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miércoles, marzo 21, 2007

Epopeya (según los peruanos)

Un programa de TVN hizo revivir esta semana los viejos fantasmas en la relación entre Chile y Perú. Como escribió Alvaro Vargas Llosa, "el pintoresco y penoso episodio del documental que no se vio tiene una única virtud: nos demuestra a todos en Perú y Chile que todo ha vuelto a la normalidad en cuestiones bilaterales". Qué Pasa le pidió al escritor Alonso Cueto -uno de los más reconocidos en su país- que narrara la versión peruana de Epopeya, el guión que él aprendió desde pequeño sobre la Guerra del Pacífico: la causa del conflicto, sus héroes, la diabólica imagen del general Patricio Lynch, la traumática ocupación de Lima, los libros robados y la captura del Huáscar.

Una rápida ojeada a la historia de las naciones nos demuestra que sus procesos de formación están teñidos de una serie de heridas y de traumas colectivos que a veces perviven en su imaginario. Al igual que en la vida de los individuos, los traumas en la vida de las naciones tienen que ver con las derrotas que no fueron vengadas, los oprobios que no fueron compensados, las humillaciones que siguen royendo el cuerpo psico-social. La enseñanza escolar, los medios de comunicación y las leyendas populares se encargan con frecuencia de magnificar estos traumas, que, como bien sabemos, son un obstáculo para la madurez y la visión de futuro tanto de los individuos como de las sociedades.

Para los peruanos no es difícil elegir el trauma fundamental que ha atormentado a algunos de sus líderes (sobre todo los militares). Lo que entre nosotros se conoce como "la guerra con Chile" ha sido sin duda, para algunos, el núcleo de las frustraciones y rencores no resueltos. Sin embargo, creo que lo es cada vez menos, excepto para quienes insisten en recordarlo.

El altar de las naciones

Todos los peruanos hemos recibido en la escuela, y con frecuencia en la casa, los datos esenciales del episodio. Conocemos el año de su inicio, 1879, y el de su fin, 1881. Y hemos aprendido, con o sin rigor histórico, sus causas.

En el Perú se enseña que la coalición formada por los presidentes Prado (de Perú) e Hilarión Daza (de Bolivia) obligó al Perú a entrar en la guerra cuando el país altiplánico fue atacado. El presidente boliviano Melgarejo otorgó un territorio a los comerciantes chilenos para desarrollar la industria del salitre. Luego, el presidente Daza fijó un impuesto de diez centavos al quintal de salitre exportado. Este impuesto no fue aceptado por el gobierno chileno que respondió, se nos dice, con el desembarco en Antofagasta.

Pero la razón esencial de la guerra, tal como se enseña en los colegios peruanos, no es el impuesto de marras: es que la nación chilena tenía una enorme sed expansionista. Al ubicar la causa esencial de la guerra -la codicia chilena-, se establecía la premisa, desde el lado peruano, de que se trataba de un conflicto entre buenos y malos. Es, por cierto, la vieja coartada que los generales de todos los países cuentan en tiempos de batalla. En ese contexto, el recuerdo está hecho naturalmente de admiración y dolor por los caídos.

Nuestros héroes y mártires

El héroe más importante en la historia del Perú es sin duda Miguel Grau. Gran navegante militar, comandó la limitada fuerza naval y compensó nuestras carencias con su habilitad militar, hasta que murió en el Combate de Angamos (fue con su muerte que el Perú perdió toda esperanza de ganar).

El otro héroe importante es sin duda Francisco Bolognesi, un militar de origen italiano que se había retirado del servicio y que volvió para enrolarse a defender el morro de Arica. Gracias a los testimonios chilenos, los peruanos sabemos que Bolognesi no aceptó la rendición del morro y que anunció que "tenía deberes sagrados que cumplir" y que pelearía "hasta quemar el último cartucho". Esta última frase forma parte del almacén de palabras inmortalizadas entre nosotros. Los hijos de Bolognesi morirían luego, durante la invasión, en la defensa de Miraflores.

El tercer héroe es Alfonso Ugarte, quien se habría arrojado al abismo en Arica, cargando la bandera peruana, antes que entregarla al ejército chileno.

