¿Permite la actual evolución del empleo esperar que continúe? Depende de la voluntad por hacer los esfuerzos correspondientes.
CHILE ESTA pasando por un excelente momento económico y, a primera vista, pareciera estar encaminado a crecer durante el actual gobierno al 6% promedio anual, creando los doscientos mil empleos al año prometidos. Es más, sólo en 2010 se estarían incorporando 300.000 mil nuevos empleados, 50% más que lo anticipado hace unos meses, dato que se estaría confirmando con la información de la última encuesta de empleo del Gran Santiago.
En el corto plazo, la evolución del empleo se explica -en gran parte- por el crecimiento del PIB y la evolución de los salarios reales, dado que en este plazo los agentes económicos tienen muy pocas posibilidades de modificar la tecnología que utilizan y sustituir capital por trabajo o viceversa. Utilizando los coeficientes históricos que vinculan el empleo con el PIB (positivo) y con los salarios reales (negativo), es posible estimar que este año se debieran estar creando unos 230.000 empleos. ¿Cómo explicar entonces los 70.000 empleos adicionales? No conozco estudios al respecto, pero la historia de los movimientos telúricos chilenos nos permite conjeturar que el proceso de reconstrucción del terremoto de febrero tiene mucho que ver con ello. En efecto, sobre todo en el proceso de limpieza y reparación, la utilización de mano de obra es muy intensa.
¿Permite la actual evolución del empleo esperar que ésta continúe? La respuesta es incierta y depende de la voluntad por hacer los esfuerzos correspondientes. El rápido crecimiento económico de 2010 y aquél pronosticado para 2011 son consecuencia de una economía con holguras de oferta y condiciones externas extremadamente favorables, en presencia de fuertes estímulos de demanda. De hecho, el fenómeno no es muy distinto de aquel que se observa en la mayoría de las economías emergentes. En Chile, las holguras están empezando a agotarse y las autoridades están -correctamente- reduciendo los estímulos para evitar presiones inflacionarias indeseadas. Los indicadores entregados ayer por el INE sugieren que el proceso de enfriamiento ya está comenzando. Solamente la efectiva implementación de un agresivo programa de poderosos incentivos a la inversión y a la innovación -en presencia de moderación salarial- podrán garantizar altas tasas de crecimiento del producto y, por ende, del empleo.
No basta con pretender reducir en los próximos años la tasa de desempleo en tres o cuatro puntos porcentuales. Tenemos una fuerza de trabajo baja, porque la participación de las mujeres es de las menores. Además, gracias a la Nueva Encuesta Nacional de Empleo sabemos que tenemos una enorme masa de personas que -por la dificultad de encontrar trabajo- han sido desalentadas y ya no están en la fuerza laboral. Otros -deseando trabajar a tiempo completo y no pudiendo- están subempleados. Finalmente, están aquellos que, trabajando por cuenta propia, reciben ingresos muy por debajo de aquellos considerados mínimos.
Sólo podremos normalizar estas características de nuestra fuerza de trabajo en el mediano plazo con una alta tasa de crecimiento económico, un gran esfuerzo educacional y ejerciendo excepcional prudencia en materia de política salarial.
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