Los efectos de la ley de divorcio y la importancia que la generación que bordea los 50 años le da al vínculo matrimonial explican por qué cada vez más personas se atreven a dar el "sí" por tercera vez.
Enrique Torres (50) se casó por primera vez cuando tenía 24 años, con una pareja siete años menor. La convivencia no fue "miel sobre hojuelas" y pensó en la opción de continuar su vida como soltero. El plan se complicó con la llegada del primer hijo, pero el final fue sólo una cosa de tiempo: la ruptura llegó en el quinto aniversario de bodas.
Con más de 30 años, decidió intentarlo de nuevo convencido de no repetir los errores. Pero su interés por dar todo a su pareja lo llevó a endeudarse de más y los problemas económicos se encargaron de deteriorar una relación que alcanzó a durar sólo seis años.
Pero esas experiencias no lo desanimaron. Probó una tercera vez y se casó a los 43 años. Sus familiares y amigos le decían que cómo podía ser tan valiente o para qué se casaba de nuevo. "Pero sentía que había aprendido de mis costalazos. Con mi pareja tenemos más afinidad en las cosas que hacemos y lo que nos queda de vida queremos disfrutarla juntos", afirma.
Al examinar los primeros matrimonios en Chile destaca el hecho de que mayoritariamente provienen de solteras y solteros: del total de matrimonios de 2006 -58.155-, el 94% correspondía a personas sin vínculo legal. Sin embargo, al igual que Enrique, cada vez más personas llegan a las terceras nupcias. Las cifras de las Estadísticas Vitales del INE son categóricas: si en 1997 sólo cinco personas contaban con dos matrimonios previos a la hora de dar el "sí", en 2006 el panorama fue muy diferente: 87 personas se acercaron al Registro Civil para intentarlo por tercera vez.
EL PESO DE LA LEY
La nulidad del matrimonio, justificada por la incompetencia del oficial civil, era una práctica común en el país desde 1925 en adelante. Poner fin a una unión era un trámite complejo y muchas parejas optaban por no casarse, explica Edmundo Campusano, sicólogo de la Universidad Central: "Separarse era muy difícil y había incluso que mentir. La modificación de la le-galidad permitió un cambio", destaca Campusano.
La promulgación de la ley de divorcio el 18 de noviembre de 2004 facilitó el proceso: sólo hay que acreditar que la pareja no vive junta hace tres años o existe la posibilidad de iniciar de forma unilateral los trámites de divorcio. Fue una invitación a embarcarse en una nueva relación de pareja.
ESTABILIDAD Y MADUREZ
En promedio, los matrimonios en Chile duran 11 años, y si la edad común en que se casan las personas por primera vez bordea los 30 años (29,8 años los hombres y 26,7 las mujeres, según cifras del INE), la edad de las terceras nupcias está próxima a las cinco décadas.
Esa mayor edad a la hora de dar el tercer "sí" hace la diferencia en el modo de enfrentar la relación amorosa, explica Campusano. Son personas que con un proyecto de vida completo, no tienen las in-certidumbres de los 20 ó 30 años y que cuentan con una vida social estable. Lo mismo sucede con su situación económica.
El matrimonio es relevante para esa generación. "Tienen el concepto de que las relaciones se deben concretizar casándose y eso les entrega estabilidad económica y emocional", comenta el sicólogo de la U. Central.
Ana María Zlachevsky, directora de la Escuela de Sicología de la Universidad Mayor, complementa que las posibilidades de éxito son mayores en una tercera oportunidad. "Si se casan por tercera vez es porque están más conscientes de querer estar en pareja, existe una voluntad de mantener una relación estable, de acompañarse en la última etapa de la vida", dice la sicóloga.
La reflexión frecuente del primer matrimonio de "contigo pan y cebolla" y que el amor todo lo soluciona no existe en un tercer intento: "Es una relación donde las reglas están claras. Cada uno conversa las cosas que son importantes antes de comenzar el matrimonio, como qué entienden por fidelidad, por compañía, cómo van a pasar las vacaciones, entre otros temas", concluye Zlachevsky.
LOS HIJOS Y EL NUEVO MATRIMONIO
No existe una respuesta común de los hijos cuando alguno de sus padres les comunica que se casará otra vez. "Su reacción está determinada por la manera en que los padres hayan afrontado su proceso de separación. Si ha sido conflictivo, muchas veces les resultará difícil aceptar nuevas relaciones", dice Edmundo Campusano, sicólogo de la U. Central.
En cambio, si el proceso de separación fue sin hacerse daño entre ellos, los hijos viven de mejor forma un nuevo matrimonio de alguno de sus padres e, incluso, se alegran por la posibilidad de que rehagan su vida y dejen la soledad.
Un conflicto que puede acarrear el nuevo matrimonio es que ella o él, que no es el padre o madre biológico, se sienta con muchos deberes respecto de los hijos, pero con pocos derechos, explica Ana María Zlachevsky, directora de la Escuela de Sicología de la U. Mayor. "Por ejemplo, no pueden retarlos, pero los cuidan. Por eso el tema de los límites es complejo", asegura.
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ACLARACION: Este blog no es antiperuano ni nacionalista chileno. Este blog simplemente recopila y (a veces) comenta sobre artículos recopilados en la prensa nacional y mundial y que involucran a Chile. Si parece "cargado" hacia Perú, simplemente, es resultado de la publicación constante -y obsesiva- en ese país de artículos en que se relaciona a Chile. Así también, como ejemplo opuesto, no aparecen articulos argentinos, simplemente, porque en ese país no se publican notas frecuentes respecto Chile. Este blog también publica -de vez en cuando- artículos (peruanos o de medios internacionales) para desmitificar ciertas creencias peruanas -promovidas por medios de comunicación y políticos populistas de ese país- sobre que Perú ha superado el desarrollo chileno, lo que es usado en ese país para asegurar que Chile envidia a Perú y que por eso buscaría perjudicarlo. Es decir, se usa el mito de la superación peruana y la envidia, para incitar el odio antichileno en Perú.
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