La canción, que más bien parece himno, cada tantas décadas la repiten a coro los cerebros de turno del desarrollo económico de Chile, claro que con distinto título. A fines del XIX se llamó Salitre. La promesa era que el oro blanco haría de Chile la Inglaterra de Sudamérica.
Los alemanes tuvieron la mala idea de inventar el salitre sintético y el sueño blanco se fue a negro.
A fines de los '40, el himno se llamó Desarrollo hacia adentro. La industrialización.
La inflación y la caída del dólar en 1954, le dieron el tiro de gracia.
Ahora el himno se llama Chile Potencia Agroalimentaria.
Para 2010, Chile estaría en el top ten de los exportadores de alimentos, con envíos, según varíe el optimismo, que irían entre los US$ 14 mil millones y los US$ 17 mil millones.
El tema se volvió slogan, casi jingle, y hoy no hay conferencia ni encuentro de empresarios agroalimentarios donde no se lo escuche.
Pero, como todo jingle tarareable, muy pocos han reparado en su letra. Qué tan realista es esa meta o cuáles son los obstáculos que hay para llegar a ella. Chile no corre solo esta carrera, hasta ahora no ha vendido con claridad su imagen, no cuenta con abastecimiento de energía asegurado para los requerimientos futuros y no invierte suficiente en desarrollo y tecnología.
Consenso en blanco
Moros y cristianos, carreristas y o'higinianos, bacheletistas y piñeristas, se hicieron eco a la idea que a fines de los '90 lanzara Alberto Montanari, el creador del Holding Invertec.
En síntesis: que por su clima mediterráneo, muy escaso en el mundo; su condición de isla sanitaria; su ubicación en el hemisferio sur, que le permite vender en contraestación y el crecimiento de sus exportaciones agroalimentarias, Chile se transformará en protagonista de la producción de alimentos saludables.
La tesis de Montanari tiene piso. Algunos datos: el sector agroalimentario tiene la tasa de crecimiento anual más alta del mundo: 132% en la última década. Exporta US$ 8.200 millones al año, ocupa el lugar 17 entre los exportadores mundiales y aporta 10% al PIB, el segundo tras la minería. Eso hasta ahora. El cuento es si en los próximos cuatro años seguirá creciendo a igual ritmo.
Nuevos competidores
Potentes rivales han salido a cazar a Chile.
La industria de alimentos argentina, por ejemplo, es una amenaza más que importante. Aunque sin las tasas de crecimiento de Chile, desde 2001 ha aumentado sus exportaciones de US$ 6.847 millones a US$ 10.822 millones en 2004 y es el puntal de la recuperación económica que viven los trasandinos.
En vitivinicultura, Argentina es la revelación 2005. Sus vinos le han ganado terreno a los chilenos. Mientras las exportaciones de Chile crecieron 10,1% entre enero y octubre de 2005, las trasandinas lo hicieron 38,8%, pero desde una base menor. La alta inversión extranjera - el 30% de las empresas de vino argentinas está en manos foráneas- refleja el crecimiento de la industria.
Los brasileños crecen en rubros donde Chile hasta ahora no tenía competencia, como la uva de mesa, donde llega a contar con dos cosechas por su ubicación geográfica.
Algo similar ocurre con Perú, en rubros como la paprika o los espárragos, donde es líder mundial.
Nueva Zelanda, otro corredor, exporta sólo el 10% de los envíos de vino chileno, aunque logra un precio promedio de seis dólares por litro, cuatro veces superior que el promedio nacional.
La nueva competencia es dura. Triunfar en un contexto más competitivo es un desafío ineludible.
Sin energía
Para dar la talla de potencia agroalimentaria, Chile requiere en los próximos 15 años aumentar su potencial energético en 10 mil megas e inversiones por US$ 13 mil millones para generarlos, según el economista Jorge Quiroz.
Aunque el país tiene condiciones geográficas para abastecerse de varias formas, plantas hidroeléctricas, a carbón y nucleares, entre otras, la pasada crisis del gas argentino ratifica la feble postura chilena.
Para el economista agrario de la PUC, Gustavo Rojas, el tema pasa por poner tarifas que paguen e incentiven nuevas inversiones.
Entre construir una central en el Baker o importar gas, sale más conveniente traerlo y postergar la inversión, indica Rojas.
La autonomía energética, en tal sentido, es un tema clave para llegar a ser potencia agroalimentaria.
Dólar, no bajes más
La relación es perfectamente inversa. Cada vez que le va bien al cobre, le va mal a la exportación agrícola. Los dólares que ingresan al país por un muy buen precio del metal hacen que el tipo de cambio descienda a niveles que comprometen la competitividad.
En los próximos dos años los envíos no disminuirán, porque las inversiones están hechas y hay que producir sí o sí. El problema es que las nuevas inversiones después de esos años van a ser menores, porque se esperarán bajas rentabilidades, explica Montanari.
La depreciación de la divisa en Chile ha sido de 8,6% en 2005, la segunda mayor caída en el mundo.
Si yo hiciera proyectos a futuro para presentar a bancos, los haría con dólar a $ 550, dice Rojas.
Los seguros cambiarios y coberturas - de hecho, su uso ha aumentando en los últimos dos años- salvan contigencias anuales, más que tendencias de mediano plazo.
