El caso Donayre es tres veces paradigmático: respecto a la desigual relación entre Alan García y Michelle Bachelet, a la dificultad para sostener la política de cuerdas separadas y a la complicada relación de García con sus militares.
Sobre lo primero, un ligero esfuerzo de imaginación permite asomarse a la reacción rápida y maquiaveliana de García, respecto al video de las “expresiones infelices”, como las calificó el canciller peruano José A. García Belaunde. Si el presidente peruano fue el primero en conocer dicho estropicio, tenía una ventaja táctica: sorprender con la información a su colega chilena y darle de inmediato las explicaciones consiguientes. Así ganaría el quien vive a Fabio Vío –el recién instalado embajador de Chile- y, gracias a su gesto, podría abortar una eventual ruptura de la política de cuerdas separadas. Sobre esas bases, hasta dispuso el escenario de su llamado telefónico a Bachelet: lo haría en presencia de sus ministros.
Bachelet, que atendió el llamado directo e intempestivo de García en medio de sus actividades agendadas, reaccionó como había previsto el peruano. En vez de darse tiempo antes de asumir un compromiso –le habría bastado decir “pediré informe a mi canciller y le devuelvo el llamado de inmediato”-, agradeció ser informada por su propio colega, aceptó sus excusas, escuchó que Donayre pasaría a retiro y dio por superado el incidente. Por cierto, ella ignoraba dos cosas: que la estaban escuchando los ministros convocados por García y que el retiro del general no era una sanción, sino el resultado de un expediente de retiro que contemplaba el 5 de diciembre como fecha de cese de funciones.
Este episodio afecta la política de cuerdas separadas por una razón elemental: ésta se sostiene, en último término, en la buena fe de ambos jefes de Estado. Se supone que ambos deben imponerla a sus agentes y que les está vedado usar trucos para burlarla. En este caso, parece evidente que el muy experimentado García burló la buena fe de Bachelet, sobre la base de su mejor manejo de las “diabluras políticas”.
Las secuencias inmediatas así lo comprobaron. Cuando los medios informaron que Donayre seguía al mando de su institución y que Bachelet había caído en una trampa semántica, el incidente se reposicionó y en peor forma que si hubiera transcurrido por los carriles diplomáticos normales. En la mañana del 28 de noviembre, el canciller Foxley declaró que la Presidenta dio por superado el incidente “en la medida en que este señor (Donayre) pase a retiro y eso todavía no ha ocurrido”. En la tarde, la Secretaría General de Gobierno emitió una declaración que enfatizaba el malestar de Bachelet. Su primer párrafo señala que ante la gravedad de las ofensas de Donayre, “el gobierno de Chile reitera que ellas no sólo son inapropiadas, ofensivas e inamistosas, sino que no se compadecen con las relaciones que ambos países, en razón de su vecindad, procuran mantener”. A continuación, explica que la Presidenta esperaba que el pase a retiro de Donayre “tuviera un efecto reparador y no fuera la consecuencia de una decisión administrativa prevista con antelación”. Termina expresando que, sobre tales bases, el gobierno chileno “no estima oportuna la visita a nuestro país del ministro de Defensa del Perú prevista en razón de la Exponaval”.
En el Perú, las autoridades y los medios rizarían el rizo según los reflejos del nacionalismo irreductible. El ministro de Defensa Antero Florez Araoz, “recordó” que era facultad de García fijar la fecha de salida de Donayre. Los medios calificaron como "pataleta" la reacción de Foxley. De este modo, las repudiadas expresiones del general cedieron el paso a una altercado directo entre autoridades peruanas y chilenas
Por último, el caso confirma la fragilidad de la relación de García con sus propios militares. Es que, además del legado maligno que dejó Fujimori en el sector, el presidente peruano no se ha caracterizado por avanzar en materia de reinstitucionalización de esos servicios estratégicos A la inversa, ha mostrado una debilidad imprudente, que comenzó a evidenciarse cuando reprochó al ex ministro de Defensa Allan Wagner decir, en voz alta, que los militares peruanos seguían en déficit. Luego, no se ha pronunciado respecto a la rebeldía del mismo Donayre, por no concurrir a declarar en un proceso que lleva la Fiscalía Anticorrupción (el caso de los combustibles)
El caso Donayre, en definitiva, demostró que García no cuenta con el mínimo necesario de lealtad y/o responsabilidad de los mandos que él mismo ha designado. Baste pensar que los comandantes generales de Toledo esperaron pasar a retiro, para decir públicamente lo que pensaban sobre Chile.
Es de esperar que el fin de año y las fiestas cristianas que se acercan pongan las cosas en su debido lugar. Es decir, el de la preservación de una buena relación entre ambos países. Esto significa, entre muchas cosas, reconocer que las ambiguedades en directo produjeron un mal diálogo interpresidencial y que la eventual impunidad de Donayre le haría más daño al Perú que a Chile .
Todo esto puede sintetozarse diciendo que la buena fe de los gobernantes y el correcto comportamiento militar, son la base de la política de cuerdas separadas. La prueba de fuerza a que la sometió Donayre, un jefe militar “chacotero” según propia confesión, han dejado a esa política con poco espacio por delante.
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ACLARACION: Este blog no es antiperuano ni nacionalista chileno. Este blog simplemente recopila y (a veces) comenta sobre artículos recopilados en la prensa nacional y mundial y que involucran a Chile. Si parece "cargado" hacia Perú, simplemente, es resultado de la publicación constante -y obsesiva- en ese país de artículos en que se relaciona a Chile. Así también, como ejemplo opuesto, no aparecen articulos argentinos, simplemente, porque en ese país no se publican notas frecuentes respecto Chile. Este blog también publica -de vez en cuando- artículos (peruanos o de medios internacionales) para desmitificar ciertas creencias peruanas -promovidas por medios de comunicación y políticos populistas de ese país- sobre que Perú ha superado el desarrollo chileno, lo que es usado en ese país para asegurar que Chile envidia a Perú y que por eso buscaría perjudicarlo. Es decir, se usa el mito de la superación peruana y la envidia, para incitar el odio antichileno en Perú.
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