Grau, Bolognesi, Ugarte. Los héroes están en las calles, a la vista de todos. Los dos primeros tienen plazas importantes en Lima, con sus estatuas. El tercero ha dado su nombre a una de las avenidas más largas de la ciudad. No sólo están las estatuas sino los parques y santuarios. Los parques Reducto, que mantienen las barricadas similares a aquéllas desde las cuales se defendió Lima, son de gran tamaño y en todos ellos ondea la bandera. Muchos héroes de las batallas finales y decisivas, las de San Juan y Miraflores en 1881, han dado sus nombres a muchas calles de Lima. Los que murieron en combate son más recordados que los que triunfaron. El general Cáceres, que nunca fue capturado por el ejército chileno y que huyó a la sierra (donde se pensaba que la palabra "Chile" era el nombre de un general), no ha recibido un homenaje equivalente pues sobrevivió a la guerra (y fue presidente del Perú luego).

Fue un gran héroe pero no logró traspasar el umbral que se le pide a todo mártir: el de morir en una batalla.

Quemaduras y violaciones

Por otro lado, el almirante francés Du Petit Thouars, desconocido para la mayor parte de los franceses, tiene una gran avenida con su nombre en Lima. La razón: fue quien impidió con sus negociaciones que el ejército chileno destruyera la capital.

En su avance, los militares sí destruyeron, en cambio, Chorrillos, barrio aristocrático de la época. La historia nos enseña que la noche de la quema de Chorrillos, desde el vecino distrito de Barranco, se pudo ver durante varias horas el cielo anaranjado. Una de las convicciones nacionales es que esa misma noche, poco antes de la invasión, el ejército chileno se había desbandado y que algunos de sus integrantes celebraron su avance violando mujeres y emborrachándose. Fue entonces cuando el general peruano Andrés Avelino Cáceres aconsejó al presidente Piérola atacar a los invasores. Este se negó. Hoy muchos afirman que la guerra no se hubiera perdido de haber seguido el mandatario el consejo del general.

En esta polémica sobre una historia del "pudo ser", he visto perder su tiempo y energía a varias personas que conozco, incluso algunos respetables historiadores.

El demonio Lynch

Luego, durante la ocupación, una vez instalado el general chileno Lynch en el Palacio de Gobierno, han circulado entre nosotros muchísimas historias sobre sus despiadados abusos sobre la población civil.

Patricio Lynch impuso tributos en su campaña del norte y su imagen entre los peruanos ha sido la de un líder cruel, autoritario y abusivo (un contraste con lo que encuentro en sus diversas entradas en internet, donde aparece descrito como un líder responsable y justo, muy capaz en las artes de la guerra y de la administración pública, aunque con "tendencia a la disciplina").

Una ciudad que recuerda

En Lima vivimos, pues, en una geografía urbana que nos recuerda la guerra con Chile.

En mi barrio, Miraflores, hay muchas calles con los nombres de soldados y oficiales caídos en la guerra y el nombre de mi calle, Roca y Boloña, recuerda el del monseñor que asistió a los enfermos y moribundos en el hospital improvisado en el Parque de la Reserva.
Se recuerda con frecuencia también los libros robados (se dice que son cerca de veinte mil, muchos de ellos incunables) de la Biblioteca Nacional de Lima, que fue ocupada por los soldados invasores. Algunos de éstos sin embargo fueron devueltos durante el gobierno de Santa María.

"No quiero sangre chilena"

Yo mismo tengo historias familiares relacionadas con la guerra. Mi abuela me contaba que cuando era niña, su madre le narró una historia. Una noche de 1881, durante el toque de queda, un soldado chileno vigilaba la cuadra de su casa. Cuando su madre tuvo que salir a buscar leche por la noche, se enfrentó al soldado, que en un gesto inesperado de permisividad, le permitió circular por la calle.
Pero mi bisabuelo no perdonaba a los invasores. Habiendo vivido la ocupación de niño, no la iba a olvidar. Pasada la guerra, al cabo de los años, un joven chileno llegó a Lima a trabajar y se hizo amigo de su familia. Todos lo apreciaban, incluyendo a mi bisabuelo que gustaba conversar largamente con él los domingos por la tarde.

Cuando mi bisabuelo sufrió una hemorragia y enfermó gravemente, el médico le dijo que necesitaba una transfusión de sangre. El único que tenía sangre compatible con la suya era precisamente el joven chileno (de apellido Luksic).

Mi bisabuelo lo llamó, le reiteró que lo quería y apreciaba mucho, pero que no podía aceptar que "sangre chilena" corriera por sus venas.

"No es nada personal", le dijo, "entiéndelo".

"Por supuesto que lo entiendo", contestó el joven chileno.

Mi bisabuelo se murió por no aceptar la transfusión, es decir la sangre chilena en sus venas, y su muerte fue absurda o no, según cómo se vea.

