—¿Cuál es su mirada sobre la estructura productiva de Chile?
—Chile ha tenido un discurso de muy poco apoyo a los problemas de productividad que enfrentan sectores específicos, pero ha sido mucho más pragmático que eso. Hay una política específica para el sector forestal, un conjunto de ellas para el sector de frutas, para las finanzas, las pensiones. Pero el país ha tenido muy poco compromiso en adentrarse a resolver problemas de otro ámbito.
—¿Qué ámbito?
—En varios. Realmente me sorprende la falta de imaginación de la política energética del país. El mejor lugar para crear energía solar es el desierto de Atacama. Sin embargo, recién ahora están empezando a desarrollarla. Siguen teniendo potencial en hidroelectricidad como ningún otro y no han sido capaces de lograr acuerdos sociales y de compensación para que los proyectos se puedan hacer. Se pretende que el sector privado resuelva problemas de negociación que son inevitablemente de Estado.
—¿Qué consecuencias tiene esto?
—Hay fallas de mercado fundamentales en la adquisición de know how. Eso hace muy difícil meterse en una nueva área de actividad económica. No hay fuerza laboral con experiencia y típicamente el arranque de un nuevo sector requiere algún tipo de empuje. Y eso implica algún nivel de compromiso con la diversificación y la disposición a invertir. Chile es el país de la OCDE que tiene los gastos en investigación y desarrollo más bajos.
—¿Qué experiencia exitosa destacaría, en este sentido?
—En Alemania el Estado tiene un compromiso fundamental en aliarse con el sector privado en la generación de capacidad laboral. Esa ha sido una de las bases del incremento de la productividad. El problema de Chile es que es el más rico de América Latina y permanentemente se compara con la región. Y eso lleva a una complacencia con su desempeño actual que debe ser dejada de lado. Yo mencionaría la estrategia de diversificación industrial de Corea, Israel, Turquía como aspectos relevantes para Chile. Otro ejemplo: recientemente el gobierno mexicano decidió atraer inversiones en el sector aeroespacial y realizó una alianza estratégica con la empresa canadiense Bombardier. Ellos le pidieron el compromiso de graduar un cierto número de ingenieros aeronáuticos al año. Ahora se aprecia una actividad aeroespacial muy importante. Yo no puedo relatar un vuelco similar sobre Chile.
—¿Cómo se puede lidiar con la suspicacia interna en torno a la focalización de recursos?
—Chile es un caso extremo. Tuvieron la tragedia de una orientación ideológica que en cierto momento llevó a la economía al desastre en el 73. Y la recuperación de ello llevó a ideologizar mucho las bases o las ideas centrales de la corrección de la economía. Eso le ha quitado al país la narrativa para explorar otras cosas.
—¿Cómo evitar que un cambio de gobierno signifique un retroceso en la promoción de la diversificación?
—Los gobiernos cambian y las políticas se mantienen cuando están muy bien articuladas con una base social de apoyo a ellas. De modo que el nuevo gobierno no siente que tiene la posibilidad de cambiarlas, porque tienen un respaldo real.
—¿Puede Chile seguir confiando en el eje Cobre?
—Más importante es que las soluciones tecnológicas a los problemas mineros no van a tener utilidades únicamente en minería. Por lo tanto, se vuelve una plataforma para diversificarse hacia otras actividades.
—¿Cómo ve la baja economía chilena hoy?
—El alto crecimiento que tuvo Chile se debió a que le estaba sacando provecho a las industrias que habían desarrollado previamente. La falta de crecimiento de hoy tiene que ver con el hecho de que no tiene nuevos sectores que estén liderando el dinamismo. El país ha invertido bastante en industrias maduras y necesita resolver las fallas de mercado que afectan al proceso de búsqueda de nuevas actividades económicas.
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