Chile seguirá siendo un país minero. Si no es el cobre, será el litio. El Salar de Atacama posee las mayores reservas de litio del mundo, mineral clave en la generación de energía nuclear, fuente que ha retomado vigencia en los últimos años.
En ese marco, Chile tiene tareas privadas y públicas. Los privados deben incorporar cada vez más instrumentos de cobertura, tecnología para reducir costos y agregar valor a sus productos, a fin de no estar a la deriva de los commodities. El Estado, en tanto, debe resolver la contradicción cuasi estructural entre bonanza en la exportación de minerales y pérdida de competitividad agrícola. Las sugerencias llenan los diarios los últimos días pero el tema a estas alturas requiere una revisión que resuelva el tema en el largo plazo.
¿Quién sabe de Chile?
Otra pata coja en la carrera para ser potencia es el marketing.
Las empresas chilenas saben poco de sus clientes y el cliente sabe menos aún de Chile.
Según estimaciones de Rojas, sólo el 0,3% del ingreso por exportaciones agroalimentarias chilenas se destina a marketing. En países como Australia, la proporción llega a 2%.
Los estudios de mercado tampoco son suficientes. Se hacen tarde, mal y nunca, cuando las transnacionales los hacen cada dos años. En el sector alimentos, donde la sensibilidad del consumidor global es la brújula, Chile está haciendo menos que lo mínimo, opina Eduardo Araya, analista de Rabobank.
Una propuesta del mundo privado es incentivar por medio de subsidios la investigación de los nuevos mercados, sobre todos los abiertos por los TLC, pues este tipo de ayudas son compatibles con la OMC.
Poca investigación
Si hasta ahora Chile se las había ingeniado principalmente con las ventajas comparativas - dadas por natura: contraestación, isla sanitaria o clima- , a futuro la inversión en Investigación y Desarrollo (I+D) hará la diferencia. En tal sentido Chile está a años luz de lo necesario.
Mientras los países desarrollados gastan el 2,5% del PIB en I+D, Chile invierte sólo el 0,5%. En el ámbito agrícola, las lucas son aún menores. Sólo invierte el 1,12% del PIB sectorial en investigación aplicada, mientras que en Israel, por ejemplo, este porcentaje llega a 5%, en Nueva Zelanda a 2,5%, en Australia a 3% y en Europa promedia 2%.
La adjudicación de siete de los nueve Consorcios tecnológicos al área de recursos renovables en octubre pasado, sin embargo, es un paso muy importante.
Habrá que ver sus frutos.
Mano de obra más cara
Hay que considerar además que, en los próximos años, la agricultura va a tener que enfrentar un aumento significativo del costo de su mano de obra, debido a la mejora en la calidad de vida de la población y a las exigencias laborales que plantean los TLC.
La tendencia ya empezó este año: los salarios de los temporeros subieron entre 15% y 20% por la escasez de trabajadores. Además, el mínimo subirá de $ 127.500 a unos $ 135 mil en julio de 2006. Mientras el sueldo promedio de un egresado de enseñanza media es de $ 257.400, el de un titulado de un centro de formación técnica es de $ 404.938 y de $ 513.622 en el caso de alguien que salió de un instituto profesional.
Enfrentar tal capacitación laboral sin perder competitividad es otra incógnita.
Más peso político
Aunque los alimentos constituyen el segundo mayor aporte al PIB y tienen un comportamiento contracíclico en empleo, tal importancia no siempre se refleja en las decisiones políticas.
Un buen ejemplo es el caso de la defensa del patrimonio sanitario, puntal de las exportaciones y los recursos que se destinan al SAG. Tal activo, cuando hay que repartir la torta presupuestaria, no se sopesa debidamente.
Para Gustavo Rojas la institución debería tener un presupuesto para moverse por el mundo y abrir nuevos mercados.
En resumen, en los próximos cuatro años, para cumplir con la meta del 2010, el Gobierno que sea deberá decidir si se la juega o no por la Potencia Alimentaria. Se requiere, en tal sentido, una estrategia país que se concrete más allá de las proyecciones estadísticas.
Chile posee las condiciones, pero si no tiene un mapa claro y un respaldo político que crea en la Potencia Alimentaria, el cuento se ve dificil... y para 2010 sólo quedan cuatro años.
Habrá que ver qué trae el Bicentenario...
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ACLARACION: Este blog no es antiperuano ni nacionalista chileno. Este blog simplemente recopila y (a veces) comenta sobre artículos recopilados en la prensa nacional y mundial y que involucran a Chile. Si parece "cargado" hacia Perú, simplemente, es resultado de la publicación constante -y obsesiva- en ese país de artículos en que se relaciona a Chile. Así también, como ejemplo opuesto, no aparecen articulos argentinos, simplemente, porque en ese país no se publican notas frecuentes respecto Chile. Este blog también publica -de vez en cuando- artículos (peruanos o de medios internacionales) para desmitificar ciertas creencias peruanas -promovidas por medios de comunicación y políticos populistas de ese país- sobre que Perú ha superado el desarrollo chileno, lo que es usado en ese país para asegurar que Chile envidia a Perú y que por eso buscaría perjudicarlo. Es decir, se usa el mito de la superación peruana y la envidia, para incitar el odio antichileno en Perú.
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