Así las cosas, las relaciones con dos de nuestros vecinos están —por decir lo menos— tensionadas, de ahí la importancia de acercar y mejorar la relación que tenemos con nuestro principal y mayor socio en América Latina: Argentina, y aprovechar la visita de la Presidenta Cristina Fernández para hacer un esfuerzo que permita un salto cualitativo en el vínculo con nuestro principal vecino.
Argentina es y debe ser el principal socio y amigo de Chile en América Latina y debemos cuidar esa relación, dejándole en claro a las autoridades de ese país que esa orientación anima nuestra política bilateral.
Desde esa perspectiva, creo fundamental que nuestra solidaridad con Argentina por el caso de las Malvinas sea total. No podemos decirle que sí a la reclamación y solidarizar con ellos en declaraciones públicas, pero luego ser tibios cuando Argentina nos pide colaboración en asuntos como los vuelos de LAN a las Malvinas, entre otros.
Si bien la relación entre nuestro país y Argentina ha ido avanzando en los últimos años, y la agenda de integración sigue su curso, ha disminuido la complicidad política.
Resulta lógico que un gobierno de derecha como el chileno haya optado por la constitución de un eje con países afines tales como Colombia, México y con el Perú de Alan García, en contraposición a la articulación impulsada por el gobierno de la Presidenta Bachelet con los países de izquierda y centro izquierda, mayoritarios en la región.
En efecto, y aunque algunos lo nieguen, es evidente que ha cambiado el tono de nuestros vínculos con Brasil; que un gobierno de derecha impulsa una agenda de sentido inverso a las políticas empujadas por el resto de los países de la región y que la política regional de Chile es percibida hoy desde una matriz más ideológica que antes. Todo ello, configura el contexto en el cual Chile tendrá que enfrentar el complejo escenario vecinal descrito inicialmente.
Por eso es prioritario hacer un esfuerzo mucho mayor en preservar y fortalecer nuestra relación con Argentina, y la visita de la Presidenta Cristina Fernández, tantas veces postergada y comentada, debiese ser un momento en que —más allá de las diferencias ideológicas— se pueda avanzar en la búsqueda de un espacio de complicidad política y de concertación, de cara a los escenarios regionales y multilaterales en nuestra común política exterior y, sin duda, frente a los desafíos vecinales que ambas naciones enfrentamos.
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