Artículo argentino: La Argentina real desmiente a la dibujada

Al sonsonete que reitera el discurso oficial sobre el País de las Maravillas -una nación dibujada en el INDEC, pujante y desarrollada, con índices de crecimiento económico impecables y descenso vertiginoso de la desocupación y la pobreza- se le opone la Argentina real, la que se mide en los mostradores de los almacenes, en los paisajes urbanos borroneados por la miseria, en los patéticos niveles de seguridad y en las imágenes que nos llegan desde Formosa y que nos describen con detallada crueldad cómo viven los habitantes de Pozo de Tigre, el “pueblo” devastado por un tornado.

También está la Argentina de las mediciones mundiales, estadísticas confiables que nos dan una idea neta de cómo estamos en lo que antes se llamaba, no sin gracia de humor negro, “el concierto de las naciones”.

En el Indice de Calidad Institucional que realiza la Fundación Konrad Adenauer, la Argentina figura en el puesto número 15 sobre 18 países evaluados . La nota que alcanzó fue de 3,23 puntos sobre 10. Y supera a países como Bolivia -donde una reciente ley terminó con la libertad de prensa y funciona una justicia indígena paralela a la formal, que permite los linchamientos, por ejemplo- y Honduras, que este año padeció un golpe de Estado. Chile y Uruguay lideran la lista, con cifras cercanas a los 8 puntos.

Tampoco nos va bien en el ranking mundial de corrupción , que realiza Transparencia Internacional sobre 180 países. Allí la Argentina ocupa el puesto número 106 -una marca similar a la de Zambia y Benín-, con 2.9 puntos sobre 10 medidos. Aquí también Chile y Uruguay quedan mucho mejor parados.

En la evaluación sobre Competitividad Global, que hace el Foro Económico Mundial, el país cayó este año del puesto 85 al 87, superado ampliamente por Chile (30) y Brasil (58). Y en el ranking de competitividad industrial, nos va peor: penúltimo entre 26 países estudiados.

El Informe Regional sobre Desarrollo Humano para América Latina efectuado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, y que mide el grado de inequidad social, da cuenta que andamos un poco mejor en comparación muchos países de Latinoamérica (siempre superados por Uruguay y Chile, claro). En el rubro, aventajamos a Nepal, pero nos sobrepasan con claridad Bangladesh e Indonesia.

Respecto de la educación superior, la de Buenos Aires ocupa el puesto 274 entre las universidades del mundo en el ranking Web, muy por debajo de la Universidad Nacional Autónoma de México (70), la de Sao Pablo (122), la de Chile (199) y la Estadual de Campinas (239).

Lo que nadie nos discute es que nos va bárbaro en el fútbol : quintos en el mundo según la FIFA, con Maradona, goleada alemana y todo. Y también, en la inaudita desmesura de nuestros recursos naturales: el país está noveno entre los diez más ricos del mundo.

Así, la Argentina Potencia que nos cuenta el relato oficial es, en verdad, la narración de una impotencia, potenciada por la potencialidad de la abundancia potencial de su opulenta naturaleza. Sin embargo, a contraluz de nuestra historia, esta gracia inusitada -de la que gozan muy pocas naciones- parece tener el rostro de una maldición atávica.

Francisco de Quevedo escribió: “Quien pregunta lo que padece, con razón padece, y sin remedio, lo que pregunta”.

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