Oligofrenobotánica

“Mal de muchos, consuelo de tontos”, dice la vieja paremia. Sin embargo, para los peruanos, siempre es un consuelo saber que hay otros aún más estúpidos que nosotros.

No se qué autoridades bolivianas piensan “exigirle” a la transnacional The Coca Cola Company que retire de su universal bebida la palabra “coca”. Así como lo leen. ¿Sus motivos? Bueno, la cosa es que según estas “autoridades”, la coca es una planta “milenaria” y “sagrada” para los bolivianos, y su uso en bebidas provenientes del imperialismo yanqui es poco menos que un acto sacrílego, de posibles y peligrosas consecuencias para la paz mundial. Imagino que el gobierno norteamericano sabrá, en su momento, proteger a esa empresa de la gloriosisisisisisisisisisisíma Marina de Guerra de Bolivia (¿sabían que cada uno de sus almirantes lleva más medallas que Patrick Henry, Nimitz y Lord Nelson juntos?).

El problema es que las “autoridades” bolivianas son ahora un grupete de fronterizos –presididos por esa suerte de “ekeko” que no es más que el polichinela de Chávez– que no distinguen la diferencia entre un agujero en el piso y sus propios culos. Recordemos que una de las “ministras” es una ex empleada doméstica.

¿Podrá alguien hacerles entender que la coca no es ni más ni menos “milenaria” que cualquier otra hoja que haya venido evolucionando, por lo menos, desde el período carbonífero?

En cuanto a que sea “sagrada”, debo informar a los bolivianos que yo he creado una nueva religión, y todos los miércoles recibimos la comunión con hojas de espinaca. ¿Debo rogar a los editores de comics americanos para que no permitan que Popeye utilice mi hoja “sagrada” en sus aventuras? ¿Quizá el Vaticano deba influir –o amenazar con la excomunión– a todo aquel productor de tubérculos que utilice en su comercialización la palabra “papa”?

Es muy posible que la Coca Cola facture anualmente el quíntuple del presupuesto de diez años de Bolivia. Si le interesara, podría comprarse ese país usando la caja chica. Si no lo ha hecho aún es, bueno, porque ninguno de sus ejecutivos habría llegado donde está si los accionistas se enteran que se dedica a comprar cojudeces. Así funciona el mundo del capitalismo.

Y los peruanos no somos mucho mejores, aunque comparado con Evo. Alan es un bellísimo príncipe azul en refulgente armadura de plata (bueno, kilo más, kilo menos, teta más, teta menos. ¡Usen su imaginación, pues!).

Notita final para Evo: Compadre, los peruanos NO somos tus aliados. No te metas con nuestros asuntos de limitación marítima con Chile, y no nos metas en tu ridícula monomanía de salir al mar. Al gato sólo lo capan una vez.

Hasta más vernos.

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