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sábado, septiembre 19, 2009

El extraño escalofrío en Chile

Después de dos décadas de una historia de éxito en América Latina, la Concertación, coalición de centroizquierda, se ve cansada y dividida.

Al costado de una autopista en Lo Espejo, en Santiago, las empresas constructoras están trabajando en el barro debido al invierno para completar 125 casas de ladrillo y madera. En las próximas semanas se mudarán a éstas las familias que antes vivían en el sitio. Los más pobres de ellos pagarán sólo US$ 400 por una casa que cuesta alrededor de US$ 20 mil, parte de la política de gobierno destinada a acabar con las últimas poblaciones marginales que quedan en Chile. Ellos están entre las 600 mil familias que habrán recibido subsidios habitacionales durante el período de cuatro años de la Presidenta Michelle Bachelet.

Este año, el programa se expandió como parte de un estímulo fiscal que alcanzó un total de US$ 4 mil millones (o el 2,8% del PIB). Esto no ha impedido una recesión: en el segundo trimestre la economía fue un 4,5% más pequeña que en el mismo período del año pasado. Pero esto ha mitigado sus efectos. Alrededor de 270 mil trabajadores de la construcción están ahora empleados en los programas de viviendas sociales, lo cual es un aumento de los 145 mil hace un año.

Esto también ha elevado la popularidad de Bachelet. A pesar de la recesión, su índice de aprobación ha subido abruptamente del 40% en junio de 2008 al 72%, de acuerdo a las encuestas del CEP. Así también ha subido la aprobación del ministro de Hacienda, Andrés Velasco, ex profesor liberal de Harvard. Si la Constitución no prohibiera períodos consecutivos, Bachelet estaría muy bien posicionada para ganar las elecciones presidenciales en diciembre.

Así como está, su coalición de centroizquierda corre el riesgo de perder el poder por primera vez desde 1990.

A medida que las campañas se ponían en marcha formalmente el 15 de septiembre, la última encuesta del CEP daba a Sebastián Piñera, el candidato empresario de la oposición, el 37% de los votos. Eduardo Frei, un democratacristiano que fue Presidente de Chile de 1994-2000 y es el candidato oficial de la Concertación, lograba el 28%, mientras que Marco Enríquez-Ominami, diputado socialista disidente que se presenta como independiente, alcanzaba el 17%. Las últimas cuatro elecciones presidenciales habían reflejado el resultado de un plebiscito en 1988 en el que el 56% de los votantes había estado a favor de un retorno a la democracia, mientras que el 44% había deseado que la dictadura de 16 años del general Augusto Pinochet continuara. ¿Esto romperá el patrón político más estable en América Latina?

Bajo la Concertación, Chile ha sido la gran historia de éxito de la región, al agregar una democracia cada vez más sólida y medidas de bienestar social a las políticas económicas de libre mercado que legó Pinochet. En los 20 años que transcurrieron hasta 2006, el índice de pobreza cayó del 45% de la población a sólo el 13,7%. La distribución del ingreso sigue siendo sumamente desigual, pero las oportunidades se están ampliando. Ocho de cada 10 jóvenes ahora terminan la enseñanza media. Cuatro de cada 10 continúan estudios superiores y de éstos el 70% es el primero en su familia que lo logra, en muchos casos gracias a los subsidios del gobierno, señala Velasco.

Gracias a sus políticas macroeconómicas prudentes, Chile pudo hacer más que varios de sus vecinos cuando atacó la recesión el año pasado. La Concertación convirtió en ley una norma fiscal que exigía que el gobierno equilibrara el presupuesto durante el ciclo económico. Esto financió el gran estímulo fiscal al hacer uso de los ahorros que se acumularon cuando el precio del cobre, la principal exportación y gran fuente de ingresos del gobierno, alcanzó niveles récord en los primeros años del período de Bachelet.

Sin embargo, a pesar de todos estos logros, la sensación de malestar en Chile es tan palpable como la nieve que cubre la cordillera de los Andes. Los empresarios están preocupados de que la economía ya no sea la más dinámica de Sudamérica. Durante años los políticos han hablado de la necesidad urgente de mejorar la mala calidad de la educación y de invertir más en innovación e investigación y desarrollo si Chile quiere ser un país desarrollado. Todavía están hablando al respecto.

"Hemos pasado del milagro chileno a la siesta chilena", sostiene Piñera. Él mantendría la norma fiscal y la red de protección social, asegura. Pero acusa a la Concertación, esencialmente, de enjaular los espíritus animales del empresariado. Al señalar la productividad decreciente, culpa a la rígida legislación laboral y a la mala administración de la inversión pública (donde se han despilfarrado US$ 10 mil millones en los últimos cuatro años, él sostiene, y cita la pésima reestructuración de la red ferroviaria y del transporte público de Santiago). Su asesor económico, Felipe Larraín, precisa que un gobierno de Piñera elevaría la tasa anual de crecimiento al 6%, dando un impulso a la productividad a través de las reducciones tributarias para la inversión, un mercado laboral más flexible y reformas en la administración pública.

