
Chávez tiene una política exterior clara respecto de Latinoamérica. Salvo Uribe, otros gobiernos -Estados Unidos, Brasil y Chile incluidos- no saben qué hacer y están a la defensiva.
Amparado por Cristina Kirchner y demás clientes ideológicos, patrocinó la infausta reunión de Unasur en Bariloche. Sabía que muchos presidentes sudamericanos no se toleran entre sí. Hace 10 años que instrumentaliza las anacrónicas organizaciones latinoamericanas. El pretexto de la cita en Argentina era enjuiciar a EE.UU. Su propósito final va más allá: es crear instancias divisorias para aumentar su influencia. Y nosotros, inmovilizados, pese a saber que su estrategia favorece enemistarnos con los vecinos e interferir en Chile.
Que los estadounidenses no definan su política respecto de Chávez y de América Latina, allá ellos: tienen otras prioridades. No es el caso nuestro ni del resto de Sudamérica, que debemos velar por la seguridad y la integración. Pero las cancillerías, incluida la nuestra, son incapaces de unir fuerzas para promover sus intereses, opuestos a los del venezolano y sus dependientes.
La pasividad chilena incluye la diplomacia con los vecinos. Hay ambigüedad en la aspiración marítima de Bolivia, acercamientos contraproducentes con Morales y hubo completa tolerancia ante los cortes de gas con Argentina. Con el Perú, despreciamos relaciones constructivas y sólo reaccionamos ante sus agravios, sobre la demanda marítima, sus intromisiones en nuestros lazos con Bolivia y respecto de nuestra política de defensa.
Mientras continuemos en el marasmo de la retórica e indefinición, aumentarán los desencuentros vecinales y la alianza bolivariana seguirá fijando rumbos en Latinoamérica. Chile debe dar señales claras de enfriamiento de los lazos con Venezuela, demorando el envío del nuevo embajador a ese país. Pocos entenderán que en estas condiciones presente credenciales en Caracas.
La comunidad internacional está hastiada de los abusos de Chávez, y coincidirá en que no se pueden seguir facilitando sus ofensivas y eventos que exponen a nuestra Mandataria y a los intereses nacionales.
Cuando Latinoamérica buscaba frustradamente la integración a través del proteccionismo, nos retiramos del Pacto Andino, lideramos la apertura comercial que se impuso en la región y, con la participación inicial de Brasil, Colombia, Perú y Uruguay, modernizamos Aladi. Ahora, nos conviene asociarnos con ellos para tomar distancia de Unasur, mientras esté controlada por los ideologismos bolivarianos, siga excluyendo a México y ese tratado no sea ratificado por el Congreso chileno.
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