
Hace seis años, el Perú tenía un parque de 1’200,000 vehículos y 3,500 fallecidos en un año por accidentes de tránsito; Chile, un parque de 2’200,000 unidades y sólo 1,549 muertos por ese tipo de accidentes.
Con la mitad de unidades motorizadas, nuestro país padecía el doble de muertes que Chile.
¿De dónde arranca esa diferencia?
La serie de tragedias de carretera ha significado en 48 horas la muerte de 30 personas. La desgracia del puente colgante de Cora Cora revela negligencia de las autoridades.

Esos dos casos explican la diferencia estadística entre el Perú y Chile en materia de accidentes de tránsito: irresponsabilidad de arriba, irresponsabilidad de abajo.
Ilustrativo es el caso de la Ley de Tolerancia Cero, que hace dos años y medio dictó la ministra Verónica Zavala, quién había asumido el cargo por razones desconocidas.
El Plan exige documentación debida, llantas con cocada, frenos en buenas condiciones, descanso de doce horas continuas para los pilotos por cada diez horas de manejo en un lapso de 24 horas.
Después vienen los desperfectos éticos. Coimas para obtener licencias o para burlar inspecciones. Abuso con los horarios de descanso de los choferes.
Los estudios indican que la principal causa de accidentes es la velocidad excesiva. Otras son, en orden descendente: imprudencia del conductor, imprudencia del peatón y ebriedad del piloto.
Hay en el fondo un gran déficit de educación cívica.
Hace 22 años, cuando Jorge del Castillo acababa de asumir la alcaldía de Lima, auspició una reunión de hoteleros, comerciantes y periodistas para idear un proyecto de recuperación del centro de la capital, que se había convertido en coto cerrado de fumones, prostitutas, asaltantes y meones.
La cita fue en el Hotel Sheraton. Como siempre ocurre, antes de la ceremonia se formaron pequeños corrillos. Me incorporé a uno.
Un caballero, para mí desconocido, contó:
-Hace un tiempo fui a Arica, con mi esposa, en mi auto. Queríamos hacer compras. En una esquina vi que el semáforo estaba rojo, pero no había autos a la vista. Decidí burlar la luz. De pronto, me detuvo un carabinero, quien me pidió documentos.
El gendarme le expresó su asombro al ver que era general de la policía. Peor fue cuando examinó su pasaporte:
-Peruano. ¡Con razón!
El general comentó: “hubiera preferido que me diera una bofetada”.
El oficial exhibía una de las causas psicológicas, cívicas, de muchos accidentes en el Perú.
Por no haber abarcado el factor educación, el Plan de Tolerancia Cero merece nota cero.
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