Esta historia nos da una idea de lo que era el sentimiento antichileno hasta bien entrado el siglo XX, en algunos peruanos

Los libros y el Huáscar

Creo que este sentimiento se ha minimizado hoy. Me parece que para la mayor parte de los peruanos y de los chilenos, el tema de la guerra aunque parcialmente vivo resulta también anacrónico y hasta fútil.

La cantidad de problemas del siglo XXI es tan grande que pocos recuerdan los traumas que acosaban a los peruanos del siglo pasado. Hoy una enorme cantidad de compatriotas viven en Chile. La cocina peruana es apreciada en Chile, como aquí lo son los vinos y las frutas chilenas. No olvidamos que el más grande poema sobre Machu Picchu fue escrito por un chileno. Y, a pesar de que las muestras de estupidez nacionalista pueden verse aún en ambos países, no me parece que reflejen una corriente predominante.

Por otro lado, en los medios peruanos, el comentario general es que el tema de "Epopeya" ha sido manejado de un modo contraproducente.

Postergar (¿hasta cuándo?) una serie sobre la guerra les parece a muchos (yo entre ellos) un modo de evitar y agravar los conflictos, no de resolverlos. Con la propaganda que ha recibido, lo más probable es que pronto los vendedores piratas que pululan en Lima ofrezcan una copia del DVD de "Epopeya" a precios especiales. El día que se difunda en la televisión chilena, tendrá un tope en sintonía.

Todos (incluso las cadenas estatales que contratan guionistas y directores) tenemos derecho a ofrecer nuestras versiones de la historia, y también seremos criticados y enjuiciados por estas versiones. Los peruanos, los bolivianos, los chilenos podrán ofrecer versiones distintas de un episodio histórico, y dos directores del mismo país podrán variar en sus enfoques (y ser criticados por sus aciertos o fracasos). No hay mejor propaganda que la censura.

Hace dos años, un grupo de historiadores chilenos y peruanos (entre los que estaba Cristóbal Aljovín) de las universidades de Valparaíso y de San Marcos, se reunieron para intercambiar perspectivas sobre el origen de la guerra, un ejercicio cuya difusión contribuiría a asumir el pasado común.

Vista desde hoy, la guerra entre el Perú y Chile fue en cierto modo una guerra civil, entre dos países más parecidos que distintos. Puede haber algunos gestos que lo expresen. Creo que el gobierno chileno debería devolver los libros tomados de la Biblioteca Nacional de Lima (hay un registro de ellos), pero soñar con que nos devuelvan algún día el monitor Huáscar (como han reclamado algunos militares peruanos) es ridículo. Los botines de guerra nunca se devuelven, después de ninguna guerra, y los militares deberían ser los primeros en saberlo.

Una vez más, este incidente nos enseña que vivir en el pasado, anular la perspectiva de futuro, cerrarnos en nuestros falsos problemas, son algunas de las taras de la cultura latinoamericana. Cuando las viudas de Arturo Prat y de Miguel Grau intercambiaron cartas luego de la muerte de ambos maridos, en cierto modo señalaban un camino que las sociedades, pero no sus líderes, han seguido. Hoy la guerra no tiene el prestigio que tenía en el siglo XIX. Ya no va a producir héroes. Los seres humanos y la razón son sus primeras víctimas. Mientras la estupidez (que goza de maravillosa salud) siga existiendo, peruanos y chilenos tendremos que recordarlo.

http://www.quepasa.cl/medio/articulo/0,0,38039290_101111578_257089636,00.html

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ACLARACION: Este blog no es antiperuano ni nacionalista chileno. Este blog simplemente recopila y (a veces) comenta sobre artículos recopilados en la prensa nacional y mundial y que involucran a Chile. Si parece "cargado" hacia Perú, simplemente, es resultado de la publicación constante -y obsesiva- en ese país de artículos en que se relaciona a Chile. Así también, como ejemplo opuesto, no aparecen articulos argentinos, simplemente, porque en ese país no se publican notas frecuentes respecto Chile. Este blog también publica -de vez en cuando- artículos (peruanos o de medios internacionales) para desmitificar ciertas creencias peruanas -promovidas por medios de comunicación y políticos populistas de ese país- sobre que Perú ha superado el desarrollo chileno, lo que es usado en ese país para asegurar que Chile envidia a Perú y que por eso buscaría perjudicarlo. Es decir, se usa el mito de la superación peruana y la envidia, para incitar el odio antichileno en Perú.