Artículo boliviano: Reflexiones sobre la paz y el mar

El geógrafo norteamericano Martin Glassner pone a los conflictos, como el de Chile y Bolivia, en la perspectiva correcta al sostener que ya no podemos darnos el lujo de ignorar los conflictos, no importa dónde se den. Todos tienen un creciente impacto global; no sólo entre las partes, sino en la región, puesto que pone a prueba la paz y ésta es un estado de carácter global.

El ex presidente Víctor Paz dijo en 1986 que “si uno analiza la situación con cada uno de los países vecinos en cuanto a la estructura y dinámica de sus economías, se llega a la conclusión que el país con el que mayor complementación económica tenemos es Chile”. Si nos complementamos en lo económico, ¿cómo se puede explicar que Chile y Bolivia no hayan podido encontrar hasta ahora un camino de solución al conflicto latente entre ambos?

Chilenos y bolivianos hemos estado enceguecidos por la urgencia de soluciones de corte subjetivista sin tomar en cuenta las condiciones objetivas del problema. Para Bolivia, y en especial para los fundamentalistas, la solución tiene que ser total o no lo es, y para Chile no existe problema pendiente. Ambas posiciones resultan ser contra natura, dadas las actuales circunstancias del sistema internacional.

Sin que Chile o Bolivia dejen de lado sus posiciones y limitaciones internas, ambos pueden aspirar a un futuro diferente. Un futuro de paz, justicia y desarrollo en el que, en vez de quererlo todo o negar todo, caminemos hacia una expectativa posible de trabajo conjunto, solidaridad y armonía, terreno fértil para la paz duradera y la liberación que puede ser el ejemplo que el mundo está buscando en estos tiempos de materialismo, neoliberalismo, hegemonismo y dominio de la fuerza.

Chile posee un litoral que abarca 4.333 kilómetros, con una superficie de 3.464.462 kilómetros cuadrados de mar. Bolivia, por el contrario, no cuenta con costa marítima y, por ende, no tiene a ninguno de los beneficios del mar, a pesar de haber nacido con ella a la vida republicana. Ésa es la realidad injusta que todos deben reparar, en tanto no perfeccionemos una solución más acorde con nuestras aspiraciones.

Resarciendo la injusticia se hará realidad, además, la posibilidad de que Bolivia, del brazo con Chile, se pueda convertir efectiva y fructíferamente para toda Sudamérica en un país de contactos y gravitaciones múltiples sobre cuencas hidrográficas, sistemas de comunicación y de integración económica, puesto que los países de la región, al decir de Ricardo Anaya, para adquirir vigor y dinamismo, no pueden ni deben prescindir de Bolivia que, pese a sus limitaciones relativas, tiene grande significación para la unidad, la paz y el progreso del continente.

Al celebrarse el Día Internacional de la Paz conviene reparar en las palabras de ese ilustre internacionalista español Antonio Remiro Brotons: “En la medida en que sólo desde la costa puede proyectarse la soberanía sobre la mar, la mediterraneidad es una desgracia para el Estado, privado de espacios marinos propios y exclusivos y condicionado en el disfrute de las libertades que a todos se reconocen en los que son comunes (la alta mar) a la buena vecindad del Estado cuyo territorio se interpone en su camino. Sólo hay algo peor que carecer de litoral: haberlo poseído y perderlo, como le aconteció a Bolivia como consecuencia de su derrota en la guerra del Pacífico, una frustración tan sólo parangonable, seguramente, con la de quien perdió la luz tras conocer Granada”.

Artículo original