muy por sobre los valores históricos. Aunque el alza del costo del petróleo es para nosotros un problema, nuestros términos de intercambio comercial son hoy alrededor del 40% superior a su promedio de los últimos veinte años.
Todo esto sugiere que Chile está en condiciones de embarcarse en una acelerada reactivación de la demanda, del producto y del empleo. El punto de partida no puede ser más favorable. Según los expertos consultados por el Ministerio de Hacienda para la confección del presupuesto, tras la recesión de los últimos meses, hay capacidad productiva ociosa disponible por alrededor del 6% del PIB. Hay también abundante mano de obra desempleada o inactiva, lista para ponerse a trabajar. Contamos con empresas y bancos ágiles y fuertes. Nuestras finanzas públicas son ejemplarmente sólidas. Las cuentas externas se han vuelto nuevamente muy holgadas y el dólar va en rápido descenso. La inflación ha sido inusitadamente baja —negativa incluso— y aunque la reactivación la haga despertar, es improbable que cruce la barrera del 3% interanual antes del fin del próximo año.
Vistos estos antecedentes, la pregunta es por qué Chile no está ya en plena carrera. ¿Por qué Brasil, por qué no Chile?
Mirando hacia el 2010, hay desde luego ciertas incógnitas que despejar. Enfrentamos la crisis con una dosis récord mundial de estimulantes fiscales y monetarios. Su retiro exige de especial destreza y ello no deja de causar aprensión. Gracias a la admirable solvencia de nuestras cuentas fiscales y externas podemos hacerlo con gradualidad. De hecho, es probable que la política fiscal prevista en la ley de presupuesto deba ser suavizada el próximo año, disponiendo ciertas prórrogas o rebajas tributarias. También es probable que la reciente caída en el precio del dólar, permita mantener por más tiempo del previsto la política monetaria de tasas de interés bajas, hoy vigente.
Sin embargo, ni el viento favorable que empieza a soplar desde el exterior, ni el nuestro buen punto de partida, ni la confortable posición financiera y fiscal en la que nos encontramos, serán suficientes para encender el ánimo de los emprendedores y de los consumidores, si no nos abocamos a remover los obstáculos que obstruyen nuestro crecimiento potencial. Es cierto que hay espacio para una reactivación de corto plazo, pero para alcanzar crecimiento sostenido habremos de abordar, más temprano que tarde, esa agenda todavía pendiente de medidas para estimular la inversión, la participación laboral y la productividad.
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ACLARACION: Este blog no es antiperuano ni nacionalista chileno. Este blog simplemente recopila y (a veces) comenta sobre artículos recopilados en la prensa nacional y mundial y que involucran a Chile. Si parece "cargado" hacia Perú, simplemente, es resultado de la publicación constante -y obsesiva- en ese país de artículos en que se relaciona a Chile. Así también, como ejemplo opuesto, no aparecen articulos argentinos, simplemente, porque en ese país no se publican notas frecuentes respecto Chile. Este blog también publica -de vez en cuando- artículos (peruanos o de medios internacionales) para desmitificar ciertas creencias peruanas -promovidas por medios de comunicación y políticos populistas de ese país- sobre que Perú ha superado el desarrollo chileno, lo que es usado en ese país para asegurar que Chile envidia a Perú y que por eso buscaría perjudicarlo. Es decir, se usa el mito de la superación peruana y la envidia, para incitar el odio antichileno en Perú.
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