La Argentina, lejos del mundo

Por la falta de seguridad jurídica, las violaciones reiteradas al derecho de propiedad e incumplimiento recreado de mandatos de la Justicia, los inversores siguen viendo con recelo a nuestro país.

Cuando Argentina declaró el default de la deuda a fines de 2001, medida aplaudida a rabiar por el Congreso en su conjunto, quedó oficialmente fuera del juego del mundo. No obstante, la situación ya venía desde antes.

Podría decirse que en 1998, después del default de Rusia, nuestro país se quedó sin crédito y a partir de allí se aceleraron las penurias causadas por un sistema de tipo de cambio fijo inflexible, como fue el de la convertibilidad.

Desde entonces hemos venidos sorteando la situación deno tener crédito internacional, salvo algunos préstamos de organismos multilaterales de crédito. Se hizo la renegociación de la deuda con acreedores privados, en dos instancias, quedando un remanente con los "holdauts" que, si bien no es mucho nominalmente, todavía no se termina de arreglar.

También mantenemos deuda con el Club de París, que son los países más importantes y que tiene mucho peso a la hora de las decisiones, tanto en el FMI como en Banco Mundial. Dicen las autoridades que están negociando, pero es un tema aún no terminado.

No obstante todas estas situaciones, Argentina pudo cosechar flujos leves de capital desde 2003, cuando Estados Unidos bajó sus tasas y comenzó a devaluar al dólar. Desde ese momento, y aprovechando oportunidades, comenzaron a llegar algunos capitales a la Bolsa argentina. También, con el súbito aumento de las materias primas agrícolas, aparecieron inversiones destinadas a comprar campos, cultivar soja, lo que llevó a una situación de bonanza generalizada.

El aumento del empleo generó mayores ventas pero no mayores inversiones, porque existía un gran volumen de capacidad instalada ociosa que se fue ocupando a medida que crecía el mercado interno. En realidad, había que esperar por las inversiones hasta que se cubriera esa capacidad sin utilizar.

El secreto de “vivir con lo nuestro”

Sin crédito, y con deudas que pagar, Argentina eligió la estrategia de tener la moneda devaluada frente al dólar, de manera de favorecer las exportaciones y restringir las importaciones, con la ayuda de aranceles elevados para los productos importados que llegaran desde fuera del Mercosur.

La idea era tener un superávit comercial grande que permitiría al gobierno hacerse de los dólares necesarios para pagara sus deudas con recursos genuinos. Para obtener esos dólares el Banco Central intervenía en el mercado comprando divisas, evitando también que el valor del dólar bajara en nuestro mercado, como pasaba en todo el mundo.

Pero de esa manera, la autoridad monetaria emitía moneda, la cual, una parte, volvía a tomar vía Lebac y Novak, instrumentos de esterilización, pero otra parte quedaba en el mercado y aumentaba la circulación monetaria. Esto ayudaba a que aumentara la demanda interna y hasta 2007 el sistema funcionó mientras se ocupaba capacidad instalada industrial ociosa.

Pero desde 2007 el gobierno nacional, y con vistas a las elecciones de ese año, decidió expandir más la circulación monetaria aumentando el gasto público. Además, se congelaron tarifas, las cuales sigue subsidiadas, y se estimularon aumentos salariales. Este fue el disparador de la inflación.

Es que el aumento de la demanda no tuvo su correlato con el aumento de la oferta de bienes, mientras se seguía postulando la sustitución de importaciones.

La crisis con el campo en 2008 y el problema de la economía mundial en 2009, obligaron al gobierno a una intervención más activa, con más emisión monetaria para sostener el mercado interno, lo cual sigue hasta nuestros días.

A esto hay que sumarle unas cuantas leyes que les han puesto los nervios de punta a los inversores, y de esta manera llegamos al panorama actual, cuando la demanda está recalentada sin posibilidad de que la oferta aumente en el corto plazo.

Además, el gobierno está poniendo trabas a las importaciones, y eso disminuye el saldo comercial (cayó un 10% en el primer trimestre), el cual caería igual por la pérdida de competitividad del tipo de cambio generada por la inflación, que favorece las importaciones.
Pérdida de inversiones extranjeras

Un reciente estudio de la Cepal reveló que en 2010 las Inversiones Extranjeras Directas (IED) en América Latina habían sido de US$ 113.000 millones, y que Suramérica había capturado US$ 85.000 millones de ellas. Pero cuando uno se pone a desagregar los destinos descubre lo lejos que Argentina está del interés de los inversores.


Es que de ese total, Argentina capturó sólo US$ 6.193 millones, lo que representa sólo el 7,3% del total suramericano, pero sólo el 5,5% del total continental. El lugar de privilegio como destino de las inversiones sigue siendo Brasil, que tiene una política totalmente distinta a la Argentina, pese a estar gobernada por un partido progresista de izquierda.


Brasil se quedó con US$ 48.462 millones, seguido por México con alrededor de US$ 17.700 millones, mientras que Chile recibió US$ 15.095 millones, Perú US$ 7.328 y Colombia US$ 6.760 millones.

De todos modos, si se quiere ver la parte llena del vaso, las inversiones que recibió Argentina en 2010 son 54% superiores a las de 2009, cuando por la crisis se frenaron los flujos de capital a la región.

No obstante, los inversores siguen viendo con recelo a nuestro país. Falta de seguridad jurídica expresada en cambios de reglas de juego, violaciones reiteradas al derecho de propiedad e incumplimiento recreado de mandatos de la justicia, hacen que los pocos inversores que llegan, salvo que lo hagan en algún nicho muy particular, intentan hacerlo por poco tiempo y para aprovechar oportunidades.

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