El Gobierno chileno ha adoptando una postura que, a grandes rasgos, se asimila a la anteriormente descrita. El Plan Frontera Norte busca, a todas luces, imitar dicha estrategia, la de crear en el terreno, las condiciones para sellar los límites fronterizos nortinos, en especial aquellos vinculados a dos de los principales países productores de cocaína en el mundo: Perú y Bolivia. Tanto, en el caso israelí como en el chileno, el espíritu de dicho principio es ser capaces de anticiparse a la fuente de riesgos o en su defecto, mitigarlos, disminuirlos, contenerlos. En función de lo anterior se presume como un hecho la naturaleza permeable de las fronteras.
Se aprecia que, a fin de materializar la idea anterior, es vital generar y poner en práctica “anillos de seguridad” que no son otra cosa que “filtros” que permiten discriminar las fuentes de la inseguridad a fin de controlar sus efectos y neutralizar sus consecuencias. En este sentido y a partir de la experiencia israelí, podemos establecer que los “anillos de seguridad” pueden ser de dos tipos. El primero es de naturaleza endógena: se edifican “vallas de seguridad” físicas o no a fin de filtrar las amenazas que buscan penetrar ilegalmente la frontera política nacional. Para Israel, dado el tipo de amenaza que ellos identifican, la frontera misma es el filtro principal, la primera y última línea de defensa y de discriminación. En el caso chileno se asume que la naturaleza de las amenazas no son de tipo militar, como la hebrea, sino que de tipo delictual. Se asume, desde este punto de vista, que es posible y no prohibitivo permitir un filtraje de los riesgos en etapas y fases.
Existe otro tipo de “valla de seguridad”, si podemos denominarla así, la exógena. Aquella que busca identificar las fuentes del “riesgo” pero en su espacio de organización, logístico original. Incluso, si dicha “fuente” se encuentra fuera de su propia soberanía. Para ello, es esencial cristalizar medios de Inteligencia, cooperativos o no, capaces de “desplazar” la frontera política, creando para ello “fronteras de seguridad” artificiales. Sin operacionalizar dichas “vallas externas”, las “interiores” solo contienen las amenazas criminalizadas, las segregan, aíslan y debilitan, sin por ello terminar con el riesgo real y permanente que representan.
Chile necesita “fronteras seguras” frente a riesgos de naturaleza no-convencionales. La materialización del Plan Frontera Norte se inscribe en dicho sentido: sellar la frontera erigiendo vallas internas.
Otra variable, asociada a esta búsqueda de “fronteras seguras” dice relación con la existencia de las llamadas “fronteras interiores”, espacios territoriales que se encuentran al interior de los límites políticos nacionales, asilados y distanciados de los principales centros de poblamiento, pero cercanos a otros de Estados extranjeros. Hoy observamos, atentamente, como dichas “fronteras interiores”, consientes de su estatus de “islas geopolíticas”, buscan ser potenciadas a fin de constituirse en espacios de proyección de poder y no de vulnerabilidad.
CENTINELAS DEL NORTE DE CHILE
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