Artículo boliviano: Chilenófilos y chilenofóbicos

Una alta autoridad de Gobierno ha rescatado un término que hacía mucho tiempo no escuchaba: “chilenófilos”, señalando que éstos, así calificados ciudadanos bolivianos, “caminan por la plaza Murillo para entrar al equipo (que preparará la demanda marítima ante La Haya); hay que tener cuidado con estos chilenófilos que fueron culpables de esa diplomacia de guante blanco”.

Los sufijos son las letras que se agregan a una raíz para formar una palabra. Filo es una partícula griega que equivale a “amante” o “amigo”; mientras que fobo implica una aversión o aborrecimiento. De donde resulta que los chilenófilos son apasionados por los chilenos, mientras que los chilenófobos les tienen una aversión u hostilidad.

Tradicionalmente, el uso de la frase “de guante blanco” se aplica al delincuente que actúa con habilidad y elegancia y no usa la violencia. Esta expresión se ha expandido en su uso y, actualmente, se la utiliza valorando la elegancia, cortesía, o buenos modales aplicados en alguna acción. Se concibe al guante blanco como símbolo de educación, respeto y cortesía. Los militares, por ejemplo, se los colocan cuando van vestidos de gala.

Primera inquietud: ¿Existe una diplomacia de guante de box que se contrapone a la diplomacia de guante blanco? La diplomacia es el arte de la negociación. En un país que se jacta de propiciar la cultura de la paz, la diplomacia debe servir para persuadir y convencer sobre la validez y méritos de nuestros puntos de vista. Si ello no puede lograrse con guante blanco, entonces ya no puede hablarse de diplomacia. Se podrá pasar a otras instancias, jurídicas (litigios) o militares (guerra).

Segunda inquietud: ¿Es la diplomacia sinónimo de chilenofilia? En otras palabras, los primeros seis años de gobierno del presidente Morales ¿podría calificárselos de chilenófilos? Al final de cuentas, han sido seis años de construcción de confianza mutua, aparentemente inconducente e ineficaz, precisamente por medio de la diplomacia de guante blanco…

Resulta, entonces, un absurdo mayúsculo dividir a los bolivianos entre los que son chilenófilos y los que no lo son. Igual, o peor, dislate implica echar la culpa a una diplomacia de guante blanco de los desaciertos de nuestra política exterior. La diplomacia es un instrumento de la política exterior. Si hay culpables, entonces la cacería de brujas debe estar dirigida a los que formulan la política, no a los que la ejecutan. Habría que preguntarse, ¿dónde estaban, durante estos últimos seis años de aproximación sostenida y de guante blanco con Chile, esos chilenófilos que ahora súbitamente aparecen calificando a instituciones bolivianas de “estar siempre al servicio” de Chile.

Flaco favor se hace a la causa boliviana, indicando taxativamente y sin especificar que “hay que educar a los chilenófilos ya que las cancillerías siempre estuvieron al servicio de Chile”. Ante una generalización de este calibre, se podría concluir, inclusive, de que la autoridad está refiriéndose a una reciente Viceministra de Relaciones Exteriores que, según dicen, representaba a la Casa de la Moneda de Chile.

En esta nueva etapa que se ha propuesto el Gobierno boliviano en la cuestión marítima, seguramente, son este tipo de expresiones a las que se refirió el canciller Choquehuanca cuando sentenció, hace un mes, que “cualquier declaración, sea de un dirigente sindical, de una autoridad del Gobierno, de un asambleísta, de un partido político, cualquier declaración de un boliviano puede ser usada en nuestra contra”. La declaración a la que hacemos referencia, y que proviene de una autoridad de Gobierno, sí que podría ser utilizada por Chile para fortalecer su posición en un eventual litigio en un tribunal internacional.

Tanto los chilenófobos como los chilenófilos pueden dañar la imagen y la fama del país que está necesitando, más bien, de bolivianófilos que perciban nuestro problema marítimo con realismo político y no con frases efectistas o alternativas estériles.

Abogado internacionalista
Fernando Salazar Paredes

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