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jueves, enero 12, 2006

Paraguay debe buscar zafarse de la explotación del Mercosur

Los senadores de Uruguay aprobaron días atrás el Tratado de Protección de Inversiones con los Estados Unidos, a pedido del presidente Tabaré Vázquez, y en contra de los sectores de la izquierda radical del propio Frente Amplio en el gobierno. Esta actitud realista del Parlamento oriental no es una casualidad, sino que denota claramente las grandes diferencias de visiones políticas y económicas existentes entre el socialismo moderado de Uruguay y Chile, y el socialismo radical de Venezuela, Bolivia, Argentina y Brasil. Los gobernantes y legisladores paraguayos deben aprender de la seriedad e independencia de criterio de la clase política uruguaya, que se niega a caer en los extremos ideológicos, especialmente cuando ello puede perjudicar al interés nacional.

Estados Unidos, dijo recientemente el ministro de Industria de Uruguay, Jorge Lepra, "es nuestro principal cliente". "Si no buscamos mejorar las relaciones con nuestro principal cliente, ¿con quién lo vamos a hacer?", se preguntó con acierto. El ministro Lepra no solamente se refería al Tratado de Protección de Inversiones, sino a la negociación de su país de un tratado de libre comercio (TLC) con Estados Unidos. "Lo tenemos con China y, sin duda, podemos tenerlo con Estados Unidos", dijo. Estas declaraciones la realizó Jorge Lepra a pesar de la oposición de los sectores radicales del gobernante Frente Amplio y de las molestias que sus opiniones seguramente originarán en los gobiernos de Argentina y Brasil, países que con frecuencia dirigen el Mercosur en contra de los intereses de sus socios menores, Paraguay y Uruguay.

Las manifestaciones del ministro Lepra denotan el creciente apoyo de la clase política del Uruguay a buscar alternativas al Mercosur que permitan expandir el comercio, atraer inversiones y crear nuevas fuentes de trabajo. Solamente unos días antes, el ministro de Economía y Finanzas uruguayo, Danilo Astori, aseguró que el gobierno de Vázquez negociaría este año lo antes posible un tratado de libre comercio con Estados Unidos, a los efectos de "darle trabajo a la gente". Un acuerdo así "no solo potencia la inversión, sino que puede generar incrementos notables en el nivel de actividad", afirmó Astori.

El Brasil y la Argentina, como era de esperar, exigieron al Gobierno de Uruguay una rápida rectificación, obligando al ministro del Exterior uruguayo, Reinaldo Gargano, a explicar que no había iniciativa alguna por parte de su gobierno para iniciar negociaciones para la firma de un TLC con Washington y que estaban perfectamente conscientes de que ello requería la autorización previa de todos los socios del Mercosur. El ministro Lepra, sin embargo, aclaró que los compromisos del Mercosur "no quitan que Uruguay pueda negociar con todos los países del mundo".

Lo que queda en claro es que, a diferencia de los sumisos gobernantes paraguayos de los últimos cincuenta años, la clase política uruguaya está decidida a abrirse al mundo globalizado, a competir, madurar y modernizarse, y, sobre todo, a preservar ahora la soberanía de su país frente a los intereses hegemónicos del Brasil y la Argentina -en el Mercosur y fuera de él-, que siempre buscan explotarnos al máximo, como nos ocurre en Itaipú. El subsecretario de Integración Económica de la Cancillería argentina, Eduardo Sigal, reclamó al Uruguay "una rápida rectificación -de lo que dijo Astori- para evitar daño al Mercosur". Nos preguntamos: ¿qué daño le puede ocasionar al Mercosur que uno de sus miembros firme un acuerdo que va a beneficiar a su economía y a su población?

La fuerte dosis de realismo y respeto a la ley del socialismo uruguayo, muy parecido al exitoso modelo chileno, contrasta totalmente con la postura extremista de la izquierda radical de Chávez, Castro y Morales, que lanzaron la iniciativa de conformar un "eje del bien" contra Estados Unidos, al que consideran el "eje del mal", como en las mejores épocas de la nefasta Guerra Fría.

Paraguay, un país pequeño, sin costas sobre el mar, aunque bastante más pobre y atrasado que Uruguay, comparte con este su escasa población y el reducido tamaño de su economía, condición que les obliga a ambos a seguir una política de crecimiento hacia el exterior, sobre la base de mercados abiertos, bajos aranceles y sin trabas comerciales, y agresiva política exportadora, nada de lo cual será posible de mantenerse atrapados en el Mercosur, supeditados a los intereses proteccionistas de sus grandes vecinos.

Mientras Uruguay está dando muestras de comprender esta realidad, la clase política paraguaya, por su parte, enfrascada en sus riñas de conventillo barato, no tiene inteligencia ni tiempo para ello.

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