Velasco responde que a medida que Chile se vuelve más rico -su ingreso per cápita fue de US$ 10.100 en 2008- es más difícil que el país crezca tan rápido. Si Chile sigue avanzando a un 4% al año aproximadamente, eso coincidiría con el rendimiento de economías exitosas tales como Finlandia y Corea del Sur en la etapa equivalente en su desarrollo. El ministro señala que la inversión y productividad siempre caen durante una recesión. La inversión pública en investigación y desarrollo está creciendo. Chile continúa teniendo una buena posición en las tablas de competitividad de la liga internacional y la facilidad de hacer negocios. Y el crecimiento se ha visto afectado en parte debido a los costos crecientes de la energía, después que Argentina interrumpió las exportaciones de gas a su vecino.

La Concertación es más vulnerable a la acusación de que en su forma de hacer política ha perdido contacto con el ciudadano común. Ése es el principal argumento de Enríquez-Ominami. De sólo 36 años, él se describe como "un hijo ilegítimo" de la coalición gobernante. Su padre fue un líder guerrillero muerto por el régimen de Pinochet. Su padrastro es un senador socialista; su abuelo materno fue fundador de la Democracia Cristiana. Se crió en Francia y a su regreso se dedicó a la dirección de televisión. Su buena apariencia juvenil, encanto y velocidad para hablar lo convierten en "uno de los mejores comunicadores que ha tenido la política chilena", escribe en un próximo libro el cientista político Patricio Navia.

El pensamiento de Enríquez-Ominami es una mezcla somera de liberalismo social y democracia social pasada de moda. Pero él, más bien que sus políticas, es el mensaje. Su candidatura es una protesta contra el hecho de que la Concertación no haya hecho elecciones primarias nacionales y contra lo que él considera como el dominio de los jefes de partido de edad. El joven candidato quiere una reforma política, en parte para acabar con el sistema electoral binominal que legó Pinochet. Se estima ampliamente que tal sistema consolida el poder de los jefes de partido, bloquea a los partidos minoritarios e impide la renovación política. Ha contribuido a un alejamiento preocupante de los jóvenes de la política. Casi un tercio de los adultos no se ha molestado en inscribirse para votar.

Casi todos los comentaristas políticos en Chile estiman que Enríquez-Ominami no puede ganar. Pero ha hecho que Frei, un hombre competente y respetable, se vea reaccionario y viejo (tiene 67 años). Su respuesta ha sido promover a asesores jóvenes y adoptar varios de los argumentos de sus oponentes, tal como la necesidad de una reforma política, cambios en el código laboral y la modernización del Estado. Él es el único que podría lograr realmente que se hicieran estas cosas, asegura.

Los tres candidatos están de acuerdo en que la sociedad chilena ha cambiado más rápido que el Estado y el sistema político. Después de 20 años, un cambio en el liderazgo difícilmente sería una sorpresa. Pero la derecha no ha ganado una elección presidencial en Chile desde 1958. Es casi seguro que Piñera y Frei van a pasar a una segunda vuelta en enero, una contienda que uno u otro podría ganar.

Si la Constitución no prohibiera períodos consecutivos, Bachelet estaría muy bien posicionada para ganar las elecciones presidenciales en diciembre.

Así como está, su coalición de centroizquierda, la Concertación, corre el riesgo de perder el poder por primera vez desde que volvió la democracia en Chile en 1990.

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1 comentario:

  1. Es lógico que la concertación este desgastada ,la cosa no pasa por rostros; pasa por propuestas ...si las propuestas de un sector son más interesantes y "el pueblo "las cree aún demagogicamente hablando bien por el candidato.
    ahora si el ser intelectual de las propuestas no puede cumplirlas y la avalancha se aproxima ayayayay

    Chile merece algo diferente ...es el fin de un camino y el renuevo del mismo.

    Más fondos para la investigación cientifica...... propondría.
    el conycit es demasiado precario hay tanta inteligencia en chile asi como emprendedores ,se lograrían más puestos de trabajo en el campo cientifico y eso ya es algo muyyy positivo

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ACLARACION: Este blog no es antiperuano ni nacionalista chileno. Este blog simplemente recopila y (a veces) comenta sobre artículos recopilados en la prensa nacional y mundial y que involucran a Chile. Si parece "cargado" hacia Perú, simplemente, es resultado de la publicación constante -y obsesiva- en ese país de artículos en que se relaciona a Chile. Así también, como ejemplo opuesto, no aparecen articulos argentinos, simplemente, porque en ese país no se publican notas frecuentes respecto Chile. Este blog también publica -de vez en cuando- artículos (peruanos o de medios internacionales) para desmitificar ciertas creencias peruanas -promovidas por medios de comunicación y políticos populistas de ese país- sobre que Perú ha superado el desarrollo chileno, lo que es usado en ese país para asegurar que Chile envidia a Perú y que por eso buscaría perjudicarlo. Es decir, se usa el mito de la superación peruana y la envidia, para incitar el odio antichileno en Perú.